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A lo largo del año en numerosas ocasiones le he reiterado en este espacio a través de distintos análisis mi opinión sobre que el ciclo de flexibilización monetaria en México será pausado y extenso.


De, entre las principales razones que fundamentan mi postura, destaca la persistencia de la inflación (vista como un todo) a desacelerarse de forma sostenida y continua (Tabla 1).

Revisando la comparación anual del desglose de las cifras del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) de la lectura de mayo, de forma general, podemos ver que, si bien el componente subyacente se sitúa en su nivel más bajo del actual episodio inflacionario, en 4.21% (registrando un hueco de tan sólo 1.21% con respecto al rango objetivo), el no subyacente registra su nivel más alto desde noviembre de 2023; 6.19% (triplicando el nivel objetivo).

Partiendo de lo anterior, dentro de la inflación subyacente, en contraste con el componente de mercancías, el cual muestra un claro perfilamiento hacia el rango de 3%, su par, servicios, registra una diferencia que continúa (desde hace 22 meses) por encima de los 200 básicos con respecto al rango objetivo, hecho que se explica particularmente por los subcomponentes de vivienda y educación (colegiaturas). Por su parte, hablando de la inflación no subyacente, es importante hacer mención que, pese a que sus componentes; agropecuarios y energéticos, y, tarifas autorizadas por el gobierno, anotaron su pico en febrero de 2022 (16.17%) y abril de 2021 (19.30%), respectivamente, los datos actuales están muy alejados de sus valles, destacando con los diferenciales más amplios con respecto al rango objetivo el subcomponente de frutas y verduras, junto con energéticos; 15.11% y 12.64%, a correspondencia.


La banca central es consciente de la resiliente trayectoria inflacionaria, pues luego de varios trimestres sin ajustes considerables en las estimaciones para la inflación general y subyacente, en el anuncio de la última reunión de política monetaria (9 de mayo de 2024) se elevaron al alza para los próximos seis trimestres; promediando 267 básicos para la primera, y, 200 para la segunda (Tabla 2).


En las últimas semanas, a decir de muchos analistas, hay una variable que podría contribuir en el retraso de la continuidad del proceso de ajuste de tasas; me refiero a la volatilidad del par USDMXN.

Antes de proseguir me gustaría enfatizar que, independientemente del «mérito» que se les ha atribuido a las tasas de interés de doble dígito como impulsor de la apreciación del peso mexicano, dentro de los objetivos el Banxico no está el velar por la estabilidad cambiaria, sino por la estabilidad del poder adquisitivo. En esa línea, recordemos que desde 1995 operamos bajo un régimen cambiario flotante, por lo que, en estricta teoría, no debe haber interferencia por parte de las autoridades monetarias en la fluctuación de la moneda local.

Dicho esto, a partir de un análisis sencillo, la linealidad entre el tipo de cambio y la inflación no es del todo preponderante; sin embargo, coexiste una relación inversa en ciertos periodos, específicamente, en los deflacionarios (con mayor impacto en el componente subyacente); entendiéndose como por cada porciento que se deprecia el peso mexicano frente al dólar estadounidense, el nivel general de precios descendería (Tabla 3).

Concluyendo, mi posición se mantiene sin cambios (como la tasa de interés).

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