La semana pasada le contaba que hay algo que podría ser el ‘talón de Aquiles’ de la política proteccionista de Donald Trump: la fortaleza del dólar que él mismo, sin querer, propiciará. Si pronto lograra darse cuenta de ello –cosa poco probable, dado que requeriría la admisión de un error inicial-, podría dar marcha atrás a algunos de sus planteamientos proteccionistas que terminarán por dañar sobre todo a los consumidores estadounidenses.
La posición de su gobierno contra la fortaleza de su divisa quedó una vez más de manifiesto este lunes, cuando se dieron a conocer las declaraciones de su nominado a ser el próximo Secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, quien dijo ante senadores que un “dólar excesivamente fuerte” podría tener efectos negativos de corto plazo en la economía.
De hecho, toda la visión mercantilista de Trump se basa en la errada idea de que en el comercio lo que uno gana es lo que el otro pierde. Por eso para él es tan importante que el dólar se debilite, pues de este modo las mercancías estadounidenses se abaratan de forma artificial con respecto a las de sus socios del exterior.
Trump quiere abonar así a la reducción del déficit comercial de la Unión Americana, que de forma absurda ve como una especie de ‘saqueo’ de su país.
Como es obvio, quiere manipular a la baja el valor de su divisa mientras acusa a otros –como el gobierno de Beijing-, de hacer lo mismo. En fin.
Este peligroso empeño en devaluar la moneda para ganar ‘competitividad’ –y en poner barreras arancelarias-, puede conducirnos a una guerra comercial global, y en el peor de los casos, a un conflicto armado de grandes dimensiones.
El libre comercio es sinónimo de paz y prosperidad, igual que el proteccionismo lo es de violencia y pobreza.
Incluso si no llegamos al extremo bélico, las disputas comerciales serán suficientes para empobrecer a todos los consumidores, pues la limitación y/o cancelación del comercio –que debe ser siempre libre- implica el forzar a la gente a consumir lo que se produce de manera local, aunque sea más caro y de peor calidad.
Ahora bien. Paradójicamente, las políticas que Trump ha prometido llevar a cabo –como el recorte masivo de impuestos a las empresas y la clase media, la imposición de aranceles a las importaciones, etc.- abonarán más a la fortaleza del dólar que a su debilitamiento.
Si Estados Unidos se convierte de hecho en una ‘aspiradora’ de dólares a causa de la fragilidad de economías como la de China, a los estímulos aquí aludidos y al ciclo alcista de tasas de interés de la Reserva Federal estadounidense, la fortaleza del dólar echará por la borda todos los sueños de Trump por debilitarlo.
No por nada aquí le he contado sobre las presiones fortísimas que ejercerá sobre la Fed.
¿Se habrá dado cuenta Trump de la trampa en la que él mismo se ha metido, y del ‘efecto búmeran’ que generará? Es más que dudoso.
Como quiera, lo cierto es que sus políticas intervencionistas y proteccionistas terminarán siendo perjudiciales para la economía norteamericana en su conjunto. Sus planes están condenados al fracaso, a pesar de que podría generar un gran impulso inicial pero sólo para caer desde más alto.
No hay visos de que el curso vaya a cambiar, por lo que lo único que nos queda es anticiparnos a los hechos y actuar en consecuencia a nivel personal, empresarial y gubernamental. La ‘autodefensa’ financiera es la salida en los dos primeros casos. En el último, sólo la apertura comercial total al exterior podrá salvarnos.