El lunes se cumplió, como veníamos hablando, lo que el domingo decidieron por amplia mayoría los ciudadanos crimeos: la anexión de la península de Crimea a la Federación Rusia. Todo bajo el “marco legal” de un referéndum que no reconoce Estados Unidos y la Unión Europea. Vladimir Putin y los representantes de la antaña República Autónoma de Crimea (ahora República de Crimea) y de la ciudad federal de Sebastopol, firmaron el acuerdo de adhesión a pesar de las presiones.
Tras firmar el acuerdo, Putin afirmo que Crimea es “parte fundamental de Rusia”. El documento con la firma fue enviado al Tribunal Constitucional para su revisión y posteriormente al Parlamento ruso y de Crimea para su ratificación, que presumiblemente será esta misma semana.
Con este hecho, Rusia anota su tercer y humillante “gol” a Estados Unidos, concretamente a Barack Obama. Podríamos considerar que el primer gol fue el asilo político de Edward Snowden, el delator y excontratista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por sus siglas en inglés), mientras que el segundo “chicharro” vino tras conseguir la suspensión de un ataque norteamericano contra Siria el año pasado, todo gracias a la negativa y presión rusa.
Putin ha logrado materializar una buena estrategia contra Obama: parecía que Estados Unidos había conseguido acorralar a Rusia en su campo centrando los intereses occidental en apoyar las revueltas ucranianas, que terminaron derrocando al presidente pro-ruso Víctor Yanukóvick e imponiendo como sustituto al favorito de los estadounidenses, Arseny Yatseniuk. Cuando todo esto sonaba a remontada, el contraataque ruso tuvo éxito y Rusia metió el tercer “gol”, con la anexión de Crimea, que tiene poca importancia geoestratégica para occidentes pero mucha para la Federación Rusa. Una victoria muy significativa, sobre todo ahora cuando es cuestión de tiempo que Ucrania se integre a la OTAN y sus fuerzas internacionales se aproximen a territorio ruso.
Posiblemente lo más a destacar de esta derrota americana es que la anexión de Crimea se haya efectuado sin un solo disparo y que las sanciones “light”, que hasta ahora han impuesto Occidente y Japón, hayan hecho que el atrevimiento de Putin haya valido la pena. Rusia ha mostrado su fuerza.
En varias oportunidades pude comentar que Estados Unidos con el fin de no tener ningún rival que pueda batallarle la hegemonía mundial, mantiene una campaña continua para acordonar y extenuar el poderío e influencia de Rusia, sobre todo en la Europa del Este, y China.
Putin lo entiende perfectamente y por eso declaró:
a Rusia le amenazan con sanciones, tratan de arrinconarla porque mantiene una postura autónoma.
Esto es algo que, por supuesto, incomoda a Obama y al resto de líderes occidentales, muy acostumbrados a que naciones enteras se subordinen a sus juicios (como es el caso de Grecia con Alemania). Dicho de otra manera, Rusia mantiene intereses por defender y no dudará en hacerlo, cueste lo que cueste. Si las sanciones contra ellas se endurecen, la respuesta de Putin será en la misma proporción.
China puede unirse al partido
Aunque hasta ahora la postura de China se mantenía neutral, los cierto es que no respaldó la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para desconocer los resultados de las votaciones en Crimea. Sus llamadas para una solución política del problema están más próximas a la posición rusa que a la occidental, como dejó ver el Ministro del Exterior chino, al declarar que dicha determinación hubiera terminado por “agravar” la crisis.
Los lazos entre China y Rusia podrían marchar fortalecidos de esta circunstancia. La agencia Ria Novosti cita que el periódico Nezavisimaya Gazeta divulgó hace pocos días un análisis de expertos del Diario del Pueblo chino, donde aseguran que:
Después de la retirada del capital extranjero de Rusia hay un vacío que debe ser rellenado. Rusia necesita inversiones foráneas. Todo eso abre oportunidades para inversores chinos y para la diversificación de las rutas energéticas de Moscú.
Este particular “partido de fútbol” todavía no ha llegado a su final. Por partes iguales, Rusia y China deberán aprovechar todo lo posible esta distracción. Rusia debería seguir el camino chino y conseguir todo el oro físico que le sea posible desde las tierras de sus contrincantes occidentales, pues es una de las pocas formas de hacerles frente de manera efectiva. El “escudo” de oro es el arma perfecta contra la excesiva deuda que cargan en hombros sus rivales, así como la impresión masiva de divisas de sus bancos centrales.