El entramado financiero, a nivel nacional e internacional, descansa sobre una serie de servicios específicos, ofrecidos por instituciones especializadas en mercados financieros, que fungen como vehículos para cumplir con las diversas expectativas de los participantes en cuanto a la administración de sus recursos.
En el plano de las inversiones, una tarea clave es la administración de los activos, en la medida que orienta todos sus esfuerzos a procurar la obtención de beneficios con los activos disponibles. Aquí, vale la pena preguntarse, ¿Qué ocurriría si esta labor no existiese? Primero, los individuos o entes tendrían que dedicar mayor tiempo no sólo al dominio de los conceptos y la obtención de experiencia en el manejo de valores, sino también canalizarlo en la búsqueda de oportunidades en el universo de instrumentos financieros disponibles. Segundo, el entorno financiero, en términos de riesgo, sería distinto y la reglamentación dedicada a la conducción de éste sería más compleja.
Tercero, la inclusión de los participantes[1] en los mercados financieros sería limitada, dado los desincentivos expuestos en los dos puntos anteriores.
Al final, todas las actividades relacionadas con la gestión de los activos son quehaceres complicados y arriesgados: generalmente, un especialista, denominado administrador de carteras[2], es la figura responsable de efectuar las actividades relacionadas con la gestión de los activos, adhiriéndose a los intereses de los clientes, ya sean individuos, empresas o instituciones. Y esta figura es una pieza fundamental dentro de los mercados, ya que promueve la incorporación de un mayor número de inversionistas al sistema financiero.
En el plano de las inversiones, una tarea clave es la administración de los activos, en la medida que orienta todos sus esfuerzos a procurar la obtención de beneficios con los activos disponibles. Aquí, vale la pena preguntarse, ¿Qué ocurriría si esta labor no existiese? Primero, los individuos o entes tendrían que dedicar mayor tiempo no sólo al dominio de los conceptos y la obtención de experiencia en el manejo de valores, sino también canalizarlo en la búsqueda de oportunidades en el universo de instrumentos financieros disponibles. Segundo, el entorno financiero, en términos de riesgo, sería distinto y la reglamentación dedicada a la conducción de éste sería más compleja.
Tercero, la inclusión de los participantes[1] en los mercados financieros sería limitada, dado los desincentivos expuestos en los dos puntos anteriores.
Al final, todas las actividades relacionadas con la gestión de los activos son quehaceres complicados y arriesgados: generalmente, un especialista, denominado administrador de carteras[2], es la figura responsable de efectuar las actividades relacionadas con la gestión de los activos, adhiriéndose a los intereses de los clientes, ya sean individuos, empresas o instituciones. Y esta figura es una pieza fundamental dentro de los mercados, ya que promueve la incorporación de un mayor número de inversionistas al sistema financiero.
En este sentido, el administrador de carteras[3], conforme a su conocimiento y experiencia en ciertos instrumentos financieros, trabaja de forma conjunta con los clientes para desarrollar objetivos de inversión[4] y portafolios[5], conforme a dos posibilidades, excluyentes:
1) gestión discrecional, el cliente delega al administrador la tarea de adquisición y administración de los activos, conforme a lo que el especialista considere mejor,
2) gestión no discrecional, el administrador le propone diversas alternativas de inversión al cliente, y éste decide la ruta a seguir.
Asimismo, es posible que se presente un proceso de negociación entre cliente y administrador en cuanto a los valores y las estrategias, contemplando algunas limitaciones como la normativa de la institución, las regulaciones del mercado y del sistema financiero, entre otras.
Ahora, el término “carteras”[6] alude a los instrumentos financieros de todos los clientes, que han sido adquiridos con recursos de los inversionistas y que han sido gestionados por los especialistas. Este término no debe confundirse con inversión de cartera, que es la adquisición de acciones de una empresa con un objetivo de rentabilidad y no de control. Por lo tanto, la gestión de carteras se define como un proceso que consiste en seleccionar y supervisar el desempeño de los instrumentos financieros que cumplan con los objetivos de inversión y apetito de riesgo de los clientes.
Para ello, no existe una receta o una serie de pasos que garanticen un resultado favorable: se combinan tanto la ciencia y el arte. ¿De qué se tratan ambos? La ciencia se refiere a la adquisición y la práctica de los conocimientos sobre mercados y productos específicos, mientras que el arte contempla la “sensibilidad” que se tiene sobre estos elementos y que se obtienen con la constante interacción entre los especialistas y los mercados[7].
1) gestión discrecional, el cliente delega al administrador la tarea de adquisición y administración de los activos, conforme a lo que el especialista considere mejor,
2) gestión no discrecional, el administrador le propone diversas alternativas de inversión al cliente, y éste decide la ruta a seguir.
Asimismo, es posible que se presente un proceso de negociación entre cliente y administrador en cuanto a los valores y las estrategias, contemplando algunas limitaciones como la normativa de la institución, las regulaciones del mercado y del sistema financiero, entre otras.
Ahora, el término “carteras”[6] alude a los instrumentos financieros de todos los clientes, que han sido adquiridos con recursos de los inversionistas y que han sido gestionados por los especialistas. Este término no debe confundirse con inversión de cartera, que es la adquisición de acciones de una empresa con un objetivo de rentabilidad y no de control. Por lo tanto, la gestión de carteras se define como un proceso que consiste en seleccionar y supervisar el desempeño de los instrumentos financieros que cumplan con los objetivos de inversión y apetito de riesgo de los clientes.
Para ello, no existe una receta o una serie de pasos que garanticen un resultado favorable: se combinan tanto la ciencia y el arte. ¿De qué se tratan ambos? La ciencia se refiere a la adquisición y la práctica de los conocimientos sobre mercados y productos específicos, mientras que el arte contempla la “sensibilidad” que se tiene sobre estos elementos y que se obtienen con la constante interacción entre los especialistas y los mercados[7].
Con relación a las estrategias, existen dos perspectivas excluyentes que son puestas en marcha por los administradores de carteras.
Primero, la gestión activa, que implica asumir un mayor riesgo y sobrepasar el rendimiento de índices bursátiles[8]: entre los índices más populares se encuentran el S&P 500[9], el Nikkei 225[10] y el FTSE 100[11]. En este tenor, los administradores toman los índices como un criterio, o benchmark: estos sujetos buscan y seleccionan determinados activos financieros disponibles, cuya combinación les brinde un mayor beneficio en comparación al mercado de referencia.
Asimismo, los administradores monitorean periódicamente el comportamiento de los índices, de los activos financieros, de las industrias, de los mercados y de la economía con la finalidad de tomar medidas preventivas, actuar ante un entorno desfavorable y, en general, asegurar un superávit versus el benchmark: para ello, estudian y producen reportes de inversiones, a partir de otros materiales que abarcan análisis técnico y fundamental.
Debido a una mayor dedicación de tiempo y esfuerzo en la gestión activa, las comisiones cobradas a los clientes son mayores y cabe la posibilidad de que el cliente no obtenga retornos superiores al benchmark.
Segundo, la gestión pasiva, cuyo fin es producir un rendimiento semejante a un índice de referencia, ni más ni menos. En este sentido, los administradores seleccionan activos financieros semejantes a aquellos que contiene el índice, y les aplican una ponderación[12] similar y, por consiguiente, el resultado es semejante al benchmark.
A comparación de su contraparte, la gestión pasiva no demanda una mayor dedicación al estudio de los instrumentos financieros ni de los mercados, por lo cual las comisiones cobradas a los clientes son más bajas.
Primero, la gestión activa, que implica asumir un mayor riesgo y sobrepasar el rendimiento de índices bursátiles[8]: entre los índices más populares se encuentran el S&P 500[9], el Nikkei 225[10] y el FTSE 100[11]. En este tenor, los administradores toman los índices como un criterio, o benchmark: estos sujetos buscan y seleccionan determinados activos financieros disponibles, cuya combinación les brinde un mayor beneficio en comparación al mercado de referencia.
Asimismo, los administradores monitorean periódicamente el comportamiento de los índices, de los activos financieros, de las industrias, de los mercados y de la economía con la finalidad de tomar medidas preventivas, actuar ante un entorno desfavorable y, en general, asegurar un superávit versus el benchmark: para ello, estudian y producen reportes de inversiones, a partir de otros materiales que abarcan análisis técnico y fundamental.
Debido a una mayor dedicación de tiempo y esfuerzo en la gestión activa, las comisiones cobradas a los clientes son mayores y cabe la posibilidad de que el cliente no obtenga retornos superiores al benchmark.
Segundo, la gestión pasiva, cuyo fin es producir un rendimiento semejante a un índice de referencia, ni más ni menos. En este sentido, los administradores seleccionan activos financieros semejantes a aquellos que contiene el índice, y les aplican una ponderación[12] similar y, por consiguiente, el resultado es semejante al benchmark.
A comparación de su contraparte, la gestión pasiva no demanda una mayor dedicación al estudio de los instrumentos financieros ni de los mercados, por lo cual las comisiones cobradas a los clientes son más bajas.
A su vez, los administradores forman parte de departamentos especializados en la gestión de carteras, y las diversas necesidades de los participantes orillan a las entidades financieras a cubrir nichos de mercado concretos: es relevante señalar que los especialistas jamás actúan bajo su propio interés y siguen las políticas internas y regulaciones de los mercados. Los administradores pertenecen ya sea a un área tradicional o no tradicional.
Por un lado, el área tradicional se dedica al manejo de los fondos de inversión, los fondos de pensiones, los fondos de empresas aseguradoras y, con una popularidad in crescendo, los fondos cotizados en bolsa, o ETFs. Por otra parte, el área no tradicional gestiona fondos de cobertura, fondos de riesgo y fondos buitre. También, cabe señalar que el área tradicional puede adoptar estrategias activas o pasivas, mientras que la no tradicional solamente aplica la gestión activa, dada la naturaleza de alto nivel de riesgo de los fondos. Precisamente, otro factor distintivo entre ambos se centra en el binomio rendimiento-riesgo, donde la tolerancia al riesgo en el tradicional es menor y, por tanto, los rendimientos son limitados, cuestión contraria al no tradicional. A este respecto, el desarrollo de portafolios de inversión apunta hacia la priorización del riesgo o del rendimiento: trabajar en ambas no es posible, y la relación entre ambas es directa.
Por ejemplo, la búsqueda de un mayor beneficio trae consigo un incremento en el nivel del riesgo. Con esto en mente, ¿Quiénes son los titulares?
1) los inversionistas en los fondos de inversión, fondos de cobertura, y fondos de riesgo,
2) los empleados en los fondos de pensiones, y
3) los propietarios de la póliza en los fondos de aseguradoras.
Generalmente, las compañías con fondos de pensiones y de aseguradoras actúan de forma más conservadora, y dan prioridad a la limitación del riesgo en sus inversiones, mientras en los otros fondos se observa una actitud más agresiva, en la persecución de un mayor rendimiento.
Bajo un approach conocido, los portafolios de inversión “idóneos” son aquellos que contienen una combinación óptima de rendimiento-riesgo, y es posible visualizarlos gráficamente en una frontera eficiente[13]: los puntos más relevantes de esta perspectiva son 1) que los portafolios óptimos caen en la curva, 2) que los portafolios subóptimos se ubican dentro de la curva, y no son las combinaciones más eficientes, y 3) entre más cercano se ubiqué el portafolio de la curva, tiende a ser “mejor”.
Por un lado, el área tradicional se dedica al manejo de los fondos de inversión, los fondos de pensiones, los fondos de empresas aseguradoras y, con una popularidad in crescendo, los fondos cotizados en bolsa, o ETFs. Por otra parte, el área no tradicional gestiona fondos de cobertura, fondos de riesgo y fondos buitre. También, cabe señalar que el área tradicional puede adoptar estrategias activas o pasivas, mientras que la no tradicional solamente aplica la gestión activa, dada la naturaleza de alto nivel de riesgo de los fondos. Precisamente, otro factor distintivo entre ambos se centra en el binomio rendimiento-riesgo, donde la tolerancia al riesgo en el tradicional es menor y, por tanto, los rendimientos son limitados, cuestión contraria al no tradicional. A este respecto, el desarrollo de portafolios de inversión apunta hacia la priorización del riesgo o del rendimiento: trabajar en ambas no es posible, y la relación entre ambas es directa.
Por ejemplo, la búsqueda de un mayor beneficio trae consigo un incremento en el nivel del riesgo. Con esto en mente, ¿Quiénes son los titulares?
1) los inversionistas en los fondos de inversión, fondos de cobertura, y fondos de riesgo,
2) los empleados en los fondos de pensiones, y
3) los propietarios de la póliza en los fondos de aseguradoras.
Generalmente, las compañías con fondos de pensiones y de aseguradoras actúan de forma más conservadora, y dan prioridad a la limitación del riesgo en sus inversiones, mientras en los otros fondos se observa una actitud más agresiva, en la persecución de un mayor rendimiento.
Bajo un approach conocido, los portafolios de inversión “idóneos” son aquellos que contienen una combinación óptima de rendimiento-riesgo, y es posible visualizarlos gráficamente en una frontera eficiente[13]: los puntos más relevantes de esta perspectiva son 1) que los portafolios óptimos caen en la curva, 2) que los portafolios subóptimos se ubican dentro de la curva, y no son las combinaciones más eficientes, y 3) entre más cercano se ubiqué el portafolio de la curva, tiende a ser “mejor”.
En linea con lo anterior, existen ciertos factores que influyen en el desarrollo de portafolios de inversión y la gestión de los activos. En primera instancia, es viable incluir en el portafolio cualquier tipo de activo financiero, entre ellos acciones, bonos gubernamentales, commodities, derivados financieros, etcétera.
De este universo disponible, los administradores eligen algunos activos conforme a ciertos criterios, excluyen otros activos y, al final, queda una muestra a la que se le denomina universo invertible.
En el primer tamizaje, se contemplan ciertos impedimentos legales que tienen los clientes para poseer cierto tipo de activos. En el segundo filtro, se incluyen las preferencias de los clientes en los activos, conforme a sus principios, políticas y creencias. Finalmente, en la tercera selección, se consideran la especialización de los administradores en algunos mercados.
Para una mejor comprensión, se presenta un ejemplo de una compañía productora de medicamentos:
1) no hay restricciones legales ni regulatorias que le impidan participar en los mercados financieros, por tanto, no ocurre el primer filtrado,
2) no está permitida la inversión en mercados de cigarros ni armas, por cuestión de política de la compañía y, por consiguiente, se excluyen estos activos,
3) el administrador tiene experiencia en bonos gubernamentales y commodities, por lo que la propuesta de inversión se circunscribe a estos activos, que conforman el universo invertible.
Aunado a esto, el desempeño de un portafolio, en la gestión activa, se mide en términos del net of benchmark, que consiste en sustraer del rendimiento obtenido el retorno del índice de referencia, impuestos y las comisiones por gestión; por otro lado, un desempeño favorable en la gestión pasiva es la aproximación al benchmark, como se ha mencionado. En el terreno de la administración de activos, se deben tomar en cuenta los siguientes elementos: 1) asignación de activos, encontrar una combinación óptima de activos a largo plazo conforme al perfil de rendimiento/riesgo del cliente, conforme a algunos modelos matemáticos y representaciones gráficas, verbigracia el approach visto, 2) diversificación, distribuir el riesgo y reducir la volatilidad[14] mediante la adquisición de activos provenientes de diversos sectores, y procurando que no estén correlacionados[15] entre sí, 3) reequilibrio, reajustar la combinación de activos después de unos meses con el propósito de mantener el perfil de rendimiento/riesgo de cliente: las proporciones de los activos en el portafolio pueden variar con el fin de mantener su perfil.
De este universo disponible, los administradores eligen algunos activos conforme a ciertos criterios, excluyen otros activos y, al final, queda una muestra a la que se le denomina universo invertible.
En el primer tamizaje, se contemplan ciertos impedimentos legales que tienen los clientes para poseer cierto tipo de activos. En el segundo filtro, se incluyen las preferencias de los clientes en los activos, conforme a sus principios, políticas y creencias. Finalmente, en la tercera selección, se consideran la especialización de los administradores en algunos mercados.
Para una mejor comprensión, se presenta un ejemplo de una compañía productora de medicamentos:
1) no hay restricciones legales ni regulatorias que le impidan participar en los mercados financieros, por tanto, no ocurre el primer filtrado,
2) no está permitida la inversión en mercados de cigarros ni armas, por cuestión de política de la compañía y, por consiguiente, se excluyen estos activos,
3) el administrador tiene experiencia en bonos gubernamentales y commodities, por lo que la propuesta de inversión se circunscribe a estos activos, que conforman el universo invertible.
Aunado a esto, el desempeño de un portafolio, en la gestión activa, se mide en términos del net of benchmark, que consiste en sustraer del rendimiento obtenido el retorno del índice de referencia, impuestos y las comisiones por gestión; por otro lado, un desempeño favorable en la gestión pasiva es la aproximación al benchmark, como se ha mencionado. En el terreno de la administración de activos, se deben tomar en cuenta los siguientes elementos: 1) asignación de activos, encontrar una combinación óptima de activos a largo plazo conforme al perfil de rendimiento/riesgo del cliente, conforme a algunos modelos matemáticos y representaciones gráficas, verbigracia el approach visto, 2) diversificación, distribuir el riesgo y reducir la volatilidad[14] mediante la adquisición de activos provenientes de diversos sectores, y procurando que no estén correlacionados[15] entre sí, 3) reequilibrio, reajustar la combinación de activos después de unos meses con el propósito de mantener el perfil de rendimiento/riesgo de cliente: las proporciones de los activos en el portafolio pueden variar con el fin de mantener su perfil.
En resumen, este articulo expuso los elementos básicos concernientes a la gestión de carteras: entre ellos, su definición, su papel en los mercados financieros, la importancia de la figura del administrador de carteras, las estrategias esenciales, las áreas de inversión, los rasgos fundamentales en la construcción de los portafolios de inversión, y los factores claves en la administración de los activos. Sin embargo, algunos tópicos más avanzados quedaron fuera de este material, entre ellos el detalle sobre los fondos tradicionales y no tradicionales de inversión, el abordaje de algunos modelos cuantitativos para la asignación de activos, las principales actividades y el “día a día” en la vida de un administrador de carteras, y la explicación sobre los índices de referencia.
Notas a píe de página:
[1] Para el propósito de este artículo, participantes equivale a clientes, que son individuos, empresas o instituciones.
[2] En inglés, portfolio manager. No confundir con administrador de cartera en cobranza, dedicado al cobro y recuperación de carteras de las empresas.
[3] Para simplificar el artículo, se presenta sólo la figura del administrador de carteras, aunque en la práctica también participan un equipo de administración, o coadministradores.
[4] Formalmente, planificación financiera.
[5] Portafolios de inversión, que son el conjunto de instrumentos de inversión que, técnicamente, posee el inversionista.
[6] Formalmente, carteras de inversión.
[7] Sensibilidad, en cuanto a la consciencia de lo que ocurrirá en un mercado ante algún evento.
[8] Una construcción estadística que refleja, cuantitativamente, el desempeño de las empresas más relevantes en la bolsa, así como, cualitativamente, el sentimiento de los mercados en un país.
[9] Engloba a las 500 empresas más grandes, en términos de capitalización, en Estados Unidos.
[10] Engloba a las 225 empresas más liquidas de Japón.
[11] Engloba a las 100 empresas más grandes, en términos de capitalización, en Inglaterra.
[12] También se entiende como el peso o nivel de importancia. En la actualidad, las empresas tecnológicas tienen un mayor peso en el total de los rendimientos de los mercados.
[13] Teoría introducida por Harry Markowitz.
[14] Evitar vaivenes pronunciados en los rendimientos del portafolio.
[15] Que el movimiento de ambos, en materia de rendimientos, sea en la misma dirección.