El siguiente artículo es la segunda parte de la serie sobre finanzas conductuales, en donde se abordan sus conceptos esenciales y sus recomendaciones rumbo a la toma de decisiones óptimas. En este material, se explicarán los aspectos relevantes sobre dos sesgos en finanzas conductuales: el sesgo del autoengaño y el sesgo social.
Tan sutil y perjudicial: así es el autoengaño, un lastre cuyo peso pasa desapercibido hasta que hay repercusiones. Hace varias centurias, uno de los más grandes oradores griegos, Demóstenes, acuñó una frase que es aún relevante en nuestros tiempos: “No hay nada más fácil que el autoengaño. Ya que lo que desea cada hombre es lo primero que cree”. En este caso, las personas se convencen de un suceso o una realidad que no es cierta, y sus ideas y creencias actúan como un ancla para respaldarlo(s): por tanto, el proceso de razonamiento se ve perjudicado. El autoengaño opera en “modo silencioso”, o a nivel subconsciente, diferente a una mentira, que es consciente: en general, el individuo no se percata de las apreciaciones falsas que sostienen con respecto a la realidad y ahí radica su peligro. Además, el autoengaño se impulsa por motivaciones[1], cuyas más comunes son el deseo y la preferencia: no se sale de este estado hasta que estas motivaciones ceden. A nivel personal, el autoengaño tiene como principales consecuencias 1) evadir la realidad, 2) cambiar o tomar acción, 3) evitar el proceso de aprendizaje, 4) saltar el análisis de las alternativas, y 5) no actualizar las creencias conforme a lo real. En suma, una mala decisión posiblemente es ocasionada por un momento de autoengaño: no se da el peso a datos, evidencias, o incluso el timing no es el adecuado. Y lo peor, se refuerza este error cuando se cae en una etapa de negación, y se pone foco en información para justificar lo que se cree, aunque sea incorrecto.
Indudablemente, el autoengaño también encuentra eco en el campo de las finanzas, abordado en el sesgo del autoengaño, conforme a las finanzas conductuales. En este terreno, cada individuo posee una “caja” que almacena información, que proviene de fuentes misceláneas, desde comentarios hechos por otras personas hasta el conocimiento adquirido por medio de publicaciones y cursos. En este sentido, el proceso reflexivo, ya referido en el artículo anterior, hace su aparición, y la motivación toma el papel protagónico, y al su alrededor, el conjunto de ideas en materia financiera se adapta a esta motivación: el resultado satisface al individuo y no se medita qué tan real resulta esto. No hay angustia, ni preocupación, pero un peligro para cualquier individuo u organización: la pérdida de su patrimonio, ya sea parcial o total. Específicamente, existen tres ámbitos en los cuales se pueden materializar este escenario, ocasionados por el autoengaño. Primero, las finanzas corporativas, donde un caso común es cualquier decisión tomada para definir la estructura de capital[2] adecuada: a tal efecto, un sobreendeudamiento de las compañías sin tomar escenarios desfavorables en sus resultados financieros. Segundo, decisiones de inversión, donde los especialistas se ven afectados por un exceso de confianza en la gestión de activos, dado sus resultados favorables en ocasiones previas. Tercero, fusiones y adquisiciones, donde los involucrados perciben un escenario, normalmente optimista, sobre los acuerdos y la valuación de las nuevas unidades creadas.
Ahora, el sesgo de autoengaño, como parte de la triada de los sesgos que afectan las decisiones tomadas en materia financiera, se clasifican en el sesgo del optimismo, la ilusión del conocimiento y la ilusión del control. Con respecto al primero, el sesgo del optimismo provoca que los individuos que participan en los mercados financieros no prevean la magnitud de todo aquello que ocurra. El optimismo está asociado al bienestar individual, por lo que actúa como un agente para estar satisfecho con las decisiones tomadas, y en ocasiones esto lleva a aceptar una realidad distorsionada. Este sesgo deriva en dos posibilidades: 1) que se sobreestime todo lo positivo, y 2) que se subestime todo lo negativo. Simplemente, estos puntos se resumen en que “lo bueno nos pasará, y todo lo malo no ocurrirá o es poco probable que sea así”. Esto no significa que las decisiones tomadas por los individuos en los mercados sean exclusivamente de esta forma: si se toma la evidencia como factor, pero el problema es que se incluye al optimismo: la satisfacción entra en el juego. Un peligro acecha cuando interviene este sesgo: el exceso de confianza. En tal sentido, una confianza sobrealimentada actúa como un peso adicional, que es artificial y alimentado por una motivación, ya sea para balancear algún evento negativo o para incrementar la estimación de algún evento positivo. Por ejemplo. esto se da continuamente en el trading: guiarse por las señales que se observan en el comportamiento de los activos, sin tomar en cuenta qué factores están impulsando esos movimientos. Una tendencia alcista se ve más prolongada y una tendencia bajista se observa corta, y esto produce un “freno” psicológico en el individuo para salir de un mercado en el momento adecuado y evitar más pérdidas. Para contrarrestar este sesgo, funciona: 1) seguir un proceso de razonamiento lógico en la toma de decisiones, 2) incluir varios escenarios en el análisis, mínimo 3 (optimista, pesimista, medio), 3) pensar en las medidas a tomarse, acorde a lo observado en los escenarios, 4) agregar lo siguiente al pensamiento: “estar incomodo no es malo, ya que esto puede sacarnos de un error y ajustar las creencias adecuadamente”.
En el siguiente sesgo, la ilusión del conocimiento, se mantiene la creencia de que más información recabada y analizada supone un mejor análisis. En realidad, lo único que ocurre es un aumento en la confianza y la seguridad, que lleva a una sensación de satisfacción, y quizás ¡un engaño diferente! Aquí, hay un entusiasmo particular cuando existen más información disponible, y se cree que esta condición es sinónimo de un mejor análisis. En la realidad, una consulta y presentación muy detalladas conllevan a distracciones y una pérdida de objetividad. En finanzas corporativas, preparar resultados financieros muy detallados y presentarlos en la audiencia correspondiente no funcionan ya que no muestran claramente las relaciones clave ni los puntos a atender, ni aportan hacia el diseño de estrategias preventivas o correctivas para preservar la rentabilidad de la empresa en el tiempo. También, este fenómeno se presenta en la alimentación de modelos estadísticos ocupados en el análisis de los activos y los mercados financieros: una mayor cantidad de cifras que se administren al modelo no reflejan que un modelo sea mejor para explicar la realidad, y para ello se requieren realizar ciertas pruebas para validar que la información sea suficiente. Para contrarrestar este sesgo, funciona: 1) tener en cuenta que la forma de analizar la información, con los recursos disponibles, es mejor que poseer la mayor cantidad de ésta, 2) enfocar la atención en los puntos clave del tema a analizar y contar historias con base en información que las sustenten.
Para el caso de la ilusión del control, el individuo tiende a pensar que tiene cierta influencia en el resultado de ciertos eventos que ocurren a su alrededor[3]. Un concepto que define este sesgo es “vendedor/comprador de humo”, ya que el participante cree que pueden predecir o confiar en el comportamiento de los mercados financieros. En la realidad, estos mercados movilizan cantidades exorbitantes de dinero diariamente, intervienen millones de compradores y vendedores, y se ven afectados por miles de eventos: es evidente que un individuo no puede controlar todas estas variables y posibilidades conjuntas[4] en un periodo especifico. Por otro lado, es cierto que existen modelos estadísticos diversos para el estudio de los eventos que ocurren en estos mercados, así como para la predicción con base en cifras históricas; sin embargo, no necesariamente lo que se estudia o se pronostica se va a alinear con todos aquellos eventos futuros que, en realidad, se presentarán. Aquí, la ilusión del control se conecta con la ilusión del conocimiento, ya que se cree que un mayor conocimiento sobre sucesos pasados implica una mejor compresión y una mayor posibilidad a saber todo lo que acontecerá. En el trading, algunos especialistas hacen inversiones exclusivamente en sus ramos de mayor experiencia, sin tomar en consideración el principio de diversificación: quizás obtengan buenos rendimientos, pero a costa de una mayor fluctuación en el valor de sus portafolios. Además, esta ilusión no permite detectar oportunidades: en el ejemplo, quizás no se percaten de entrar en otros mercados más atractivos. Para contrarrestar este sesgo, funciona: 1) tener en cuenta que la forma de analizar la información, con los recursos disponibles, es mejor que poseer la mayor cantidad de ésta, 2) enfocar la atención en los puntos clave del tema a analizar y contar historias con base en información que las sustenten, 3) introducir resultados no previsibles versus los resultados obtenidos en el análisis.
Toca el turno de abordar la última categoría de los sesgos en finanzas conductuales, que son los sesgos sociales. En este sentido, se considera que las creencias se traspasan mediante la interacción social, y alimentan las motivaciones personales que impulsan a actuar/no actuar. Los participantes de los mercados financieros transmiten sus conceptos sobre cómo funcionan los mercados, su estado actual y sus prospectivas. La actualización de las creencias puede ocasionar un salto en el proceso de razonamiento, un atajo mental para considerar los ya analizado y explicado por otros para la toma de decisiones. Este sesgo está compuesto a su vez por dos elementos: sesgo de rebaño y sesgo de género. Con relación al primero, también conocido como efecto arrastre o de contagio, el individuo es proclive a pensar que alguna decisión es correcta porque los demás también lo hacen, y no se considera el resultado de un razonamiento propio. En el mundo financiero, este sesgo se aprecia cuando los participantes imitan el comportamiento de los demás. La teoría económica tradicional afirma que las decisiones de inversión se basan en las expectativas formadas de manera racional: es decir, el individuo posee información, la procesa, llega a conclusiones y actúa, de forma anticipada, a los movimientos futuros de los mercados y del gobierno, que prevea en su análisis. No obstante, el sesgo de rebaño actúa de forma contraria a esta lógica, considerando que uno de los supuestos de las finanzas conductuales es que los individuos no siempre son racionales y sus decisiones, en ocasiones, se ven influenciadas por las emociones. Un ejemplo muy claro, y reiterado, es la venta masiva de activos cuando sale a la luz una noticia que pone en peligro la continuación de las operaciones o alguna otra noticia con algún impacto estructural[5] en las economías. Para contrarrestar este sesgo, funciona: 1) evitar los atajos mentales en la toma de decisiones, 2) ir más despacio cuando se observe un comportamiento tipo rebaño, 3) preguntar a si mismo, ¿porqué ocurrió?, ya que esto activa el razonamiento.
Por otra parte, el sesgo de género, que representa la preferencia de un genero sobre otro. Aquí, los individuos atribuyen ciertas actitudes y estereotipos a un género, y esto afecta en su comportamiento e interacción con otros. Este sesgo actúa en dos sentidos: primero, el sistema de trabajo es diferente, como la asignación de labores conforme a determinadas creencias de género y, segundo, el sistema de recompensas es distinto ya que se contemplan los gustos que se considera generalizados para un género. El fenómeno del genero es uno de “sordos”, ya que se dan por sentadas ciertas ideas: no se pregunta ni se contempla la opinión de los individuos sobre temas financieros, ni tampoco se evalúa su desempeño en los mercados financieros. Estos son los rasgos esenciales del sesgo de género; este tema, empero, podría abordarse más a detalle en una publicación aparte. Para contrarrestar este sesgo, funciona: 1) descartar mentalmente los sesgos de genero cuando aparecen, 2) escuchar los puntos de vistas y argumentos sin importar el género, 3) estandarizar procesos, y que cualquier género pueda realizar la misma actividad.
Notas a pie de página:
[1] En psicología, el término específico es disonancia cognitiva.
[2] Se refiere a la forma en la cual la empresa financia sus activos, ya sea por deuda, recursos no propios, o capital, recursos propios. El meollo está en encontrar la combinación adecuada de ambos elementos, conforme a sus resultados financieros y etapa financiera.
[3] En el plano individual. Si nos referimos al acuerdo de los participantes para actuar de forma colectiva, si hay posibilidad de influir en los resultados, a expensas de los shocks y ajustes observados en los mercados, como el caso de GameStop.
[4] En estadística, combinaciones y permutaciones, dependiendo de su reemplazo.
[5] Como ejemplos, crisis económica, pandemias, entre otras.
[2] Se refiere a la forma en la cual la empresa financia sus activos, ya sea por deuda, recursos no propios, o capital, recursos propios. El meollo está en encontrar la combinación adecuada de ambos elementos, conforme a sus resultados financieros y etapa financiera.
[3] En el plano individual. Si nos referimos al acuerdo de los participantes para actuar de forma colectiva, si hay posibilidad de influir en los resultados, a expensas de los shocks y ajustes observados en los mercados, como el caso de GameStop.
[4] En estadística, combinaciones y permutaciones, dependiendo de su reemplazo.
[5] Como ejemplos, crisis económica, pandemias, entre otras.