La criptomoneda más grande por capitalización de mercado, el Bitcoin, está acaparando nuevamente la atención tanto de los participantes del mercado como del público general, germinándose la gran interrogante de si alcanzará por primera vez la cotización de US$ 100K.
Si bien es una pregunta válida, el enfoque podría ser en qué variables están impulsándola a máximos históricos y qué tan sostenibles resultan ser los niveles actuales (dado el entorno).
La última vez que dediqué en éste, su espacio, para hablar del Bitcoin (en marzo pasado), le precisé cuán trascendental podría ser el halving en su desenvolvimiento subsecuente, considerando el retorno histórico promedio de los 3 halvings anteriores, encontrando los siguientes datos: al mes (3.22%), 3 meses (65.84%), 6 meses (354.43%) y 1 año (2,963.49%).
Bajo esa línea, en este último, la criptomoneda, ciertamente, ha respetado la tendencia alcista prevista; sin embargo, se mantiene muy por debajo de la media con un avance de apenas 0.15 veces, e incluso, al corte de los primeros 7 meses, se coloca como el más mesurado, revalorizándose 5.72% frente al promedio de 181.76% (Gráfica 1).
Si contrastamos el grado de avance relativo que ha registrado el Bitcoin en las 3 administraciones americanas que la han visto desarrollarse, encontramos que, de enero de 2013 a enero de 2017 (tiempo que comprendió el último mandato de Barack Obama), tuvo su revalorización más alta, del orden de 5,607.01%. En tanto, los datos más recientes parecen señalar que el gobierno de Joe Biden será recordado por albergar el avance más limitado, situándose en 174.59%. Y bueno, en lo que concierne a Donald Trump, se ubica en la segunda posición con una nada despreciable revalorización de 3,864.41% (Gráfica 2).
Ahora bien, ¿qué relevancia tiene esta comparativa? En esencia, ninguna, pues la naturaleza de «descorrelación» de la que se jactan los defensores de las criptomonedas las haría inmunes a los ciclos tradicionales, como los políticos o los económicos. No obstante lo anterior, el hecho que Donald Trump ganara las últimas elecciones presidenciales le genera reacciones positivas al sector, principalmente porque durante su campaña anunció que convertiría a Estados Unidos de América en la «capital criptográfica del planeta» a la vez que crearía una reserva nacional de Bitcoin. Aunado a ello, se han comenzado a perfilar nombres más pro del mercado criptográfico para ocupar la Securities Exchange Comission (SEC).
La reciente «institucionalización» del Bitcoin y otras criptomonedas (como ETH y prontamente SOL), junto con el pronto lanzamiento de opciones sobre la primera (Bitcoin) para principios de diciembre coadyuvan en su revalorización, pues miles de millones de dólares estadounidenses que se mantenían retenidos y reservados para otros tipos de activos, lentamente, ya se han ido incorporando a este mercado, dándole acceso a múltiples inversionistas, y, con ello, reduciendo las barreras de los capitales institucionales, fenómeno al que se le ha denominado FOMO Institucional.
Un ejemplo práctico de esto es que, por volumen negociado, IBIT ya es uno de los 10 Fondos Cotizados en Bolsa (ETFS, por sus siglas en inglés) más operados (Tabla 1).
Concluyendo, nuevamente, le reafirmo mi convicción sobre que la criptografía financiera tiene cabida y conforme vaya evolucionando (sigue en una etapa inicial) irá jugando un papel cada vez más protagónico. Sin embargo, en materia de wealth management, dado su historial, el Bitcoin y demás criptomonedas se posicionan más como objetos de especulación que de inversión, por lo que es esencial darle su justo valor en el portafolio de inversión.
Si bien es una pregunta válida, el enfoque podría ser en qué variables están impulsándola a máximos históricos y qué tan sostenibles resultan ser los niveles actuales (dado el entorno).
La última vez que dediqué en éste, su espacio, para hablar del Bitcoin (en marzo pasado), le precisé cuán trascendental podría ser el halving en su desenvolvimiento subsecuente, considerando el retorno histórico promedio de los 3 halvings anteriores, encontrando los siguientes datos: al mes (3.22%), 3 meses (65.84%), 6 meses (354.43%) y 1 año (2,963.49%).
Bajo esa línea, en este último, la criptomoneda, ciertamente, ha respetado la tendencia alcista prevista; sin embargo, se mantiene muy por debajo de la media con un avance de apenas 0.15 veces, e incluso, al corte de los primeros 7 meses, se coloca como el más mesurado, revalorizándose 5.72% frente al promedio de 181.76% (Gráfica 1).
Si contrastamos el grado de avance relativo que ha registrado el Bitcoin en las 3 administraciones americanas que la han visto desarrollarse, encontramos que, de enero de 2013 a enero de 2017 (tiempo que comprendió el último mandato de Barack Obama), tuvo su revalorización más alta, del orden de 5,607.01%. En tanto, los datos más recientes parecen señalar que el gobierno de Joe Biden será recordado por albergar el avance más limitado, situándose en 174.59%. Y bueno, en lo que concierne a Donald Trump, se ubica en la segunda posición con una nada despreciable revalorización de 3,864.41% (Gráfica 2).
Ahora bien, ¿qué relevancia tiene esta comparativa? En esencia, ninguna, pues la naturaleza de «descorrelación» de la que se jactan los defensores de las criptomonedas las haría inmunes a los ciclos tradicionales, como los políticos o los económicos. No obstante lo anterior, el hecho que Donald Trump ganara las últimas elecciones presidenciales le genera reacciones positivas al sector, principalmente porque durante su campaña anunció que convertiría a Estados Unidos de América en la «capital criptográfica del planeta» a la vez que crearía una reserva nacional de Bitcoin. Aunado a ello, se han comenzado a perfilar nombres más pro del mercado criptográfico para ocupar la Securities Exchange Comission (SEC).
La reciente «institucionalización» del Bitcoin y otras criptomonedas (como ETH y prontamente SOL), junto con el pronto lanzamiento de opciones sobre la primera (Bitcoin) para principios de diciembre coadyuvan en su revalorización, pues miles de millones de dólares estadounidenses que se mantenían retenidos y reservados para otros tipos de activos, lentamente, ya se han ido incorporando a este mercado, dándole acceso a múltiples inversionistas, y, con ello, reduciendo las barreras de los capitales institucionales, fenómeno al que se le ha denominado FOMO Institucional.
Un ejemplo práctico de esto es que, por volumen negociado, IBIT ya es uno de los 10 Fondos Cotizados en Bolsa (ETFS, por sus siglas en inglés) más operados (Tabla 1).
Concluyendo, nuevamente, le reafirmo mi convicción sobre que la criptografía financiera tiene cabida y conforme vaya evolucionando (sigue en una etapa inicial) irá jugando un papel cada vez más protagónico. Sin embargo, en materia de wealth management, dado su historial, el Bitcoin y demás criptomonedas se posicionan más como objetos de especulación que de inversión, por lo que es esencial darle su justo valor en el portafolio de inversión.