Economista o no, seguramente alguna vez ha escuchado el precepto metafórico de la «Mano Invisible». Dicho concepto introducido en el siglo XVIII d.C. por el padre de la economía moderna, Adam Smith, refiere a que el mercado, para lograr beneficiar a la sociedad en su conjunto, no debe sufrir intromisiones y/o controles por parte del Estado, pues de forma natural y mecánica es capaz de autorregularse a través de la oferta y la demanda.
No pretendiendo adentrarme en el tópico de la economía clásica ni tampoco en la teoría económica propiamente, hoy quisiera compartir una conjetura subjetiva acerca del escenario de incertidumbre que acoge a los mercados financieros internacionales, los cuales, si bien se influencian por múltiples variables y perturbaciones, esta ocasión un puñado (por cierto, muy visibles) se lleva el protagonismo.
El análisis económico es una de las etapas más importantes del proceso de inversión, pues a través de él podremos saber, entre otras cosas, cuán sano (financieramente hablando) se encuentra un país y en qué parte del ciclo económico se sitúa. Para ello, es esencial revisar 4 pilares principales: la producción, los niveles generales de precios, el mercado laboral y el consumo.
El análisis económico es una de las etapas más importantes del proceso de inversión, pues a través de él podremos saber, entre otras cosas, cuán sano (financieramente hablando) se encuentra un país y en qué parte del ciclo económico se sitúa. Para ello, es esencial revisar 4 pilares principales: la producción, los niveles generales de precios, el mercado laboral y el consumo.
Una de las cuestiones clave que se debe considerar al momento de leer y contrastar los datos económicos contra la información bursátil es que la Bolsa y la economía no siempre están sincronizadas. Hay veces en las que la Bolsa «dirige» a la economía, pero en ocasiones ésta demora en asimilarla.
No obstante lo anterior, las fechas en que se publican los datos económicos resultan ser sumamente relevantes para los inversionistas, y más aún cuando, como hoy, existen dudas sobre el desempeño de la economía (a decir de muchos, Estados Unidos de América estaría ya en una recesión) y la comandancia de la política monetaria (a decir de muchos, Estados Unidos de América ya atestiguaría un ciclo de relajación monetaria), la cual, por cierto, de acuerdo con el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés), se manejará, en el corto plazo, en función de cómo vayan evolucionando los indicadores económicos.
Dicho esto, considerando una variación relativa promedio diaria del orden de 0.04% del S&P 500 en del 2 de enero de 2018 al 8 de septiembre de 2023 y su cierre registrado el día en que fueron dados a conocer los resultados de los principales agregados macroeconómicos americanos (sin importar si la lectura fue positiva o negativa), en un primer análisis, se registró un amplio diferencial al alza o a la baja ante la publicación del Índice de Gastos de Consumo Personal (PCE, por sus siglas en inglés), el Índice de Precios al Consumidor (IPC, por sus siglas en inglés) y las nóminas no agrícolas. Ahora bien, considerando la amplitud de los cierres por indicador cada año, vemos que en 2023 ha tendido a registrar entre la primera y la segunda sobrerreacción histórica más alta (particularmente, a la baja) en 2 de los indicadores mencionados anteriormente (exceptuando el IPC), el índice manufacturero ISM, el índice de servicios del ISM, el Producto Interno Bruto (PIB) y las solicitudes iniciales de subsidio por desempleo (Tabla 1).
Realizando el mismo análisis cuando las lecturas han sido positivas, se han sobrepuesto los resultados del IPC y del PIB cada año. En tanto, las mayores amplitudes por año destacan el IPC, el índice de servicios del ISM, las nóminas no agrícolas, el Producto Interno Bruto (PIB) y las ventas minoristas; ésta última, con la sobrerreacción al alza más alta (Tabla 2).
Finalmente, en las lecturas negativas, los indicadores que han destacado durante los últimos 5 años son la confianza del consumidor, IPC, el índice manufacturero ISM, el PCE y el PIB. Y, por año, las nóminas no agrícolas, el PIB y las ventas minoristas; las tres, con sobrerreacciones negativas (Tabla 3).
Dicho esto, considerando una variación relativa promedio diaria del orden de 0.04% del S&P 500 en del 2 de enero de 2018 al 8 de septiembre de 2023 y su cierre registrado el día en que fueron dados a conocer los resultados de los principales agregados macroeconómicos americanos (sin importar si la lectura fue positiva o negativa), en un primer análisis, se registró un amplio diferencial al alza o a la baja ante la publicación del Índice de Gastos de Consumo Personal (PCE, por sus siglas en inglés), el Índice de Precios al Consumidor (IPC, por sus siglas en inglés) y las nóminas no agrícolas. Ahora bien, considerando la amplitud de los cierres por indicador cada año, vemos que en 2023 ha tendido a registrar entre la primera y la segunda sobrerreacción histórica más alta (particularmente, a la baja) en 2 de los indicadores mencionados anteriormente (exceptuando el IPC), el índice manufacturero ISM, el índice de servicios del ISM, el Producto Interno Bruto (PIB) y las solicitudes iniciales de subsidio por desempleo (Tabla 1).
Realizando el mismo análisis cuando las lecturas han sido positivas, se han sobrepuesto los resultados del IPC y del PIB cada año. En tanto, las mayores amplitudes por año destacan el IPC, el índice de servicios del ISM, las nóminas no agrícolas, el Producto Interno Bruto (PIB) y las ventas minoristas; ésta última, con la sobrerreacción al alza más alta (Tabla 2).
Finalmente, en las lecturas negativas, los indicadores que han destacado durante los últimos 5 años son la confianza del consumidor, IPC, el índice manufacturero ISM, el PCE y el PIB. Y, por año, las nóminas no agrícolas, el PIB y las ventas minoristas; las tres, con sobrerreacciones negativas (Tabla 3).
A nivel general, el mercado ha sido mucho más sensible (en términos de reacción) a las nóminas no agrícolas, el PIB y las ventas minoristas. En lo que va de 2023, destacan las 2 últimas, lo cual hace sentido con el ciclo económico actual, ya que, dadas las presentes condiciones restrictivas, se requiere un enfriamiento de la actividad económica para poder lograr un aterrizaje suave, mismo que no podría ser explicado, primero, por un menor dinamismo en el consumo, y, por consiguiente, en la actividad económica.