Una nueva amenaza azota el horizonte de Ucrania: una posible guerra resuena entre el conflictivo país de Europa Oriental y un Gigante Ruso que tiene intenciones de anexar la República Autónoma de Crimea. A los problemas sociales, políticos y económicos que azotan el interior de Ucrania, cuyo clímax se había alcanzado con la destitución del presidente Víctor Yanukóvich (que se encuentra asilado en Rusia), se suma ahora la movilización de tropas hacia la península de Crimea, al sur del país, ordenadas por el presidente de Rusia Vladimir Putin.
Arseni Yatseniuk, nuevo primer ministro ucraniano, afirmó que estos movimientos del ejército ruso constituyen una “declaración de guerra”, y ha exigido a Moscú que retire todas las tropas de su territorio. Oiviamente esto no sucederá. No mientras el presidente Putin considere que el Gobierno de Ucrania continúa con una agresiva política anti-rusa.
La tensión en Ucrania es enorme: los habitantes de Crimea, en su gran mayoría pro-rusos, bloquean las unidades militares ucranianas junto con las tropas rusas. Según el último censo realizado en 2001, citado por Russia Today (RT), el 58,3 por ciento de los habitantes de la península de Crimea son de etnia rusa, el 24 por ciento ucranianos y el 12 por ciento tártaros.
Putin justifica sus acciones a partir de este importante grupo poblacional en la península, acciones que, por cierto, han sido condenadas enérgicamente por el bloque de países occidentales.
Repercusión del conflicto en Crimea a nivel internacional
Este fin de semana, el presidente de los Estados Unidos Barack Obama mantuvo una conversación telefónica con Vladimir Putin de aproximadamente hora y media en la que se trató de examinar la “situación extraordinaria en Ucrania”, según un comunicado de prensa del Kremlin. Putin destacó la existencia de amenazas reales para la vida y protección de los ciudadanos rusos en territorio ucraniano, y la propagación de la violencia en las regiones del este de Ucrania por parte de ultranacionalistas. Rusia, por tanto, “se reserva el derecho de proteger sus intereses”.
Al otro lado del Atlántico, según reporta Reuters, el presidente Obama afirmó que Rusia había cometido una “clara violación de la soberanía ucraniana”. La Casa Blanca anunció que Estados Unidos suspende su participación en los preparativos para la reunión del G8, que se celebraría en junio en la ciudad de Sochi.
John Kerry, secretario de estado, condenó el “increíble acto de agresión” contra Ucrania, y amenazó con “muy serias consecuencias” de parte de los Estados Unidos de América y otros países, que incluirían sanciones económicas para aislar a Rusia.
“Si se produjera una agresión, significaría la guerra y cesarían todas nuestras relaciones con Rusia”, afirma el primer ministro Yatseniuk tras una reunión con los jefes de seguridad del país. En este contexto prebélico, el Ministerio de Defensa ucraniano, Vladímir Zamana, ha llamado a los reservistas y ordenado a todos los mandos militares poner en alerta de combate a sus unidades.
Lo más perjudicial para el gobierno ucraniano es que las autoridades encargadas de la República de Crimea son afines a los intereses rusos. El gobierno de Kiev niega que la mayoría de las Fuerzas Armadas de Ucrania desplegadas en el territorio se hayan subordinado a las autoridades de la península, situación que sí confirma una fuente del gobierno a la Agencia RIA Novosti, citada por RT.
Vladímir Konstantinov, presidente del Parlamento de Crimea, anunció que en el referéndum del próximo día 30 se planteará a los votantes si quieren que la península adquiera el grado de estado, y aclaró que el Consejo Supremo de Crimea no está sujeto a las nuevas autoridades de Kiev.
En fin, la tensión y los tambores de guerra llaman a la puerta de Ucrania. Ojalá todo esto no llegue a derivar en una violencia armada, pero la realidad es que Rusia no se detendrá para actuar a favor de sus intereses al precio que sea, pese a las amenazas de Occidente.
A corto plazo es posible que Rusia no logre anexar a Crimea en su territorio, pero esto no significa que vaya a retirar sus tropas y que, en su justo momento, la invasión territorial pueda ampliarse.
Por esta razón el riesgo real que enfrentan los ciudadanos ucranianos no es sólo la división política, sino también la división real de su país. No sólo Crimea cuenta con una mayoría de habitantes pro-rusos, la zona oriental de Ucrania también tiene una mayoría de habitantes cuya lengua materna es el ruso, y que podrían simpatizar con esta causa. Si Putin decide apoyarlos, la separación del país podría ser un hecho.
Según una encuesta del año 2012 a través del grupo RATING, la lengua más usada es el ucraniano en las regiones del oeste, centro y norte del país con un 91, 73 y 51 por ciento, respectivamente. En cambio, hablan ruso en el este, sur y en Donbás en una proporción de 65, 67 y 83 por ciento.
El conflicto en Crimea puede ser el inicio, en un futuro no muy lejano, de una dolorosa división de Ucrania. El tiempo dará la razón, pero ojalá que el enfrentamiento no escale más a nivel internacional, pues sus efectos negativos se harían sentir, de entrada, en todo el mundo en los precios de los activos considerados como refugio (principalmente el oro) y el petróleo.