Teniendo en cuenta que la desigualdad se presenta en diferentes grados según el sexo, origen étnico y formación educativa, una frase que afirma que las mujeres tienen independencia económica ha marcado la generación, pero qué tan cierto es esto y qué representa para la economía.
El estudio de “La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad” de la CEPAL remarca que el trabajo doméstico remunerado, que se caracteriza por una alta precarización y por la imposibilidad de ser realizado de forma remota, ha sido uno de los sectores más golpeados por la crisis. En 2019, previo a la pandemia, alrededor de 13 millones de personas se dedicaban al trabajo doméstico remunerado (de los cuales el 91,5% eran mujeres) y estima que por la crisis de empleo alrededor de 118 millones de mujeres latinoamericanas se encontrarían en situación de pobreza, 23 millones más que en 2019.
El INEGI dio a conocer que en 2020, el valor económico de las labores domésticas y de cuidados reportó un monto de 6.4 billones de pesos, equivalente a 27.6% del PIB del país, las mujeres aportaron 2.7 veces más valor económico que los hombres por sus actividades de labores domésticas y de cuidados en el hogar y durante es este año aumentó el tiempo empleado en labores domésticas y de cuidados y disminuyó el tiempo destinado a las actividades de traslados fuera del hogar.
Si bien muchas niñas repiten la famosa frase, el valor de las labores domésticas y de cuidados no remunerados realizados por los menores de entre 5 y 11 años de edad reportó un monto equivalente a 0.5% del PIB del país. De este valor, 51.4% fue aportado por niñas y 48.6% por niños. Entonces, ¿qué se necesita para que las mujeres realmente tengan una independencia económica?
Apoyar y asesorar los proyectos, el interés de las mujeres en el mundo financiero cada día es mayor, el campo de la investigación es un terreno por explorar y la lucha que realizaron todas las grandes mujeres del pasado están dando sus frutos, las niñas se están convirtiendo en jóvenes fuertes, con iniciativa y estabilidad económica.
El estudio de “La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad” de la CEPAL remarca que el trabajo doméstico remunerado, que se caracteriza por una alta precarización y por la imposibilidad de ser realizado de forma remota, ha sido uno de los sectores más golpeados por la crisis. En 2019, previo a la pandemia, alrededor de 13 millones de personas se dedicaban al trabajo doméstico remunerado (de los cuales el 91,5% eran mujeres) y estima que por la crisis de empleo alrededor de 118 millones de mujeres latinoamericanas se encontrarían en situación de pobreza, 23 millones más que en 2019.
El INEGI dio a conocer que en 2020, el valor económico de las labores domésticas y de cuidados reportó un monto de 6.4 billones de pesos, equivalente a 27.6% del PIB del país, las mujeres aportaron 2.7 veces más valor económico que los hombres por sus actividades de labores domésticas y de cuidados en el hogar y durante es este año aumentó el tiempo empleado en labores domésticas y de cuidados y disminuyó el tiempo destinado a las actividades de traslados fuera del hogar.
Si bien muchas niñas repiten la famosa frase, el valor de las labores domésticas y de cuidados no remunerados realizados por los menores de entre 5 y 11 años de edad reportó un monto equivalente a 0.5% del PIB del país. De este valor, 51.4% fue aportado por niñas y 48.6% por niños. Entonces, ¿qué se necesita para que las mujeres realmente tengan una independencia económica?
Apoyar y asesorar los proyectos, el interés de las mujeres en el mundo financiero cada día es mayor, el campo de la investigación es un terreno por explorar y la lucha que realizaron todas las grandes mujeres del pasado están dando sus frutos, las niñas se están convirtiendo en jóvenes fuertes, con iniciativa y estabilidad económica.