El Banco de México (Banxico) está atravesando un momento decisivo en cuestión de alza de tasas de interés. Su única preocupación debería ser la inflación y no el tipo de cambio. No olvide que en esa última materia el banco central no goza de autonomía, sino que quien lleva la voz de mando es todavía el gobierno Federal a través de la Comisión de Cambios que preside el secretario de Hacienda.
En febrero pasado se dio una acción conjunta del gobierno y Banxico que tuvo éxito en bajar, de manera temporal, el precio del dólar. Es cierto que Agustín Carstens ya descartó una reunión anticipada de la Junta de Gobierno del Instituto Central y un alza sorpresiva de tasas como hizo entonces, pero lo que no puede hacer, es evitar que el gobierno opte por la venta discrecional de reservas para volver a bajar el tipo de cambio.
Eso sí que sucederá conforme el peso toque o se acerque a nuevos mínimos frente a la divisa estadounidense. Es más que dudoso que el presidente de la República vaya a tolerar que el billete verde rebase una paridad por encima de la barrera psicológica de los 20 pesos, menos aún cuando gusta de presumir los “sólidos fundamentos” de nuestra economía y la renovada línea de crédito del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Usarán las “municiones” que tengan que gastarse, por lo que en este espacio apostamos a que la “mano negra” en el mercado cambiario va a volver, con o sin alza anticipada de tipos a cargo de Banxico, si es que el dólar toca nuevos máximos. Ojalá que no lo hicieran, porque los mercados deben funcionar siempre de manera libre.
Aquí también hemos sostenido que con independencia de lo que haga o no la Reserva Federal (Fed), nuestro banco central debería continuar ese ciclo de subida paulatina de su tasa de referencia. La razón es que aunque la inflación sigue en niveles cercanos a mínimos históricos, es más probable que comience a escalar que a descender todavía más o mantenerse así por mucho tiempo.
Por si fuera poco, el mercado ha dado ya su veredicto: las tasas tienen que subir. Banxico como siempre, va un paso atrás.
México al igual que el resto de mercados emergentes se enfrenta a la huida hacia la seguridad en un entorno global de economía débil y volatilidad. Por eso decimos que el alza del dólar no es coyuntural, sino síntoma de lo aquí señalado, que es un problema de fondo. De ahí que el flujo de capitales seguirá yendo de vuelta hacia las economías desarrolladas y sus bonos que siguen encareciéndose a niveles absurdos, de burbuja, al llegar incluso a dar rendimientos negativos.
Por paradójico que sea, comienza a haber signos en el mundo de una relativa escasez de bonos de deuda. Los países emergentes están compitiendo duro por los bonos de los desarrollados que se consideran “seguros”.
JPMorgan Chase & Co. pronostica nuevos records mínimos en los rendimientos, basándose en una emisión estimada de 1.86 billones (millones de millones) de dólares este año a escala mundial, frente a compras de 1.74 billones. Aunque eso significa una oferta excedente por quinto año consecutivo, la diferencia verá su mayor reducción desde 2009.
No es casual que incluso analistas y académicos que no son precisamente los mejores amigos del oro, estén recomendando su compra.
Kenneth Rogoff, profesor de economía y política pública de la Universidad de Harvard, señala en su artículo Emerging Markets Should Go for the Gold –publicado a principios de mes en Project Syndicate-, que los países emergentes deberían aumentar sus reservas en el metal precioso. Esto asegura, no es un problema sistémico debido a que las economías avanzadas tienen (en teoría, pues a ciencia cierta no se sabe cuánto tienen en físico y cuánto solo en papel, que cuentan igual) más oro que las emergentes, y a que “un alza en el precio del oro cerraría parte de la brecha entre demanda y oferta de activos seguros que ha surgido debido al límite cero de las tasas de interés.”
De igual modo, el editorial de John Plender titulado Emerging markets should shift from dollars into gold publicado en el Financial Times, retoma el tema. Recuerda que de hecho desde 2010 los bancos centrales se volvieron compradores netos de oro.
Plender dice que el beneficio de la diversificación es real y que el costo de oportunidad de tener un activo que no genera intereses “nunca ha sido tan bajo a la luz de las tasas de interés negativas en un número creciente de economías. Y el hecho de que activos ‘seguros’ se hayan vuelto tan inseguros significa que el riesgo de tener oro con respecto al riesgo en bonos es probablemente menor que en ningún otro momento de la historia.” No hay duda.
Banxico en 2011 y 2012 hizo compras que totalizaron 120 toneladas de oro que se localizan en el Banco de Inglaterra, en Londres. El problema es que eso, más las muy pocas onzas adicionales que tiene Banxico en el país, representa menos del 3 por ciento de nuestros activos internacionales totales.
Por lo anterior, volvemos al punto de que la institución que gobierna Agustín Carstens debería seguirse llenando los bolsillos de oro hasta llegar al 10 por ciento, cuando menos, del total de reservas. Desde luego, ya que no querrán traerlo todo desde el Reino Unido para no ofender al Tío Sam y su dólar, como mínimo el 50 por ciento de toda la reserva áurea del banco central debería ser traído a resguardo en su bóveda central, donde debe estar.
Es el camino del oro el que hay que seguir. El que lo hace, no se equivoca.