Fuiste un cobarde
Fue la frase lapidaria con la que coronó mi cliente una conversación telefónica que mantuvimos por más de una hora. Eran los meses finales del año 2009. La historia de los mercados financieros de aquellos años la sabemos casi todos. Después de una carnicería que redujo la mayoría de los índices accionarios en el mundo a casi la mitad de su valor, empezó un proceso de recuperación que al día de hoy continúa lentamente.
Mi cliente el Ing. Escamilla, era un hombre de negocios, cargaba con arrugas de medio siglo a cuestas y tenía una destreza empírica para el manejo de su empresa: una cadena de hoteles. El tema, es que no tenía la misma habilidad para el manejo de sus inversiones, buscaba rendimientos altos, garantizados y rápidos, el aderezo de este caldo de cultivo es que era un hombre de nerviosismo fácil y carácter explosivo.
Simplemente entendía a su muy particular percepción que yo no lo había orillado a invertir todo su patrimonio en acciones que habían llegado a precios de regalo durante los meses siguientes a la crisis hipotecaria subprime. Sencillamente, él pensaba que habíamos dejado pasar la oportunidad de su vida.
Cuando abrimos su contrato, desde un principio realizamos, lo que un médico, haría para diagnosticar el tratamiento adecuado, se le realizó un check up para saber qué era lo que adolecía como inversionista y que padecimiento debíamos de tratar con una diversificación sana. En este caso, la inversión estaba destinada para comprar un bien raíz donde el Ingeniero pretendía mudarse una vez consumado un tormentoso divorcio.
Quería ir abonando cantidades periódicas durante 2 años. El portafolio destinado a un ahorro disciplinado durante 730 días tenía un pequeño componente de acciones. La estrategia era diversificar buscando el mejor rendimiento con la menor volatilidad, lo anterior simplemente porque el carácter detonante y la escasa experiencia del ingeniero así lo ameritaba, no era alguien de mucha paciencia ante resultados adversos y sus hábitos invirtiendo en acciones eran nulos. Este portafolio, al final del ciclo, cumplió con creses para que el Ingeniero pudiera comprar su flamante residencia de soltero reestrenado.
Pero el detalle del reclamo abordado en el inicio de este texto deja una buena enseñanza: ante un escenario en donde los mercados habían regresado del abismo y la economía empezaba a caminar, lo más sencillo era ver por el retrovisor y pensar en lo que se dejó de hacer con la inversión. En efecto, el rendimiento generado por comprar barato diferentes acciones pudo haber maximizado el retorno de todo el portafolio, pero por otro lado, la búsqueda de maximizar rendimientos sacrificando la tranquilidad no es una dinámica con la que todos inversionistas puedan convivir, en especial el Ing. Escamilla.
La búsqueda de nuestra tranquilidad en la mayoría de los casos es el fin implícito de nuestra inversión: adquirir una residencia de descanso, tener una cantidad ahorrada para solventar la vejez, pagar sin sobresaltos la universidad de los hijos, etc. son cosas en las que pensamos como propósito de nuestro ahorro e inversión. Pero no todos tienen la capacidad de vivir con sosiego los vaivenes de los mercados, es importante que nos conozcamos como inversionistas para saber en qué podemos invertir y en que no debemos de invertir. Sacrificar el sueño por mejores rendimientos, no siempre es culpa del asesor financiero o la institución, es nuestra obligación como inversionistas saber qué perfil de inversionista tenemos.
En la actualidad todas las casas de bolsa cumplen con la obligación legal y ética de generar una calificación donde el inversionista podrá saber qué perfil cumple como inversionista y en consecuencia en qué activos y en qué porcentajes puede invertir. Este perfil de inversionista se elabora en base a un cuestionario donde se hace una radiografía del cliente con preguntas que involucran la capacidad económica, los hábitos y conocimientos financieros, necesidades de liquidez, entre otras. Lo anterior genera tranquilidad para todas las partes involucradas en el manejo de la inversión: la institución, el asesor y el cliente estén alineados en la búsqueda del mismo resultado: Un cliente contento con su inversión.