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El peor momento de la historia

Si nació en la década de los 90’s, se identificará con la siguiente frase: «ustedes, las nuevas generaciones, nacieron con el celular en la mano». Una expresión muy utilizada en las aulas que hace alusión a que quienes representan las nuevas generaciones, tienen a su alcance un centenar de información, y que, por ende, su vida es más fácil.

Algo innegable es que la tecnología nos ha simplificado muchas cosas de nuestro día a día, desde las labores hogareñas, pasando por las académicas y laborales, hasta incluso las financieras; sin embargo, en esta última coexisten ventajas y desventajas por igual.

Para explicar y profundizar en éstos, unilateralmente, doy por hecho que usted, estimado lector, está considerando o es ya titular de una cuenta de corretaje no discrecional y/o un wallet de criptomonedas, teniendo experiencia no profesional en sus respectivos manejos y que posee conocimientos básicos o intermedios de finanzas bursátiles.

  • Información: ya sea suscribiéndose a plataformas especializadas en economía y finanzas, uniéndose a grupos de discusión en las redes sociales, siguiendo las publicaciones de cuentas verificadas de especialistas o expertos en Twitter, o simplemente sintonizando canales de noticias financieras, cualquiera puede informarse y estar al tanto de lo que está sucediendo en el mundo financiero. Pese a ello, abunda y sobrepasa la información inútil a la sensata y, por consiguiente, lo lógico se trivializa, mientras que lo irracional se posiciona. El inversionista minorista debe ser selectivo y exigente con la data que analiza, pues ésta es la base que le permitirá hacer una buena inversión.
  • Costos: acceder a servicios de intermediación bursátil es cada vez más asequible, por ejemplo, en México es posible abrir una cuenta de corretaje desde un teléfono inteligente o una laptop con acceso a internet con un capital inicial de MXN$ 100, cuando hace no muchos años atrás esa cifra era de 5 a 6 dígitos (dependiendo la institución financiera), a la vez que las comisiones por operaciones de compra y venta de valores son más competitivas, habiendo plataformas donde ni siquiera existen. Poniendo un poco de contexto, de acuerdo con datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), al cierre de 2021, habían 3,096,413 cuentas de inversión, significando un crecimiento de 13.2 veces respecto a las registradas cinco años antes. Si bien ha logrado promoverse la inclusión financiera entre mayores segmentos de la población, resulta ser un arma doblemente afilada, ¿por qué? Sencillamente porque la inversión en Bolsa no es para todos. Los usuarios de servicios financieros deben saber que los productos de inversión están diseñados para diferentes perfiles, por lo que antes de elegir uno es fundamental que conozcan cuál es su perfil de inversionista y asesorarse con un especialista en la materia, evitando a toda costa contratar una cuenta no discrecional; en este punto puedo asegurar que la mayoría ya lo hizo sin seguir los dos pasos anteriores.
  • Academias: al navegar por la red, es común encontrarse con templates y publicidad sobre programas formativos de finanzas a bajo precio. Comúnmente podría tratarse de un fraude o de una persona sin las credenciales y/o carente de experiencia profesional.
  • Cursos exprés: en línea con lo anterior, es importante señalar que también existen cursos y talleres de finanzas muy serios y profesionales, los cuales generalmente se encuentran plataformas de educación virtual, que, si bien le ofrecen una preparación completa e integral al estudiante, no lo es todo. Convertirse en un inversionista profesional requiere no sólo de una carrera, sino también de mucha práctica.
  • Control: en el siglo pasado, la única forma de conocer el estatus de nuestras inversiones era contactando directamente vía telefónica al agente de Bolsa que se nos fue asignado, actualmente, desde una aplicación es posible visualizar en tiempo real las plusvalías y/o minusvalías de nuestra cartera de inversión. Esto forma parte del proceso de democratización financiera que anteriormente señalé; no obstante, al considerar factores como la velocidad con la que trasciende la información o el estado anímico, se tiende, de una u otra manera, a actuar con emoción mas que con sentido común, y peor aún si vemos minusvalías; recuerde que los seres humanos, por naturaleza, somos reacios a las pérdidas. En síntesis, ¿hay un mayor control o descontrol?
  • Influencers: en las redes sociales abunda contenido de finanzas e inversiones cuya autoría es de personalidades o individuos no tan conocidos, mediante el cual comparten su experiencia usando productos financieros u ofrecen lecciones y consejos de diversos tópicos financieros. La cuestión aquí es que gran parte de esta información está sesgada a una opinión personal (perfil del inversionista) o está mal explicada, además que los usuarios, principalmente adolescentes, encuentran motivación e interés para comenzar a invertir basándose en dichos contenidos, conllevándoles a incurrir en riesgos innecesarios, o, en el peor de los casos, a perder su dinero.
  • Administración y gestión del portafolio: indudablemente, los inversionistas privados cuentan con mejores procesos de asignación de activos, pues éstos se estandarizan y adecuan casi de manera automática de acuerdo con los perfiles de sus clientes, al igual que las diferentes estrategias de inversión y de rebalanceo, por el contrario, los inversionistas minoristas tienen una menor infraestructura para administrar su portafolio de inversión, ergo, tienen mayor libertad y flexibilidad. Sin embargo, es justamente esa libertad y flexibilidad sumado a la amplia variedad de instrumentos financieros y no financieros a los que se tiene acceso en nuestros días lo que genera frustración y duda acerca de cuál o cuáles serán las mejores alternativas de inversión.

Siempre he sostenido que no hay mejor momento como éste para convertirse o ser un inversionista, y es un hecho que cada vez son más las personas interesadas en las finanzas, lo cual, nos obliga a los profesionistas del área a continuar mejorando nuestra oferta de servicios, pero sobre todo a seguir coadyuvando en la promoción de educación financiera de calidad para no hacer de éste el peor momento para convertirse o ser un inversionista.

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