Es un dilema. ¿Cómo invertir y cómo gastar? De estos dos conceptos, dos polos a la orilla del mundo se define la vida que cada persona lleva.
Sentado de espaldas a un muro tapizado de diplomas y reconocimientos el Dr. Juárez, me dijo hace casi un año:
"Me voy a gastar hasta el último peso que tengo invertido".
Y vaya que tiene dinero invertido. Ahorró durante toda su vida y puso el dinero a trabajar. Definió una estrategia simple para administrar sus ingresos: Si le llegaban $100 primero apartaba $10 para invertir y con los restantes $90 llevaba su vida cotidiana; Rara vez usó un crédito, compraba de contado y si no le alcanzaba no compraba, era un hombre práctico para manejar su dinero, nunca puso un “negocio” porque no tenía tiempo para administrarlo y era un creyente de priorizar el largo plazo sobre el corto plazo. Desde muy joven invirtió en bonos gubernamentales y sociedades de inversión, se diversificó en acciones y dólares. Lo machucaron las recurrentes crisis de los ochentas y noventas, pero no perdió de vista su objetivo y hoy todas esas crisis las recuerda como anécdotas de libro de texto porque nunca vendió sus activos de inversión y como él decía:
"Las crisis me hicieron lo que viento a Juárez".
Llegó un momento en que la cantidad era tan considerable que decidió diversificar su dinero entre tres instituciones diferentes. A sus 67 años ha dejado el servicio médico aunque tiene uno de los mejores consultorios en una torre médica al poniente de la Ciudad de México, se dedica a vivir bien y a aconsejar a sus compañeros de profesión a través de cursos en los que cobra con desgano lo que le quieran pagar. Le gusta tomarse con calma un café mientras conversa por horas con sus amigos con el buen pretexto de darles una consulta.Tiene varios hijos bien preparados en universidades extranjeras y una casa de ensueño en donde vive con su esposa desde hace más de 40 años.
Viaja a donde se le antoja, come en donde quiere y con quién quiere y no escatima un centavo para complacerse por el gusto de darse la vida que dejó de llevar por cada segundo, minuto y hora en que se enclaustró entre su consultorio y un quirófano. Hoy, su única preocupación es saber si tendrá tiempo de acabarse su dinero.
A Jorge lo conocí hace casi cinco años porque un amigo me recomendó visitarlo. Cuando llegué a su oficina, mi primera impresión es que era un museo. Me voy a explicar, A sus casi 40 años, Jorge trabaja para un equipo de futbol profesional y su labor es la de coordinar los eventos publicitarios entre el equipo y los patrocinadores. En consecuencia, su espacio de 7 mts por 7 mts. está forrado de trofeos, posters, balones, playeras, estandartes y un largo etc, de souvenirs futbolísticos de México y el mundo. Que envidia
"Mira Edgar, yo no había ahorrado nada porque me puedo morir mañana".
Cierto. Eso que dijo es una verdad absoluta. Hay dos cosas de las que no nos vamos a salvar: La muerte y los impuestos. Todo lo demás en esta vida es un juego de probabilidades. Pero hablando de probabilidades Jorge estaba apostándole a un número poco probable. En México, tenemos (por fortuna) un promedio de vida de 74 años (En 1930 teníamos un promedio de ¡34 años!).
En consecuencia, sentí que profesionalmente esa plática no iba a ser muy fructifera, pero después de una pausa en la que me mostró algunas fotos que tenía con varios jugadores de futbol, la plática tuvo un giro.
"Me he gastado todo lo que tenía pero eso se acabó. Voy a ser el muerto más rico del panteón".
La conversación dio una vuelta de tuerca. Uno de sus amigos futbolistas que había caído en desgracia por una lesión detonó un ejercicio de autocrítica en Jorge. El exitoso ejecutivo de mercadotecnia había llevado una vida poco austera y ese momento emocional en su existencia era una mezcla de diferentes factores entre los que estaba la lesión de su amigo, una religión que recientemente había adoptado y varios libros de automotivación que leyó y que generaron una masa crítica que lo motivaron a dar un volantazo en su modus vivendi.
Han pasado casi 5 años desde esa plática y a Jorge muy seguramente, se le cumplirá el deseo de ser el cadáver más rico del camposanto. Ahorra e invierte casi todo su sueldo, dejó de fumar y tomar alcohol, los viáticos que recibe en su trabajo le son suficientes para cubrir sus gastos, no tiene esposa ni hijos y no está en sus planes futuros formar una familia, su trabajo y su religión absorben casi todo su tiempo. Jorge, ahora tiene una convicción sobre la austeridad y sus beneficios que pocas veces he visto.
En este punto no tengo una certeza de quién de mis dos clientes tenga la razón. Cada uno es feliz a su manera con su forma de vivir, de ahorrar y de gastar. Lo único que puedo seguir haciendo por ellos es cuidar y acrecentar su patrimonio. En sus manos está el destino de su ahorro. Cada cabeza y cartera es un mundo.
Twitter: @garoarenas