Preocupa mucho que el gobierno federal, desde la aprobación de las reformas estructurales, y concretamente de la Reforma Energética, se mantenga echando las campanas al vuelo con promesas que parecen más buenos deseos de campaña, que una realidad.
Es llamativo que sigan los anuncios en los medios de comunicación, respecto a que la reforma energética traerá consigo que disminuya el precio de la luz y el gas.
Reforma Energética
En Inteligencia Financiera Global nos alegramos de la aprobación de la reforma energética, que sin lugar a dudas va en buen camino, hacia liberalizar los mercados energéticos del país, y favorecer la inversión privada en el sector. Tendremos algunos empleos adicionales que nunca se menosprecian.
Sin embargo, decir que el que México produzca suficiente gas natural nos proporcionará de por sí mejores tarifas eléctricas, tiene varios inconvenientes tanto políticos como económicos, que más parecen una trampa de la que el gobierno de la República muy difícilmente escapará.
Primero porque la única forma de asegurar que eso sucediera, es que el gobierno no cambie los controles de precios, es decir, que por decreto, llegado el momento, decida que hay que comprar y vender el gas más barato. No hay más.
Y esto implicaría dar un paso atrás, pues para que México prospere necesitamos que el gobierno, deje de controlar con la política lo que, en la economía, se mueve por sus propias leyes.
El remedio
El remedio para los precios elevados son siempre, y sólo, los propios precios altos. Eso nos asegura que los distintos agentes económicos tengan que usar de manera más eficiente los recursos, y con la disminución de la demanda, los precios caen. Esto último no puede hacerse por decreto sin dejar en una situación peor a la escasez, pues ¿Podrían resistir las empresas vendiendo el gas a un precio tan bajo como lo decida el gobierno?
Venezuela es quizás el mejor ejemplo de que los precios no tienen que estar controlados, pues eso provoca distorsiones aún más graves en la economía, que terminan perjudicando a los más desfavorecidos.
Pero en México, si no se controlara el precio, y se permitiera que estuviese dominado por las fuerzas del mercado, las cuales determinarían el precio del gas de manera libre, el gobierno no podría ofrecer garantías de que el precio será menor.
México
Sí es verdad que una mayor oferta podría traer como consecuencia que el precio descendiera, pero siempre y cuando la demanda no crezca incluso a un ritmo más acelerado, en cuyo caso, lejos de mejorar el precio, se encarecería todavía más.
Además, hay una dificultad por partida doble en el hecho de que las tarifas a día de hoy, se encuentren ya por sí con subsidio.
¿De verdad tendrán contemplado en Los Pinos y Hacienda, que primero deberán eliminar el subsidio y luego “bajar” el gas por decreto? ¿O pensarán usar los recursos adicionales que se obtengan de la producción pública y privada de gas para ampliar ese subsidio? Se prevee imposible para las finanzas públicas.
Es ahí donde está la trampa política.
Tarde o temprano se le exigirá al gobierno unos resultados, y por supuesto, cumplir su palabra. Lo malo, es que aun no hay leyes secundarias si quiera, que marquen las reglas para la entrada de nuevas empresas al sector, y estamos a 18 meses de celebrar nuevas elecciones federales.
Es un hecho que, a pesar de que ese tipo de proyectos de extracción tardan años para ofrecer resultados, la oposición utilizará las palabras similares que ahora se usan en los anuncios oficiales, para atacar al partido en el poder.
Habrá mayor presión sobre el presidente Peña Nieto, que ojalá (desde ahora hacemos votos) resista la tentación y no se incline por seguir metiendo mano a los precios, que deberían ser libres.
La reforma energética es positiva, pero debemos mantener los pies en el suelo y saber que ni es la panacea, ni los resultados positivos se verán en el corto plazo. Si bajan el gas y la luz perfecto, pero que sea por lo exitoso de una reforma que nos volvió más competitivos y eficientes, y no por el ansia de ganar el aplauso fácil.