La FED o Reserva Federal de los Estados Unidos tiene a toda la comunidad global en el ámbito económico y financiero metido en un grave problema: la inflación de precios de los activos. La desenfrenada impresión de dólares y la manipulación bajista de la tasa de interés, todo con el objetivo de impulsar la economía norteamericana, son el origen del problema en el que se encuentra el mundo entero ahora mismo.
No es lo mismo producir riqueza real y material, que mantener en pie las cotizaciones que, de otro forma, acabaría sumergiéndose sin solución. Por poner un ejemplo, este sería el caso de los bonos del Tesoro, índices bursátiles, entre otros, que poco aportan a la economía real pero mucho a la sensación de riqueza de sus poseedores.
La explicación del problema
Con anterioridad hemos tenido la oportunidad de comentar que esta inflación de activos ocurre porque, aunque la FED puede crear todos los billetes que considere necesarios, no puede saber el camino de hacia dónde irá todo esa liquidez. La fragilidad de la economía mundial, que cada día se hunde más en deuda y expansión monetaria, fuerza a los inversores a no arriesgarse en nuevos proyectos emprendedores y generadores de empleo, sino a buscar la mayor protección y seguridad de los activos que suben de precio y/o les pagan rendimientos mayores, especialmente en mercados emergentes.
Más claramente, los estímulos monetarios (QE) no ayudan a la economía, sino que sólo amplían la predilección de los inversores a acumular.
Las personas con más experiencia financiera, empresas y naciones del mundo, buscan el respaldo de aquellos activos que sí poseen algo más importante que un precio alcista: un valor real. Por eso acaban recurriendo al oro físico o a la plata. Estos metales preciosos, pese a la presión a la baja que sufren sus precios en los últimos años, mantienen una elevada demanda sobre todo en Asia.
La gran ola de liquidez que inyectaron la mayoría de bancos centrales del mundo inundó los mercados en vías de desarrollo. Este proceso, sin embargo, se ha desacelerado con los primeros recortes al programa de “flexibilización cuantitativa” (QE) de la FED, iniciados este año.
De esta manera, lo que antes benefició a las potencias emergentes, ahora las tiene aguantando las consecuencias de salidas de capitales.
Jim Roger, maestro de las commodities (materias primas) dijo hace un mes:
La crisis de los mercados emergentes apenas ha comenzado. Estos tomaron dinero prestado para encubrir sus verdaderos problemas… estén preocupados.
¿Y a nosotros qué nos queda?
Marc Faber, otro reconocido experto financiero, expresó lo siguiente en una entrevista:
Algunas economías emergentes se pueden sumergir en breve, y tienen problemas económicos
Para Faber, estas adversidades harán que los ciudadanos de países emergentes continúen comprando grandes cantidades de oro, para protegerse de la devaluación de sus monedas, lo que disparará la demanda de estos metales. Según explica, los fundamentos del oro actualmente son mucho mejores de los que fueron cuando el preció alcanzó en septiembre de 2009 su máximo histórico de 1.923 dólares la onza.
Por último, Marc Faber también advierte que el mercado alcista en los índices bursátiles, que ya cumple cinco años, es el segundo más largo en los últimos cien años.
Existen señales que alertan de los principales índices accionarios, sobre todo en Wall Street, donde están alcanzando niveles que, históricamente, han dado paso a grandes caídas. Sobra aclarar que un colapso mayor en Estados Unidos tendría efectos inmediatos en economías emergentes, como México, tan ligada al comportamiento de este mercado.
No debería sorprendernos ver mayores presiones en el tipo de cambio, inflación y alzas en las tasas de interés en los meses por venir. Deberíamos fundir nuestros escudos financieros en oro y plata, todo lo contrario de lo que hace absurdamente nuestro Banco de México al vender continuamente nuestros lingotes localizados en territorio nacional, como aquí hemos informado.
Es momento de hacer previsiones para un futuro complicado. Bajar la guardia y creer que las reformas estructurales por sí mismas nos llevarán al crecimiento, sería un error que pagaríamos demasiado caro.