Cuando era niño, acostumbraba jugar futbol todas las tardes a lo largo y ancho de la calle, ese ritual que compartí durante años con mis vecinos me dejó muchos de los mejores recuerdos que tengo. Era común que el dueño del balón después de algún gol anulado controvertidamente decidía tomar la esférica de su propiedad y se retiraba. La desazón se distribuía entre todos los que quedábamos viéndonos sin saber qué hacer cuando el partido estaba en su mejor momento… Pero después del descontrol, revivíamos: No pasaba mucho tiempo cuando alguien ideaba un nuevo juego, otro se ofrecía a sacar unos gises, por allá otro recomendaba sacar las bicicletas y alguno más ya estaba inventando qué hacer con una pelotita de esponja.
Hoy 14 de noviembre de 2016, no sabemos a ciencia cierta qué tiene en la cabeza el dueño de un balón que vale casi una cuarta parte del producto interno bruto mundial. El Presidente electo de Estados Unidos prometió llevarse su balón y ya no dejarnos jugar, amenazó con encerrarse detrás de una pared para que jugaran con su pelota quienes de manera muy selectiva vivirán en su propiedad. Llevábamos tanto tiempo jugando muy a gusto… pero no es el único niño del vecindario, no lo es.
Si nuestros bisabuelos vivieran, estarían carcajeándose mientras nos señalan con un dedo. Es probable que les fuese muy graciosa nuestra preocupación sobre un vecino invasor que ellos conocieron beligerante contra nosotros y que ahora, simplemente ya no nos quiere comprar lo que producimos.
México es el país con la mayor cantidad de tratados comerciales firmados en el mundo, allá afuera existe 75% de un mercado global que actualmente no aprovechamos y que podemos explotar por la enormes facilidades geográficas de nuestro país. Tenemos la fortuna no solamente de ser favorecidos con una salida al mar (lo cual muchos países desearían), tenemos dos: De un lado se asoma el océano Pacífico y del otro lado el Atlántico, la zona donde la distancia es más angosta entre ambos lados es llamada Istmo de Tehuantepec y entre uno y otro océano sólo existen 200 km.
México es un país nacido del colonizaje y que a lo largo de su historia vivió constantes conflictos que le hicieron perder parte de su territorio y soberanía, pero hoy es un país independiente en donde solamente nosotros decidimos, a veces bien y a veces mal, quien nos gobierna. Nuestras decisiones y acciones son las que determinarán nuestro futuro, ningún muro, ningún líder de otra nación, son determinantes en nuestro destino.
Un muro fronterizo más alto que el que ya existe no nos quitará nuestras 27 ciudades patrimonio cultural de la humanidad, 6 escenarios naturales patrimonio del mundo, 7 patrimonios inmateriales, además de un patrimonio mixto, todos nombrados por la UNESCO y que nos sitúan como el país en América con más de estos nombramientos, cuantitatívamente esto nos sitúa como la novena potencia turistica del orbe, además somos el tercer país con más biodiversidad del planeta y con la ciudad que tiene más museos en el mundo: La Ciudad de México.
México es el primer productor de plata del planeta, durante el año 2015 produjo 189.5 millones de onzas de plata con lo que rompió el record histórico de producción de este metal. Durante el 2015 México exportó casi el 18% de toda la cerveza que se consume en la Tierra, superando a Holanda y Alemania. De cada 100 aguacates que se consumen, 46 son mexicanos, al igual que casi la tercera parte de la producción de limones del planeta. Más del 25% de la totalidad del comercio mundial de pantallas planas es propiedad de México. Actualmente nos perfilamos como la onceava economía más poderosa del orbe y el peso mexicano es la octava moneda más liquida del mundo. México ya no es una república bananera a la que cualquier tirano podía invadir y colonizar.
Si bien, es cierto que para México y los inmigrantes latinoamericanos la elección de Donald Trump ha sido un duro revés, esta situación tiene el mérito de forzarnos a evaluar lo que nos define como sociedad. Esta situación es una gran oportunidad. En Estados Unidos, este giro en el timón fortalecerá y unificará la presencia latina. En esta última semana he apreciado una sensación de nacionalismo resurgido de la que no tenía memoria y que se fundamenta en nuestros valores, costumbres, historia y aspiraciones.
Si Estados Unidos decide cerrarnos la puerta, no será el fin del mundo, será una oportunidad para replantearnos como sociedad y replantear nuestras relaciones con el resto del orbe. No se trata de dejar de comprar cosas en Walt Mart o no comernos una hamburguesa, es mucho más profundo que eso. Esta oportunidad es histórica, y le abre la puerta a todos los mexicanos para reencontrarnos con nuestro idioma y costumbres y entendernos, tolerarnos y apoyarnos. En el ancho y largo de este mundo sólo nos tenemos a nosotros, a tu familia, a tus vecinos, amigos, a tus paisanos sin distinguir clase social, religión, orientación sexual o política. Es el chance de demostrarnos de que está hecho este país y su gente.
Donald Trump no es el capitán de nuestro destino. Nuestro destino depende de nosotros mismos y ningún dólar a 22 pesos, ni un muro más alto, ni ningún enfermo de poder con ínfulas de estadista es más que un país unido.
Es mi profundo deseo que dentro de 20 años yo esté sentado junto a mis nietos explicándoles que un martes 8 de noviembre, su país tuvo la fortuna de que unas elecciones en una tierra ajena desencadenaron los sucesos que llevaron a México a convertirse en una potencia sin igual en el planeta.
¿Cuál es tu deseo?
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