En estas semanas se dieron a conocer dos noticias importantes porque encienden los focos rojos (que más bien ya son púrpuras) sobre el estado que actualmente guarda la producción alimentaria de México:
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Una plaga proveniente de América Central conocida como “roya” está devastando las plantaciones de café en los estados del sur de México, siendo Chiapas el más afectado porque 25% de su producción ya está infectada y hay amenaza real de que esto pueda expandirse a otros estados. México produce casi 4.3 millones de sacos de café al año, pero si este desastre no se controla, la producción podría disminuir en un millón de sacos. Los productores calculan que si las autoridades no hacen algo, en dos años más México podría pasar de exportador a importador de café.
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En lo que va del año y hasta los primeros días de este mes de mayo, el precio del tomate verde ya registró un incremento en su precio de más de 300% lo cual ha causado disminución en las ventas. Según los vendedores de este producto, el encarecimiento es causado por las sequías que han afectado directamente a las zonas donde se cultiva el tomate.
La producción alimentaria de nuestro país ha venido en picada por diversos factores económicos aplicados desde la década de los ochenta, pues hace 30 años era más barato comprar alimentos a otros países que producirlos aquí, pero desafortunadamente la situación se revirtió con el paso de las décadas y no hicimos algo al respecto. Actualmente a estas políticas alimentarias hay que sumar el cambio climático, fenómeno que pone nerviosos a los mercados, a las empresas de seguros y a la producción agrícola en general.
Los datos de la crisis alimentaria
Según cifras oficiales, cada vez que una familia mexicana se sienta a la mesa a comer, poco más de 50% de lo que consume se elabora en México. Sin embargo hay organizaciones no gubernamentales e investigadores que aseguran que es justo lo contrario, es decir que más de la mitad de lo que se consume en México viene de fuera y que poco más de 40% es de origen nacional. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) calcula que cada año nuestro país gasta unos 15 mil millones de dólares comprando a otros países para completar la canasta básica, y esta cifra ya está muy cercana a los ingresos por venta de petróleo.
Acabando con mis mitos
La representación de la FAO en México asegura tajantemente que “ningún país tiene soberanía alimentaria” pues ninguno produce todo lo que su población consume y en ese sentido el comercio alimentario entre naciones está justificado.
Este organismo explica que un país puede afirmar que goza de seguridad alimentaria cuando es capaz de producir 75% de lo que consume. En ese sentido, si México genera alrededor de 50% de lo que come, verdaderamente estamos en una situación de dependencia, misma que puede incrementar si no hacemos cambios importantes. Para ejemplificarlo hablemos del maíz, el grano emblemático de nuestra cultura y del cual sólo producimos 21 toneladas al año pero necesitamos 31 para cubrir la demanda, entonces compramos 10 toneladas al exterior (principalmente al continente africano), lo cual nos pone en “una situación de dependencia” según la FAO, pues nos vemos obligados a comprar la tercera parte del maíz que necesitamos.
¿Qué opina la ciencia?
En 2012, expertos de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) advirtieron que nuestro país puede vivir una situación complicada si no nos ocupamos con calidad de urgente del problema de la seguridad alimentaria, porque ya hay registros de que nuestra producción de comida no estará al ritmo del crecimiento de la población y por si esto fuera poco la situación se agravará debido a los cambios en el clima.
La Organización de Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación asegura que de continuar las cosas como están en el sector agropecuario de México, en 30 años más dependeremos en 80% del exterior, es decir que en 60 años habremos comprometido nuestra soberanía alimentaria y ello genera más gastos y consecuencias en el poder adquisitivo, pues al comprar afuera, nuestros precios en el mercado interno son más caros.
¿Cuál es la solución para la crisis alimentaria?
El Consejo Nacional Agropecuario (CNA) admite que a diferencia de naciones como Japón, México tiene potencial para incrementar su capacidad en producción alimentaria, pues aquí tenemos territorio que podemos usar.
Es prioritario que México aumente su productividad haciendo más rentables las casi 22 millones de hectáreas que se calcula que podemos explotar, en ese sentido el cultivo hidropónico sería una solución y para muestra el siguiente ejemplo:
Actualmente en Sinaloa se siembran a cielo abierto unas 30 mil hectáreas de jitomate, las cuales producen un millón y medio de toneladas al año; si ese vegetal se cultivara en invernadero, esa misma producción se obtendría en tan solo cinco mil hectáreas.
Investigadores de la Universidad Autónoma de Chapingo aseguran que los invernaderos de hidroponía son una alternativa de producción para nuestro país. Desafortunadamente 60% de dichos invernaderos fracasan debido a desconocimiento de productores, falta de capacitación técnica y del mercado, sin embargo, las cifras dicen también que una empresa de este tipo bien asesorada sólo tiene 2% de pérdidas.
La actual administración del presidente Peña Nieto ha creado el Instituto del Emprendedor para apoyar el nacimiento de empresas estratégicas para la economía nacional, y en este sentido las que tienen que ver con el sector agropecuario están contempladas en dicho programa. Además la Sagarpa, la Secretaría de Economía y la UNAM ofrecen asesorías para capacitar ampliamente a quien quiera dedicarse a esta actividad y como una muestra tenemos a la empresa Hydro Greenhouse, la cual inició operaciones en agosto pasado y es la única productora de lechuga hidropónica registrada en el estado de Tlaxcala.
Sin embargo, el apoyo desde la administración federal y del sector académico no es suficiente, también es mandatorio acabar con “coyotes” o intermediarios porque son quienes hacen lo que quieren con los precios. En el caso del maíz por ejemplo, compañías como Cargill y Maseca dominan los sistemas de distribución e imponen precios altos. Sería necesario perfeccionar los canales de comercialización, hacer bodegas rurales (para evitar la pérdida de producción en estas zonas) y/o construir otros centros de abasto para no concentrar en pocas manos la compra-venta de alimentos. Esto es una tendencia que ya se manifiesta entre empresarios, pues algunos están dejando de comprar en las centrales de abasto y están contactando directamente a los productores, pues al eliminar a los intermediarios obtienen mejor precio y calidad.