Desde la óptica por la que se vea (profesional o no profesional), cuando hablamos de educación financiera en México, inevitablemente (pero tristemente) lo primero que se nos viene a la mente es la enorme brecha que existe y persiste.
Para contextualizar lo anteriormente dicho, veamos algunas de las cifras presentadas en el Panorama Anual de Inclusión Financiera 2024.
En torno a la teneduría del producto financiero más accesible de todos, las cuentas de captación de la banca comercial, haciendo una comparación con países de América Latina, mientras que en México existen alrededor de 11,639 por cada 10,000 personas, se registran 19,494 en Colombia; 26,211 en Costa Rica; 29,142 en Perú, y, 35,586 en Chile (Gráfica 1).
Bajo la misma base comparativa (y considerando la data disponible de los países), hablando de los créditos, México con 6,088 créditos expedidos por cada 10,000 personas se sitúa dentro de la media (de 5,187, descontando a Brasil), pero debajo de Chile con 7,258 y, propiamente, de Brasil con 34,012 (Gráfica 2).
Por otro lado, realizando un comparativo global del número de transacciones hechas a través de plásticos, México se posiciona por tener valores bajos (53.5), representando casi el 10% de las efectuadas en el Reino Unido, el 23% de las brasileñas y la mitad de las argentinas (Gráfica 3).
¿Cuáles serían las causas de este rezago? La mayoría de las personas, en primera instancia, lo atribuirían a las lagunas del currículo educativo, otras tantas, a la desigualdad económica, y algunas más, a la desconfianza en el sistema financiero. Si bien todas coparticipan hasta un cierto grado, hay un punto del que muy poco se habla pero que podría considerarse una de las principales causales, el inestable entorno económico del último cuarto del siglo XX.
Recordando brevemente esos años, nuestro país presenció numerosos episodios de inflación galopante, crisis económicas y devaluaciones, lo que generó una percepción de incertidumbre constante que imposibilitó a la población a planificar, y, en su lugar, se privilegió el consumo. De la mano, el proceso de bancarización se caracterizó por su hermetismo a razón de, las altas tasas de interés, los estrictos requisitos de contratación de los productos financieros y el limitado alcance geográfico.
En ese sentido, considerando el número de personas adultas en edad laboral (de 18 años a 59 años) de la última edición de la Encuesta Nacional de Educación Financiera (ENIF), que suma 73, 165,939, de las cuales sólo el 78% tiene o ha tenido un producto financiero (datos a 2021), junto con los datos ya mostrados, una de las conclusiones a la que podemos llegar es que se ha «heredado» a las nuevas generaciones la acotada y sesgada (negativamente) idea de la administración del dinero con la que creció la generación X.
Bajo ese entendido, veamos algunos viejos hábitos que podrían reconfigurarse dado el ecosistema actual e incorporarlos en nuestra vida financiera (Tabla 1):
Para contextualizar lo anteriormente dicho, veamos algunas de las cifras presentadas en el Panorama Anual de Inclusión Financiera 2024.
En torno a la teneduría del producto financiero más accesible de todos, las cuentas de captación de la banca comercial, haciendo una comparación con países de América Latina, mientras que en México existen alrededor de 11,639 por cada 10,000 personas, se registran 19,494 en Colombia; 26,211 en Costa Rica; 29,142 en Perú, y, 35,586 en Chile (Gráfica 1).
Bajo la misma base comparativa (y considerando la data disponible de los países), hablando de los créditos, México con 6,088 créditos expedidos por cada 10,000 personas se sitúa dentro de la media (de 5,187, descontando a Brasil), pero debajo de Chile con 7,258 y, propiamente, de Brasil con 34,012 (Gráfica 2).
Por otro lado, realizando un comparativo global del número de transacciones hechas a través de plásticos, México se posiciona por tener valores bajos (53.5), representando casi el 10% de las efectuadas en el Reino Unido, el 23% de las brasileñas y la mitad de las argentinas (Gráfica 3).
¿Cuáles serían las causas de este rezago? La mayoría de las personas, en primera instancia, lo atribuirían a las lagunas del currículo educativo, otras tantas, a la desigualdad económica, y algunas más, a la desconfianza en el sistema financiero. Si bien todas coparticipan hasta un cierto grado, hay un punto del que muy poco se habla pero que podría considerarse una de las principales causales, el inestable entorno económico del último cuarto del siglo XX.
Recordando brevemente esos años, nuestro país presenció numerosos episodios de inflación galopante, crisis económicas y devaluaciones, lo que generó una percepción de incertidumbre constante que imposibilitó a la población a planificar, y, en su lugar, se privilegió el consumo. De la mano, el proceso de bancarización se caracterizó por su hermetismo a razón de, las altas tasas de interés, los estrictos requisitos de contratación de los productos financieros y el limitado alcance geográfico.
En ese sentido, considerando el número de personas adultas en edad laboral (de 18 años a 59 años) de la última edición de la Encuesta Nacional de Educación Financiera (ENIF), que suma 73, 165,939, de las cuales sólo el 78% tiene o ha tenido un producto financiero (datos a 2021), junto con los datos ya mostrados, una de las conclusiones a la que podemos llegar es que se ha «heredado» a las nuevas generaciones la acotada y sesgada (negativamente) idea de la administración del dinero con la que creció la generación X.
Bajo ese entendido, veamos algunos viejos hábitos que podrían reconfigurarse dado el ecosistema actual e incorporarlos en nuestra vida financiera (Tabla 1):
- I. De las frases «financieras» más famosas con las que crecieron los nacidos en las décadas de los 60s, 70s y 80s es «trabaja y ahorra», que, esencialmente no es incorrecta, pero le falta una palabra, «inversión». No pretendiendo adentrarme en terminología teórica y casos prácticos, la característica principal del ahorro es la liquidez y, por lo mismo, deja de convertirse como tal cuando se comienzan a generar retornos (por mínimos que sean); sin embargo, la flexibilidad que ofrecen algunos de los productos financieros actuales nos permite preservar el poder adquisitivo de nuestro dinero manteniendo la liquidez.
- II. Ciertamente, el déficit de inversionistas que prevaleció en México en la segunda mitad del siglo XX se debió en gran parte por la baja accesibilidad de las instituciones financieras para abrir una cuenta de corretaje, destacando los altos montos de contratación, de manera que las únicas formas de invertir se reducían a unas cuantas, como, por ejemplo, instrumentos del mercado de dinero (público y privado), los bienes raíces, un bien mueble o bien, un negocio (emprendimiento), que, al final del día, igualmente, requerían un capital robusto. No obstante, hoy es posible acceder a una amplia gama de productos de inversión desde menos de MXN$ 100.00 de forma simultánea, pudiendo participar en el mercado financiero (dinero y capitales) nacional e internacional, divisas y hasta criptomonedas, por mencionar algunos.
- III. Hace 6 años (2018) que me encontraba estudiando el penúltimo año de la licenciatura en finanzas, realicé una investigación para la cátedra de «mercados e instituciones financieras» sobre la banca mexicana, en la cual uno de los datos que más me sorprendieron fue que el horizonte 2030 apuntaba a que ésta sería 100% digital, lo que conllevaría al cierre masivo de sucursales y, con ello, la migración del servicio físico al virtual. Si visualizamos cómo ha evolucionado la industria financiera desde ese año, todo indica que vamos hacia allá. Dicho esto, usando una aplicación para celular del banco de nuestra elección podemos contratar, realizar pagos y cobros, así como hacer aclaraciones, e incluso pagar servicios, lo cual nos brinda una mayor seguridad y eficiencia en el manejo de nuestro tiempo. Usémoslas a nuestro favor.
- IV. Desde una perspectiva subjetiva, uno de los grandes hitos del sector financiero en el país es el perfeccionamiento de los servicios indirectos de las tarjetas de débito, pues muchas están ligadas a una cuenta de ahorro que genera retornos y a parte ofrecen cashback. En este punto es importante mencionar que jamás debe prescindirse de la tarjeta de crédito por una tarjeta de débito, pero sí hay que usar estratégicamente esta última en pro de nuestra cartera.
No olvide buscar apoyo profesional antes de decidirse por contratar un producto financiero, evitando siempre «automedicarse».
Nunca es tarde para enderezar nuestra vida financiera.
Nunca es tarde para enderezar nuestra vida financiera.