El avance tecnológico seguirá sustituyendo el trabajo humano con máquinas y robots cada vez más rápidos, baratos y eficientes. No cualquiera ve cómo esto ocurre al interior de una fábrica, pero todos veremos pronto en las calles a los autos y camiones que no necesitan chofer para llegar a su destino.
Pues bien, a pesar de los escépticos típicos de estos casos, hace unos días el portal de CityLab.com publicó un artículo titulado Why Singapore Will Get Self-Driving Cars First, en el que explica que Singapur parece destinado a vivir con este tipo de vehículos autónomos en el corto plazo.
No es casualidad. Delphi Automotive anunció el lunes de la semana pasada que lanzará una flota de seis taxis automatizados en esa ciudad-estado el próximo año. Primero harán viajes sobre rutas preestablecidas con un conductor presente en caso de emergencia. Pese a ello, la compañía planea que para 2019 contará con 50 taxis sin chofer, sin volante ni pedales, que serán solicitados por los singapurenses mediante una app para celulares, al estilo Uber.
Por cierto, en ese país la autoridad no está impidiendo la llegada inevitable del futuro en materia de transporte automotriz. El proyecto de Delphi va en conjunto con la Autoridad de Transporte Terrestre de Singapur. Están a la vanguardia (¿están leyendo, gobernantes mexicanos?).
Glen DeVos, vicepresidente de Ingeniería de Delphi –citado por Reuters-, dijo que plantean reducir el costo de un viaje en taxi de unos 3 o 4 dólares la milla a solo 90 centavos. Por supuesto, conforme vayan mejorando, será aún menor.
Como es obvio, el desplome de costos en el transporte de mercancías y personas permitirá ampliar los horarios de operación y atender a más usuarios. Lo anterior, sin contar que se espera que haya un menor número de accidentes (los robots no se cansan, no se quedan dormidos ni cometerán los errores humanos más comunes en la conducción). Serán más seguros.
Para 2022, en Delphi esperan que su servicio de taxi automatizado esté operando regularmente. Entre sus proyectos está iniciar también en Estados Unidos y Europa e incorporar vehículos eléctricos.
Otras empresas como Uber, Lyft, Google, Apple y la mayoría de las automotrices también están trabajando a marchas forzadas en el desarrollo de sus propias tecnologías de vehículos autónomos. Dentro de poco –tan pronto como la siguiente década-, el empleo de chofer será historia.
¿Es eso un problema? ¿Debemos impedir que esas tecnologías lleguen para que los taxistas y operadores de camiones no pierdan su trabajo? Sería absurdo.
Al contrario, entre más rápido lleguen y menos restricciones oficiales tengan, más productivos y competitivos podremos ser, la economía crecerá y se crearán nuevos empleos que ni siquiera podemos imaginar hoy.
Gracias a estos avances, en centros urbanos tan grandes como la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Puebla, etc., el transporte público podrá evolucionar más rápido para ofrecer soluciones prontas y reales a los usuarios.
Claro, lo anterior, siempre y cuando las autoridades de todos los niveles lo entiendan y dejen de estorbar la competencia y la innovación como es su costumbre. Todos los mercados, incluido el de transporte público, deben abrirse a la creatividad empresarial privada, sin pretextos ni protegidos. El Estado ya probó su ineficacia e ineficiencia.
Los beneficios de estas y otras nuevas, más rápidas y mejores formas de hacer las cosas, sólo podrán llegar en la medida en que abramos nuestro país a la competencia total. El consumidor, y no una élite de productores, debe estar en el centro de las decisiones de gobierno.
El costo de no darle la bienvenida a los cambios y el progreso, sería condenar a México al atraso, mediocridad y pobreza que nos han caracterizado. No podemos darnos ese lujo.