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Las grandes empresas del mundo comparten dos cosas en común; nacieron con un sueño y una idea. El sueño, el elemento intangible por excelencia, le brinda al empresario confianza e inspiración para materializar su proyecto. La idea, representada por el business plan, le ofrece juicio y seguridad, definiendo «con qué y hacia dónde se va», pero preponderantemente, «qué y quién se es».


Una parte medular del business plan es el plan financiero, a través del cual se delimitan cuál es y cómo se explotará el potencial económico del proyecto. Enfocándonos en el cómo, resulta clave hablar de la inversión requerida para iniciar operaciones y asegurar el crecimiento y la consolidación del modelo de negocio.

El financiamiento de una compañía va evolucionando a la par que esta última; es decir, cuán más va creciendo, más complejo y enfocado es el proceso de financiación. Tradicionalmente, se desenvuelve de la siguiente forma (Figura 1):

  • I. El emprendedor autofinancia su idea, colocando el 100% del capital.

  • II. El emprendedor crea sinergias con un tercero (cofundador), dividiéndose en partes iguales los derechos y las obligaciones.

  • III. En busca de expandir los horizontes, se hace una búsqueda conjunta de inversionistas, los cuales, al ser la primera ocasión, estarán conformados por familiares y amigos.

  • IV. Se realizan diversas rondas de inversión, acorde con el avance de la empresa, invitando a inversionistas ángeles o venture capital.

  • V. Dados los ambiciosos planes de crecimiento a mediano y largo plazo, la firma realiza su primera Oferta Pública Inicial (OPI) en la Bolsa de Valores, buscando captar capital de los participantes del mercado financiero.

El proceso de dejar de ser una empresa privada para convertirse en una empresa púbica es, por mucho, una de las etapas más importantes en la vida de un negocio, pues es el momento cuando el empresario comparte riesgos y beneficios con el público inversionista, obteniendo los siguientes beneficios:

  • I. Acrecentar el valor financiero y corporativo de la empresa.

  • II. Generar esquemas de financiamiento sólidos.

  • III. Obtener reconocimiento nacional e internacional.

  • IV. Flexibilización de las inversiones de los accionistas y participantes del negocio.

  • V. Entrada a mercados internacionales.

No obstante, el proceso de dejar de ser una empresa pública para convertirse en una empresa privada es, sin duda, otro de los momentos cumbre.


En los últimos 24 años, 59 empresas se han deslistado de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), y todo apunta a que en el corto plazo serán 10 más (Gráfica 1).

Pero, ¿cuáles son las razones por las que una compañía opta por dejar de cotizar en Bolsa?


Además del incumplimiento de las reglas establecidas de la Bolsa donde se cotiza, existen diversas razones por las que una empresa deja de ser pública (Figura 2):  

  • El involucramiento en una fusión o adquisición (procesos de reconfiguración corporativa) conlleva a que la empresa fusionada o adquirida, dado su nuevo estatus mercantil, retire sus acciones del mercado. Dos ejemplos de ello fueron los casos de Grupo Financiero Interacciones y General de Seguros, fusionada y adquirida por Grupo Financiero Banorte, S.A.B. de C.V. (BMV: GFNORTEO) en 2018 y Peña Verde, S.A.B. (BMV: PV) en 2021, respectivamente.

  • La quiebra, por naturaleza, conlleva al desliste involuntario de las acciones y demás instrumentos financieros que una compañía haya emitido en la Bolsa. Credito Real, S.A.B. de C.V., SOFOM, E.N.R. (BMV: CREAL), tras declararse en bancarrota hace algunas semanas, es un ejemplo inmaterializado de este precepto.

  • Las estrategias de financiamiento, como se mencionó anteriormente, cambian en virtud de la transformación de las empresas, por lo que en ocasiones la financiación bursátil puede dejar de ser conveniente e incluso costosa, y más si se considera que el mercado no está reconociendo su valor. Asimismo, el querer «privacidad» corporativa con una administración y gestión menos presionada es otra de las causas. Los casos de Industrias Bachoco, S.A.B. de C.V. (BMV: BACHOCO) y Monex, S.A.B. de C.V. (BMV: MONEX) ejemplifican este supuesto.

Ciertamente, el mercado bursátil mexicano vive un momento complicado, pues las dos últimas OPI’s sucedieron hace un quinquenio y un bienio, a correspondencia, la de BECLE, S.A.B. de C.V. (BMV: CUERVO*) y la de Cox Energy América, S.A.B de C.V. (BIVA: COXA*), cifra que contrasta con las seis series accionarias que desaparecieron de las pizarras de los centros bursátiles en ese mismo periodo.

La pregunta es, ¿cómo evitar este éxodo?

Si analizamos el comportamiento de la última década de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), el tipo de cambio ha sido uno de los factores que le ha quitado atractivo a las nuevas emisiones, ya que, al considerar un tipo de cambio promedio de MXN$ 12.77 por dólar estadounidense, hoy oscila en los MXN$ 20.29, de manera que, considerando la media de los niveles actuales del S&P/BMV IPC, en 50,941 puntos contra los 41,931 puntos de hace diez años, la Bolsa está 20% más barata, lo que en consecuencia genera que las empresas públicas aprovechen dicho descuento a través de la recompra de sus acciones.

Dicho lo anterior, el papel gubernamental debe jugar un rol importante en el desarrollo bursátil, comenzando con la aminoración de riesgos idiosincráticos, promover la inversión mediante la implementación de mejores prácticas regulatorias y la procuración de una mayor equidad entre las empresas que desean salir a Bolsa.

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