Las disputas por el espacio no son exclusivas de las naciones ni de las grandes guerras. De hecho, nunca se ha peleado una guerra tan intensa por tan poco espacio como en los aviones. ¿A quién pertenece el espacio entre los asientos reclinables de un avión? Muchas personas dirían que las personas que pelean por este espacio son intolerantes, pero al parecer, no son pocos los intolerantes, y por lo tanto, este tema merece ser discutido.
El espacio entre los asientos reclinables del avión: ¿Se puede subastar en un mercado?
Generalmente, las personas sentadas al frente dicen que les corresponde ese espacio pues ellos han pagado por una silla reclinable y, por lo tanto, están en su derecho de ocupar el espacio de atrás. Al mismo tiempo, algunos pasajeros que son “aplastados” dicen que estarían dispuestos a luchar una guerra territorial, poniendo las rodillas en el respaldo de adelante y obstaculizando la expansión del otro, pues pierden comodidad cuando el de adelante se reclina y ellos no lo hacen. Es tan común esta batalla, que existen dispositivos que permiten defender el espacio de las rodillas. ¿Se terminaría esta lucha si la propiedad de ese espacio fuera subastada? Christopher Buccafusco y Jon Sprigman (2012) buscaron responder a esta pregunta con un experimento.
El experimento tenía como objetivo encontrar si la satisfacción de reclinar el asiento es mayor al sufrimiento que vive la persona que está atrás. Por lo que decidieron ponerle un valor monetario al espacio, y ver cuánto estaría dispuesto a pagar el de adelante por el derecho a reclinar su asiento y compararlo con la cantidad que la persona de atrás estaría dispuesta a pagar para evitar que lo haga.
Los investigadores les pidieron a personas que imaginaran que iban a tomar un vuelo de seis horas y se les dijo que la aerolínea tenía una nueva política que les permitía a los viajeros pagarle a los que estaban sentados adelante para que no se reclinaran. A un grupo de personas se les preguntó cuánto les debía de pagar el pasajero que había pedido que no se reclinara y a otros cuánto estarían dispuestos a pagar para evitar que la persona adelante de ellos se reclinara.
Las personas pedían un promedio de $41 dólares por no reclinarse, mientras que estarían dispuestos a pagar solo $18 dólares en promedio para que el de adelante no se reclinara. Esto sugiere que estamos en lo correcto en pensar que el espacio pertenece a la persona de adelante.
Pero alto aquí. La teoría del Premio Nobel de Economía, Ronald Coase, indica que el espacio entre los asientos de las aerolíneas es un recurso escaso, por lo tanto, no debería importar quién es el propietario del espacio inicialmente. La teoría de Coase explica que no importa mucho quién recibe inicialmente un derecho de propiedad, mientras los costos de transacción sean bajos, las personas cambiarán el derecho para que termine en manos de quien más lo valora. Suponiendo que es posible llegar a un acuerdo, el espacio de los aviones, funcionaría como cualquier mercado, es decir, si alguien valora más el espacio, lo comprará.
Pero con el experimento, Buccafuso y Sprigman explican que cuando se cambia el valor predeterminado, es decir, cuando se estableció la regla de que las personas no tienen un derecho automático a reclinarse, y tienen que negociar para obtenerlo, los valores de las personas se invirtieron. Con esta nueva condición, las personas estaban dispuestas a pagar $12 dólares en promedio por reclinarse y no estaban dispuestas a vender su espacio de las rodillas por menos de $39 dólares. En este caso, las personas comprarían el derecho a reclinarse solo el 28% del tiempo, el mismo derecho que habían valorado de manera muy positiva cuando tenían el derecho inicial a reclinarse.
En el mundo del economista Coase, lo anterior no tendría mucho sentido. Pero considerando la economía conductual, a las personas en general, no nos gusta perder las cosas que tenemos. Cuando se nos proporciona un recurso, algo tan trivial como un lápiz, las personas tendemos a no desprendernos de él. Esto tiene como consecuencia que la cantidad de dinero que estamos dispuestos a aceptar por renunciar al recurso, es mucho mayor que la cantidad que estaríamos dispuestos a pagar para comprar el mismo artículo.
Esto me deja pensando que tal vez, la mejor manera de resolver la disputa por el espacio, es crear una zona libre de armas, y la solución sea simplemente que las aerolíneas instalen asientos no reclinables en un principio y quizá, agregar un sistema en el que se tenga que pagar un poco más por un asiento más cómodo, me parecería un juego justo.
¿Habría una resistencia a la monetización por el espacio en los aviones? ¿Las personas nos negaríamos a ofrecer o recibir efectivo por algo que parece que no debería ser objeto de un mercado? La siguiente semana hablaremos de cómo Christopher Buccafusco y Christopher Jon Sprigman resolvieron esta pregunta.
Referencia:
Buccafusco y Sprigman (2012). How to Resolve Fights over Reclining Airplane Seats: Use Behavioral Economics. Recuperado de: http://evonomics.com/resolve-fights-reclining-airplane-seats-use-behavioral-economics/