Debido a sus efectos sobre la producción, la inversión, la selección de tecnología y la desigualdad, el tener acceso a crédito es esencial en las economías de hoy día. Además, dentro de cada economía, los beneficios de tener acceso al crédito no se limitan a un segmento particular de la población.
Tanto las grandes corporaciones y los segmentos más ricos de la población como microempresas y la población rural pobre se ven beneficiados al tener acceso a préstamos.
Tener acceso a crédito permite financiar el capital de trabajo y hacer inversiones en capital fijo.
Ante caídas del ingreso provocadas por choques negativos como enfermedades, desempleo, eventos sociales, fenómenos climáticos o simples fluctuaciones temporales, el poder obtener préstamos permite suavizar el consumo sin tener la necesidad de deshacerse de activos productivos o de valor personal. Asimismo, el disponer de crédito reduce la renuencia a adoptar tecnologías que aumentan, a la vez, el nivel medio y el nivel de riesgo de los ingresos (Ghosh, Mookherjee y Ray, 2000).
A pesar de los grandes beneficios que el tener acceso a los mercados crediticios representa, las características particulares de estos mercados impiden que una parte de la población tenga acceso a ellos, al menos formalmente.
Los mercados crediticios se caracterizan por la falta de mercados, información asimétrica y problemas de incentivos. Esto causa, entre otras cosas, que uno de los principios básicos de la economía, la ley de oferta y demanda, no aplique. La ley de la oferta y la demanda indica que si la demanda es mayor que la oferta, los precios aumentarán y esto provocará que la demanda disminuya y/o la oferta aumente hasta que se alcance un nuevo equilibrio. Por lo tanto, si los precios hacen su trabajo, todos aquellos que desean y pueden comprar un bien o servicio al precio de mercado, lo podrán hacer.
Si esto fuera cierto en los mercados crediticios, todos aquellos sujetos que quisieran y pudieran pagar una determinada tasa de interés podrían acceder al mercado y recibir un préstamo. Esto no sucede así.
Stiglitz y Weiss (1981) desarrollaron la teoría de selección adversa en torno a los mercados crediticios y demostraron que cuando el único instrumento de política con que cuentan los prestamistas es la tasa de interés, en un mercado competitivo con tasas de interés flexibles, en equilibrio, existirá un exceso de demanda por crédito. Es decir, una parte de la población que desea y puede pagar la tasa de interés de mercado se quedará sin poder acceder a un préstamo.
Posteriormente, Bester (1985) demostró que si los prestamistas cuentan con dos instrumentos de política —tasas de interés y requerimientos de colateral— es posible alcanzar un equilibrio competitivo en el que no exista exceso de demanda.
El punto clave es que los individuos deben tener algún tipo de colateral para acceder a crédito (y este colateral debe ser aceptable como tal para el prestamista). Por lo tanto, aquel segmento de la población sin colateral, quedará excluido de los mercados crediticios. Otros autores han demostrado que problemas de riesgo moral y de cumplimiento de contratos tienen implicaciones de política similares: una parte de la población que quiere y puede pagar la tasa de interés de mercado se queda sin poder acceder al mercado crediticio (para un resumen de esta literatura ver Ghosh, Mookherjee y Ray, 2000).