Las inversiones no solo se tratan de números, activos y rendimientos, sino que están profundamente interconectadas con nuestras creencias, objetivos personales, el estilo de vida y las circunstancias individuales. Tomar decisiones de inversión adecuadas requiere comprender cómo estas decisiones afectan y se ven afectadas por otros aspectos de la vida, como la salud, la familia, el entorno y los valores personales.
En nuestra sociedad, a menudo se usan indistintamente los términos dinero, riqueza y abundancia. Aunque están interrelacionados, cada uno tiene un significado y una implicación distinta en nuestras vidas. Entender estas diferencias puede ayudarnos a enfocar mejor nuestras áreas de oportunidad, esfuerzos y aspiraciones.
En este artículo hablaré del dinero, pero no desde su evolución, creación y teoría monetaria, sino con un enfoque más desde el punto de vista psicológico, orientado a entender que la relación con el dinero y nuestra concepción de él, es un espejo de otros ámbitos de nuestra vida.
Hace poco concluí un libro llamado “El espiral de la abundancia” de Víctor Saadia, al cual tengo el gusto de conocer personalmente. Si tienen oportunidad de leer este libro, se los recomiendo ampliamente, es un libro para leer al menos un par de veces y del cual tomo varias ideas para escribir este artículo. Si bien este blog se centra en hablar de inversiones de manera que podamos ir entendiendo las oportunidades y alternativas que existen actualmente, es primordial entender conceptos que a primera vista son muy básicos, pero descifrarlos nos permite apreciar su complejidad y su impacto profundo en nuestras vidas.
De acuerdo con Lynne Twist “El dinero es la parte más universalmente motivadora, dañina, milagrosa, difamada e incomprendida de la vida contemporánea”, esto quiere decir que cada uno de nosotros le damos el significado que queremos de acuerdo a nuestro contexto y creencias sobre él, porque el dinero es una energía neutra. Eso en el sentido más holístico, ya que el dinero es la forma más tangible y directa de valor en nuestra sociedad. Es un medio de intercambio de valor aceptado para adquirir bienes y servicios, y su valor está respaldado por la confianza y percepeción que le damos a ese billete. El dinero facilita las transacciones, permite el ahorro y la inversión, y es una herramienta crucial para el funcionamiento de la economía global.
Algo que nos ponemos a reflexionar pocas veces, es que el dinero muchas veces es un reflejo de nuestra mentalidad de escasez ante la vida. Para identificar esta mentalidad basta recordar nuestros primeros pensamientos al comenzar nuestro día “no dormí suficiente”, “no me va a alcanzar el tiempo”, “no hago suficiente ejercicio” etc. Sin importar que sea verdad o no, esa sensación de insuficiencia se vuelve parte de nuestra cotidianidad porque pasamos la mayor parte del día quejándonos de todo lo que no tenemos en cantidad. El pesimismo es entonces tal vez una programación estándar del ser humano, donde emociones como el enojo, tristeza y miedo nos ayudan a sobrevivir, pero pagamos un precio muy alto por ellos.
La principal afectación de la gente que gana poco dinero y vive en condiciones de supervivencia a diario, es la disminución de sus capacidades cognitivas para resolver problemas. Sucede lo mismo cuando estamos en la mentalidad de víctima, nuestra habilidad para soñar escenarios diferentes se reduce al mínimo.
En nuestra sociedad, el dinero es el parámetro de éxito por excelencia. Nos indica el nivel profesional y social, el triunfo de las relaciones y obviamente, el logro económico como confirmación de lo esperado. Estos entonces, son modelos que heredamos de la cultura de la escasez y la cultura del dinero.
Hasta aquí, entender el concepto del dinero, parece que resulta un poco más complejo de lo que nos imaginábamos o habíamos pensado. Ya que nosotros le imprimimos un fuerte significado en positivo o negativo derivado de nuestras vivencias y creencias.
La riqueza, en cambio, se refiere a la acumulación de recursos valiosos, no solo en términos monetarios sino también en propiedades, inversiones, bienes materiales y activos alternativos. La riqueza es una medida más amplia y duradera de la capacidad de una persona o entidad para sostenerse y prosperar y puede ser generada y gestionada de diversas formas, incluyendo la creación de negocios, la inversión en mercados financieros, la adquisición de bienes raíces y la acumulación de conocimiento y habilidades. A diferencia del dinero, que puede gastarse rápidamente, la riqueza bien gestionada puede crecer y proporcionar seguridad a largo plazo.
Pero vayamos más allá, no importa cuánto tengas o ganes al mes, tus emociones respecto al dinero son las que determinan tu riqueza. Si no tienes buena actitud o te sientes negativo cuando manejas asuntos que involucran dinero, en ningún lado habrá una cantidad que te proporcione tranquilidad. La riqueza al igual que la escasez, son ópticas distintas con las que podemos ver la vida, nuestras relaciones, posesiones, el tiempo, nuestra energía y a nosotros mismos. Si aprendimos de niños en nuestra familia, que tener poco es sinónimo de infelicidad, es casi seguro que algo de ese patrón siga activo en nuestras vidas y no concibamos la felicidad si no se tiene de todo en exceso.
La abundancia por su parte, va más allá del dinero y la riqueza; es una mentalidad y una experiencia de plenitud y suficiencia. Vivir en abundancia significa reconocer y apreciar las oportunidades, los recursos y las conexiones que ya están presentes en nuestras vidas. La abundancia se basa en la creencia de que hay suficiente para todos y de que nuestras necesidades pueden ser satisfechas de diversas formas.
La abundancia no está necesariamente vinculada a la cantidad de dinero o bienes que poseemos. Alguien puede vivir con una mentalidad de abundancia sin ser extremadamente rico, simplemente al valorar lo que tiene y al estar abierto a nuevas posibilidades. La abundancia promueve la gratitud, la generosidad y una actitud positiva hacia la vida.
Pero, ¿cómo lograr una mentalidad de abundancia? Sin duda, no es de la noche a la mañana, en mi experiencia, es un trabajo constante y de por vida. Para engendrar una mentalidad de abundancia debemos crecer, hacernos mayores a cualquier problema, no evitarlos o reducirlos. Debemos ser conscientes que el mundo no es el que tiene que cambiar, sino nosotros mismos. La mentalidad de abundancia se alimenta del aprendizaje. La curiosidad mantiene una actitud de apertura y entusiasmo.
Según estudios, la persona común tiene entre 60 y 70 mil pensamientos y/o ideas por día y el 90% de ellas son exactamente iguales a los pensamientos que tuvimos un día antes, si consideramos que el 70% son pensamientos negativos, entonces vemos que el hábito de la escasez está más arraigado en nuestros inconsciente repetitivo de lo que podemos percibir. Esto hace que tomemos las mismas decisiones, que causarán los mismos comportamientos, que crearán las mismas experiencias, producirán las mismas emociones, que nos llevará a pensar lo mismo, un círculo completo. Es claro que tenemos que trabajar en nuestro inconsciente para cambiar esa programación estándar, ¿cómo hacerlo? Eso lo abordaremos en otro momento.
Cada palabra que decimos y cada idea que pensamos, se vuelve un mapa en el que nuestra mente trabaja para convertirlo en realidad. Por eso pagamos un precio por los pensamientos negativos; pagamos en dinero, en energía, relaciones, tiempo, salud y en el grado de felicidad y de estar presentes en nuestra propia vida.
Por último, quiero citar un fragmento del libro mencionado al inicio “…vivir en abundancia es caminar en el borde, en la cuerda floja, tratando de mantener en equilibrio muchas fuerzas (emociones, tiempo, energía, dinero, atención, recursos, etc.) y muchas esferas (física, mental, emocional, espirtual, etc.) aceptando las paradojas, las dudas, pero también la convicción de que podemos balancearlas y saber que caerse es parte del juego. La abundancia es equilibrar, equilibrar, y nunca terminar. Siempre un proceso de cambio y evolución”.
Entender estos conceptos y hacer una “reingniería” de la consciencia seguramente nos traerá buenas decisiones de inversión, de gestión patrimonial, mejor manejo del dinero y por supuesto una vida más plena. Si no creamos nuestro futuro, nuestra mente confeccionará uno para nosotros y como ya vimos, no es lo mejor porque estará basado en sobrevivencia.