La versatilidad económica, se presta para analizar no solo a los mercados financieros sino los panoramas económicos nacionales e internacionales que bien los afectaría de manera directa. Por tanto, durante las dos décadas anteriores al año 2000, la demanda mundial de alimentos fue aumentando paulatinamente, junto con el crecimiento de la población mundial, unas cosechas récord, mejoras en los salarios y la diversificación de las dietas. Gracias a ello, los precios de los alimentos fueron descendiendo hasta el año 2000; sin embargo, a partir del 2004 los precios de la mayoría de los cereales comenzaron a subir. A pesar de aumentar la producción, el incremento en la demanda fue aún mayor y las reservas de alimentos quedaron seriamente diezmadas.
Ahora bien, En 2005, la producción de alimentos se vio gravemente afectada por las condiciones meteorológicas extremas que sufrieron los principales países productores. En 2006 la producción mundial de cereales se había reducido en un 2,1% y en 2007, la rápida subida de los precios del petróleo provocó un aumento del precio de los fertilizantes y de otros gastos de producción de alimentos.
Viendo que los precios de los alimentos de todo el mundo aumentaban hasta niveles sin precedentes, los países buscaron fórmulas para protegerse de una potencial escasez de alimentos o de una subida repentina de los precios. Así, varios países impusieron restricciones a la exportación, mientras que algunos de los principales importadores comenzaron a comprar cereales a cualquier precio con tal de mantener las existencias locales.
Según estadísticas del Banco Mundial, el mundo necesita producir un 50% más de comida para poder alimentar a 9.000 millones de personas en 2050. Sin embargo, el cambio climático podría reducir las cosechas en más de un 25%. La tierra, la biodiversidad, los océanos, los bosques y otras formas de capital natural se están agotando a un ritmo sin precedentes. A menos que cambiemos la manera en la que cultivamos los alimentos y gestionamos nuestro capital natural, la seguridad alimentaria seguirá en peligro, especialmente para los más pobres. (Banco Mundial, 2016).
El rápido cambio en el clima mundial se está reflejando en fenómenos meteorológicos cada vez más extremos y frecuentes, olas de calor, sequías y subidas del nivel del mar. Los efectos del cambio climático en la agricultura y las implicaciones correspondientes para la seguridad alimentaria ya son alarmantes.
A menos que se tomen ahora medidas para que la agricultura aumente su sostenibilidad, productividad y resiliencia, los efectos del cambio climático comprometerán seriamente la producción de alimentos en los países y las regiones que ya sufren una gran inseguridad alimentaria.
Con respecto a lo anterior, a través de sus efectos en la agricultura, los medios de vida y la infraestructura, el cambio climático amenaza todas las dimensiones de la seguridad alimentaria. En concreto, expondrá a las zonas urbanas y rurales al aumento y la volatilidad de los precios de los alimentos. Pero también afectará a la disponibilidad de alimentos al reducir la productividad de los cultivos, la ganadería y la pesca, y obstaculizará el acceso a los alimentos al perturbar los medios de vida de millones de habitantes de las zonas rurales que dependen de la agricultura para sus ingresos.