El viernes pasado publicamos en el artículo “El peso se hunde: ¿qué deben hacer Hacienda y Banxico?”, que contrario a tantos “defensores” del peso que existen en la academia, los medios y autoridades, la realidad es que meterle –aunque sea “poquito”- la mano al mercado cambiario para tratar de frenar la caída del peso, no sólo es inútil sino contraproducente. Al no permitir que el peso caiga lo que tenga que caer de acuerdo a las libres fuerzas de oferta y demanda del mercado, se prolonga con un costo alto y de manera innecesaria el ascenso del dólar.
Quienes claman por que se “defienda” al peso abogan, lo sepan o no, por que se quemen reservas en un momento en el que ni siquiera estamos atravesando (todavía) por una gran crisis financiera ni económica al estilo de la de 2008-2009.
Se comete el error de pensar que sin intervención oficial de la Comisión de Cambios –integrada por funcionarios de la secretaría de Hacienda y Banco de México (Banxico) pero que preside el titular de la primera-, el peso podría dispararse sin control a niveles inimaginables. La realidad es muy distinta.
Si lo anterior fuera cierto con un dólar al alza también tendría que serlo a la baja. Veamos en cambio lo que ocurrió hace no mucho.
Después de que en el primer trimestre de 2009 el tipo de cambio rebasó muy rápido los 15 pesos por dólar por primera vez, y gracias a la inyección masiva de liquidez que lanzó la Reserva Federal estadounidense para “estimular” su economía y los mercados, el peso regresó con fuerza y se apreció hasta un máximo de 11.50 pesos por billete verde (FIX de Banxico) el 2 de mayo de 2011.
En ese entonces la Comisión de Cambios no intervino para evitar el ascenso del peso, ni tampoco se pensaba siquiera que se fortalecería tanto que –ante esa ausencia de intervención- el dólar podría bajar a por ejemplo, siete o cinco pesos. Esas mismas fuerzas del mercado que, no pudieron hacer caer al dólar de nuevo más allá de los 11.50 pesos, ni siquiera con una inyección de liquidez histórica de la Fed, son las mismas que en algún momento detendrían ahora con la misma libertad el colapso del peso.
La cura para el dólar caro es el dólar caro que, a determinado nivel, sacaría dólares por “debajo de las piedras” para comprar pesos. La intervención retrasa alcanzarlo.
La amarga medicina de la depreciación ya no nos la puede quitar nadie, pero como dice el dicho, al mal paso hay que darle prisa. No se vale que haya libertad en el mercado de divisas solo cuando el peso se aprecia pero no cuando cae.
Si lo que se quiere es defender al peso, es necesario hacerlo fortaleciendo la economía con más libertad y apertura, no con intervencionismo.
Hacienda debería recortar más sus gastos, apretarse el cinturón y bajar los impuestos, pues la pobreza en el país sigue creciendo y quien se está apretando el cinturón es la gente, no el gobierno. Eso no puede seguir así.
Por el lado de Banxico, aquí propusimos que Banxico comience ya a subir su tasa de interés de referencia. ¿Es lo idea? Por supuesto que no. En este espacio abogamos de forma explícita por la abolición de los innecesarios y perjudiciales bancos centrales, y que los tipos de interés sean determinados solo por la acción de las personas en el mercado. Sin embargo, por ahora Banxico seguirá existiendo e interviniendo el mercado, y dada esa lamentable situación, no queda más que optar por el menor de los males.
Más libertad económica y mercados abiertos, más ahorro y capital es lo que le urge a México, no más dispendio, impuestos, crédito, intervencionismo ni deuda pública. La necedad de Hacienda y Banxico de seguir por ese mismo camino, debe hacerse a un lado.