En México, como en muchos países en desarrollo, buena parte de su población vive en situación de pobreza. Lamentablemente nuestro caso (y el de otros países latinos) no es como el de China, donde su crecimiento económico sí ha traído consigo el mejoramiento en las condiciones de vida principalmente de las personas de menores ingresos. En el caso mexicano hemos tenido años de prosperidad económica (poca ciertamente, pero crecimiento al final de cuentas) sin que ello significara que la gente haya abandonado las carencias, incluso pasó lo contrario: con todo y la bonanza económica del salinismo por ejemplo, continuó en aumento el número de pobres. Entonces las grandes preguntas son: en nuestro país ¿el crecimiento económico reduce la pobreza? ¿si? ¿no? ¿por qué?
Partamos de un hecho comprobado por la academia y (más importante) que se puede vivir y notar por experiencia propia en lo que vemos todos los días en nuestro entorno más cercano: el crecimiento económico de México de los últimos 20 años (con Fox, Calderón y Peña) no logró que la pobreza de nuestra gente se redujera, así que lamentablemente la prosperidad mexicana no hace que a la personas que menos tienen le vaya mejor, sin embargo ese crecimiento sí se concentró en la parte más alta de la distribución de la riqueza, es decir, que se quedó “arriba” y de ahí no bajó al resto de la población.
Actualmente y a propósito del cumplimiento de un año del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, vale la pena analizar los resultados que su administración está obteniendo en materia económica, pues en campaña prometió tazas de crecimiento de hasta 4%, algo que sólo se ha visto en el mandato de Salinas de Gortari, y justo esa promesa es lo que hoy en día millones le están reprochando, sin embargo, lo peor de este asunto es que hasta ahora no se ven claros los cimientos para que un crecimiento así pudiera ocurrir al menos a la mitad de su sexenio.
Justo ahora muchos miran la realidad más inmediata que es nuestro actual estancamiento, con una economía trabada en el 0.0% de crecimiento, es decir, nada, ni crecemos, ni decrecemos, pero ello no consuela porque para efectos prácticos esa cifra y nada es lo mismo, no es esperanza y sí significa parálisis y frustración.
Pero siendo justos con un mejor análisis y aunque este estancamiento económico efectivamente es el peor arranque de sexenio del cual se tenga registro desde Ernesto Zedillo en plena crisis de 1995, tampoco debemos olvidar que tuvimos años peores, pues en los archivos del Banco de México consta que en el primer año de Vicente Fox decrecimos en -0.17%, con Ernesto Zedillo -6.22% y con Miguel de la Madrid -3.49%. Ciertamente los mejores arranques de sexenio en épocas contemporáneas han sido para Carlos Salinas de Gortari con 4.11% apalancado por la venta de Telmex y Aeroméxico; para Felipe Calderón con 3.29% de crecimiento, y con Peña Nieto fue de 1.60%, que era considerado el inicio más bajo, sin embargo ahora ese lugar es para López Obrador.
Sin embargo, los números de Salinas y de Calderón no deben considerarse un ejemplo, y menos afirmar (como hacen muchos) que sus respectivos partidos (PRI y PAN) “sí saben gobernar”, pues a pesar que con el salinismo vivimos cierta prosperidad, la pobreza en ese sexenio fue escandalosa, al grado que el gobierno de Zedillo (según datos de la Secretaría de Desarrollo Social de la época de Vicente Fox) recibió al mayor número de pobres extremos del cual se tenga memoria desde los tiempos de Miguel Alemán, ya que de cada 100 mexicanos, 16 estaban “en la miseria”, es decir, 66 millones de pobres extremos de una población de 95 millones de aquél entonces; de hecho el salinismo fue el periodo donde más se deterioró la economía del mexicano común, ya que la bonanza económica generada en ese periodo se quedó entre los más ricos, la clase media se contrajo y los pobres se hicieron más pobres, entonces ¿de qué sirvieron las ejemplares tazas de crecimiento del sexenio salinista?
El caso de Calderón es muy similar: de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el ex presidente recibió un país con 45.5 millones de pobres y para 2012 la administración calderonista los aumentó en 61.4 millones, es decir que generó 15.9 millones de nuevos pobres; esto a pesar de que con Vicente Fox (entre el año 2000 y 2004) volvieron a expandirse las clases medias gracias a sus políticas de reducción de la pobreza. De hecho Calderón le heredó a Peña Nieto un país sumido en la desigualdad social (nuevamente datos de Coneval).
Con este panorama era más que evidente el hartazgo de la población y era impensable que tanto el PRI y el PAN podrían quedarse en la presidencia nuevamente. Sin embargo, ahora en tiempos de AMLO persiste la pregunta ¿bajará la pobreza en tiempos de la 4T?
Con López Obrador estamos viviendo una economía al revés: porque mientras en el pasado hubieron años de prosperidad que no se reflejaron en mejores condiciones para la gente, en este sexenio se están atendiendo a sectores marginados como adultos mayores, estudiantes, madres solteras y a todas esas personas que más lo necesitan por encontrarse en una situación precaria generada por los dos últimos sexenios, pero de poco servirá brindarles apoyo si no se hace algo contundente que haga crecer nuestra economía, es decir, debemos dejar de estar en los extremos: en el crecimiento sin beneficios para la población, y dando ayudas a quienes las requieren sin tener un crecimiento económico, pues los apoyos sociales necesitan la base productiva que los sostenga.
Para que la pobreza y la desigualdad en México dejen de persistir, es necesario que el gobierno de López Obrador atienda las principales causas que las generan, eso sí sería una verdadera y palpable cuarta transformación:
- Acabar con la precariedad de los ingresos de los trabajadores. Desde hace años el salario es insuficiente (la misma OCDE lo ha afirmado varias veces) y no es casualidad que muchos trabajadores y trabajadoras tengan otras actividades para “completar el gasto” como las ventas por catálogo por ejemplo, por ello fue un grave error querer cobrar impuestos a quienes se dedican a esa actividad.
- Las políticas sociales deben seguir pero no deben usarse como herramienta de aceptación a favor del actual gobierno, si se usan así no estarán orientadas en combatir eficazmente la pobreza y la desigualdad.
- Se requiere diseñar o rediseñar reglas que redistribuyan la riqueza. Como ya vimos en México tenemos un sistema económico en donde el poco crecimiento económico que se genera se lo quedan unos cuantos, y ya es momento de que a los más pobres les toque algo de la prosperidad que pudiera generarse.
- Se debe contrarrestar la creciente polarización social, comenzando por los discursos divisorios del presidente, pues él mismo a veces alimenta la división y no abona a la unidad y la reconciliación.
- Definitivamente esta administración debe alentar el crecimiento económico porque con él se puede financiar el apoyo a los sectores más vulnerables, recuperar la confianza de la gente y generar prosperidad.