La comida callejera ha colonizado las ciudades de América Latina, de tal manera, que ya forma parte de nuestro paisaje urbano, nuestra cultura y turismo. El ritmo de vida acelerado y citadino, los precios bajos, el “sabor casero” y la evasión de impuestos, hacen que la comida informal suene muy atractiva tanto para quienes la consumen, como para quienes la producen.