El movimiento del dinero tiene efectos significativos en muchas de las áreas de la vida cotidiana, así como decisiones que resultan en externalidades positivas y negativas para sectores específicos. Concesiones industriales, o permisividad a prácticas contaminantes tienen un efecto directo en la atmosfera por las severas emisiones de CO2, el impuesto a productos azucarados intentaban inhibir el consumo de bebidas gaseosas y productos que han sido factor para llevar al país a la situación delicada de salud en la que se encuentra.
Estas políticas tratan de atacar problemas de forma directa, tratando de resolver el enorme problema de desigualdad, al mismo tiempo que procura un desarrollo sustentable de la economía, cosa en la que fallaron los países de primer mundo durante el siglo XX.
En esta década presenciamos una decisión en materia fiscal que ha sido espectacular en materia de recaudación y de inhibir los contaminantes. En 2014, junto con las reformas estructurales, surge el inédito impuesto al carbono, aplicado sobre la emisión de dióxido de carbono, gas de efecto invernadero, reduciendo así su expulsión a la atmosfera. En su primer año recaudó alrededor de 540 millones de dólares, y cumple con tres factores positivos dentro de su aplicación: Es progresivo, porque lo pagan quienes más dinero poseen; es fácil de recaudar, al contrario de otros impuestos que incurren fácilmente a la evasión; y es ecológico por cómo inhibe comportamientos.
Y existen beneficios fiscales en donde encontramos una ventaja sumamente atractiva para el mundo corporativo porque incentiva directamente la adquisición de activos que sean de energía solar, eólica, así como de poco uso de material contaminante.
Según el artículo 34, fracción XIII de la LISR, en su primer año habrá un 100% de depreciación para maquinaria y equipo para la generación de energía proveniente de fuentes renovables o de sistemas de cogeneración de electricidad eficiente.
Un incentivo fiscal en esta materia acaba por tener impacto directo en el mundo corporativo, debido a que alienta la adquisición de bienes de capital con las características anteriores porque significará una reducción de la base gravamen, disminuyendo la carga fiscal a pagar en el ejercicio en el que se suman los activos a la empresa.
México aún sigue rezagado en impuestos verdes, y continúan existiendo subsidios a la gasolina para que los precios no se disparen, y esta clase de subsidios tienen efectos negativos en el cuidado al medio ambiente. Una política fiscal verde puede ser muy útil en materia de recaudación (Como el impuesto al carbono), en incentivar comportamientos (Depreciación anticipada de bienes de capital verdes), y en la distribución de la riqueza con una aplicación progresiva que baje los niveles de desigualdad del país.
David Abraham Ruiz Ruiz
Licenciado en Finanzas por la Universidad de Sonora
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