El año 2022 inició con el antecedente de historias de terror social de dos años a cuestas, pero con un crecimiento en el mercado de capitales durante 2020 y 2021 que impulsó a quienes estaban fuera a comprar con avidez desde finales del año pasado y a principios de este año. Muchos inversionistas quedaron empantanados en el ciclo eterno del mercado que sube y se desabarranca. La guerra entre Rusia y Ucrania junto con una creciente inflación abonaron a un terreno prolífico para que la moneda se diera la vuelta. El año 2022 ha sido el peor para el mercado de valores desde hace casi 3 lustros.
Este año el margen de maniobra para la renta variable fue inexistente, prácticamente todos los índices, regiones y sectores tuvieron números negativos, si acaso los commodities fueron un oasis para los más aventurados, hubo algunos meses de remanso (como octubre y noviembre) que no sirvieron más que para pausar la carnicería. El 2022 se recordará como un año perdido para las inversiones en bolsa. En momentos como este apelo a lo aprendido a lo largo de casi 22 años de estar involucrado en el mercado de valores… No hay mal que dure cien años, de hecho, no hay mal que dure más del 33% del tiempo, dos terceras partes del tiempo los mercados de capitales son prolíficos en retornos, pero sucede que la solvencia y la paciencia suelen agotarse antes de que la normalidad regrese, apelo a un plumazo magistral de Keynes: "El mercado puede permanecer irracional más tiempo del que usted puede permanecer solvente".
A pesar de esto, el inversor en valor que está alejado del cortoplacismo puede estar tranquilo y ser optimista, estos meses han sido una oportunidad para encontrar precios de descuento que no se repetirán en mucho tiempo. En un entorno tan atropellado, como hace años no se veía, el inversor tiene que apegarse a su objetivo y horizonte con la convicción de quien sabe lo que hace y conoce en lo que invierte. Siempre existen oportunidades para invertir, incluso en los momentos más difíciles.
Estos 12 meses deben sembrar una semilla en el inversionista que debe preguntarse a sí mismo: si tengo razón ¿Cuánto es lo que puedo a ganar?, pero si me equivoco ¿Cuánto estoy dispuesto a perder?, la relación de riesgo-rendimiento es un ejercicio de introspección que corresponde enteramente a cada individuo. Quienes ya tenían claro lo anterior han pasado este bache sin sobresaltos y quienes no lo sabían lo han aprendido a sangre y fuego durante estos meses. La economía y la vida riman bien y nos han vuelto a enseñar que la adversidad es la mejor maestra.
Este periodo desenmascaró a muchos clarividentes, gurus de poca monta que aseguraban que la riqueza estaba a la vuelta de la esquina invirtiendo en casi cualquier cosa. Un buen marinero sabe que sólo durante la tormenta se conoce a quien tiene vocación y talento para ser capitán. En 2022 se desmitificó que las cryptodivisas son un escudo contra la inflación y una burbuja le reventó en la cara a muchos inversores que no entendían en qué estaban poniendo su patrimonio. El dinero fácil y rápido era un espejismo que sólo vivió mientras los bancos centrales le inyectaron dinero al mundo. Cuando esto terminó la burbuja se desinfló. Ni en la vida ni en las inversiones existen caminos rápidos y sencillos.
Para los más prudentes el corto plazo trajo noticias agradables, los bonos de corto plazo, a diferencia de los bonos con vencimientos de largo plazo, tuvieron en 2022 los retornos más rentables de los que tengamos memoria. Los pesos siguieron siendo un lugar seguro y rentable versus los dólares que en lo que va de este siglo han sido una inversión volátil y con retornos escuetos. Es cierto que la inflación traería consigo malas noticias, pero la velocidad con la que las tasas subieron no era pronosticable y una gran moraleja de estos tiempos ha sido que la diversificación es un menester obligatorio para el buen inversor. Sigo siendo un convencido de que la cantidad de sucesos y la velocidad con que la información se propaga producen efectos en el mercado que no podemos controlar, así que lo que mejor acomoda al inversor es controlar sus decisiones.
Este año aprendí mucho sobre finanzas conductuales, Joselyn Quintero y Walter Buchanan buenos amigos, excelentes profesionales y grandes personas fueron muy enriquecedores en este tema y me compartieron una amplia bibliografía que puede encontrarse en mi podcast en los capítulos 11 y 16 respectivamente. No sirve de nada conocer de inversiones si no nos conocemos a nosotros mismos.
Estos meses me sirvieron para recordar los temas más básicos, pero más importantes en el menester de gestionar dinero. Releer a Nicholas Taleb, Warren Buffett y John Bogle fue una bocanada en los momentos más convulsos en donde había muchas preguntas y pocas respuestas sobre lo que ocurría en los mercados de valores. Este año volvió a demostrarse que la gestión de riesgos debe estar siempre por encima de la generación de rendimientos.
Escribí y publiqué mi segundo libro que habla sobre fondos de inversión y esta es la contribución profesional de la que me siento más orgulloso en este año, es un pequeño grano de arena entre la enorme aridez de conocimiento financiero. Ojalá sea del agrado y utilidad de todos mis lectores. El podcast que inicié en colaboración con Rankia ha sido un nuevo punto de encuentro con todos ustedes, ha sido muy enriquecedor aprender de todos los invitados y muy gratificante saber que existen muchas personas con voracidad de aprender.
Concluimos un año con profundas enseñanzas y en lo particular con la emoción de haber vivido una época de grandes cambios económicos que son parte de un ciclo que antecede a un crecimiento que le regresará a los inversores todo lo que el 2022 no les dio. El próximo año estaremos a las puertas de mejores noticias, porque cuando la noche es más obscura es cuando despunta el amanecer. Invertir es un ejercicio de construir el futuro con nuestro presente.
Les deseo felices inversiones y un gran 2023.