Nuestra gran fiesta electoral se encuentra a vísperas de llevarse a cabo, donde millones de ciudadanos habremos de presentarnos a votar para cumplir con nuestro deber ciudadano. El próximo domingo 2 de junio, las mexicanas y mexicanos tenemos una cita con la democracia en la que decidiremos el futuro de nuestro país. Sin embargo, pasado el periodo de campañas, conocidos los candidatos y sus propuestas, y al acercarse cada vez más el día de la elección, surge desde nuestros adentros la pregunta: ¿por qué votar?
En el campo hay un dicho popular que dice (palabras más, palabras menos): “Quien presta pistola pa' disparar, caballo para montar o mujer para bailar, no tiene nada que reclamar”. Lo mismo sucede con el voto, quien no ejerce su voto, permite que otros decidan por él. Y quien no vote, no debería tener porque quejarse si la decisión de los demás no le parece correcta.
El sentido del voto recae en la democracia, porque al ejercer nuestro voto, apostamos a elegir a nuestros gobernantes y solucionar conflictos de forma pacífica. Votar significa confirmarnos como parte de una comunidad, votar es incluirnos en el colectivo que sueña y anhela con un mejor país. No ir a votar, es renunciar a ser parte de esa comunidad, es abandonar ese deseo común de emoción y esperanza por el futuro de nuestro país. No ir a votar es alejarnos de nuestro derecho del sufragio, de conocer y debatir las mejores propuestas para nuestro país. No ir a votar, es ignorar la lucha que libraron otros -con su sangre y hasta su vida- para que nosotros podamos disfrutar el voto. No ir a votar, es entregar nuestra decisión a otros, porque aquellos que sí vayan a votar decidirán por todos aquellos que no.
Por supuesto, es innegable que la sociedad mexicana se encuentra en un estado de desencanto frente a la arenga política. Como ciudadanos hemos sido testigos del vergonzoso actuar de nuestros funcionarios electos, de su desempeño y sus lastimosos resultados, y de forma conjunta llegamos a la conclusión de no ser dignos del gran pueblo de México. Sin embargo, la democracia permite que la ciudadanía “castigue” a sus gobernantes al no volverlos a votar y abriéndole paso al candidato que puede representar una mejor alternativa. He aquí, otra respuesta al porqué votar.
Aunque, claro está, que el desencanto en la política no debe convertirse en el desencanto en la democracia. No existe ninguna justificación ante ese desencanto.
Por allí dicen, que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo, y aunque lo digan con sorna, es esta enfermedad la que da a la a nuestro país una esperanza de cambio. Gracias a los jóvenes presenciamos un nuevo formato en las elecciones y en las campañas, donde nuestras demandas y peticiones fueron escuchadas, por lo que su formato fue rediseñado para tener una mayor participación juvenil y captar la atención de este importante sector de la población. Además, no hay mayor ejemplo de cambio en las elecciones, que las promociones de diversas empresas para todas aquellas personas que acudan a votar, algo no visto anteriormente para incentivar el voto juvenil. Nuestro poder de convocatoria como jóvenes es importante, hagámoslo valer.
Ahora bien, los jóvenes tomaremos mayor protagonismo en esta elección, desde hace generaciones hemos y seguimos pidiendo espacios para que nuestra voz sea escuchada, por lo que, los espacios que se nos han otorgado son resultado de la herencia de lucha que otros pelearon por nosotros. Debemos responder a la altura de las circunstancias, sin caer en los vicios del pasado por conseguir un puesto o mayor crédito frente a los políticos. Nuestra responsabilidad cívica con nuestro país y nuestra democracia ha iniciado, por lo que todo joven que participe en las elecciones deberá conducirse conforme a esa responsabilidad. Cada joven que cae en vicios del pasado y es una traba al futuro común que anhelamos. Lo que nos depare en el futuro, será consecuencia de nuestras acciones.
Histórica y contemporáneamente, hay elecciones que merecen un mayor esfuerzo para que la ciudadanía salga a votar (p. ej. en Gran Bretaña las elecciones generales se tradujeron en permanecer o salir de la Unión Europea, y su resultado se tradujo en el BREXIT). Para el caso mexicano, en cada elección general se ha dicho que es de vital importancia y que definirá el destino del país, por mencionar algunas; se dijo en el 2000 con la alternancia de poder entre el PRI y el PAN, en el 2006 cuando se señaló a AMLO como “un peligro para México y la de 2018 cuando se decía que el país se convertiría en Venezuela(!) si AMLO resultaba vencedor. Aunque, ninguna de estas elecciones citadas ha representado ese punto definidor en la historia democrática de nuestro país, esta elección es única y sí definirá el destino de nuestro país por lo declarado por ambas candidatas que buscan la presidencia; por un lado, la oposición (Xóchitl Gálvez, PRI-PAN-PRD) ha señalado que se juega la democracia de México en esta elección -que puede o no tener razón la candidata- por el proyecto de nación de la candidata del partido oficial. Y por otro lado el oficialismo (Claudia Sheinbaum, MORENA-PT-PVEM) que en su proyecto de nación -el llamado “Plan C”- plantea una serie de reformas trascendentales para nuestro sistema de gobierno, mismo que puede ser catalogado de antidemocrático y autoritario. Cabe agregar, que no se incluye al tercer candidato (Jorge Maynes, MC) por cuestión de celeridad, no por preferencia.
Continuando. El considerar a una elección como trascendental depende de: los puntos de vista y de los argumentos en coyuntura, de lo que se considere importante para el país, de los intereses personales o del grupo social al que se pertenece, sin embargo, claro está que se juegan proyectos de nación, sumamente distintos con sus diferentes aristas. La decisión entre uno de estos dos proyectos que puede representar un cambio importante en nuestro país, también, representa un llamado al porqué votar de la ciudadanía. Además, resulta esta elección histórica por ser aquella en la que elegiremos a la primera presidenta del país.
He escuchado durante estas semanas recurrentemente un argumento de justificación para no votar: la elección ya está decidida. Lo que me recordó que Carlos Tello Díaz escribió que las elecciones nunca son un trámite y que la historia demuestra que antes de la contienda electoral nada se ha escrito en piedra. Por lo que todo votante debe abandonar la idea de no presentarse a votar "porque ya está decidida la elección", no, votemos para que no se deje en manos de otros una decisión tan importante. Votemos para que la voluntad general se imponga.
Por allá de 1916, en los debates del Congreso Constituyente (de donde nació nuestra Constitución vigente, fruto de la sangre de mexicanos que reclamaban la democracia con la que ahora contamos) el Diputado Cravioto dijo en una de sus participaciones:
“El instante es solemne y es muy seria la obra. Necesitamos que el pueblo nos comprenda unidos, trabajando por hacer una gran patria, próspera y feliz; confundiéndose todos en este gran ideal común, sintámonos mexicanos, nada más que mexicanos, pero profundamente mexicanos, y vayamos en nombre de la república a las glorias de la libertad.”
Que la desesperanza no nos haga inmóviles e indiferentes. A votar.
Estudiante de derecho.