El mundo se ha transformado, mientras que el siglo XX se caracterizó por la producción masiva a través de procesos industriales perjudiciales para el medio ambiente, el futuro se redefine en la eliminación de subsidios para combustibles, en inversiones a energías renovables, un incremento en la eficiencia del consumo de agua para la producción agrícola, una menor deforestación y un uso regular del transporte público que se puede traducir en un 0.7% de mayor crecimiento del PIB para 2035 [1] , esto para contrastar la actualidad, en la que si consideráramos la pérdida del capital natural como costo de la actividad económica, la mayoría de los países del mundo tendrían un crecimiento económico negativo [2] .
Del lado del estado, la política fiscal logra inhibir externalidades dañinas con impuestos progresivos verdes, mejorando también la distribución del ingreso, y destinándolos para fines del bienestar social. El dilema es que México es de los países que menos recauda por impuestos ambientales, casi veinte veces menos que Alemania o Australia con respecto a su proporción con el PIB, ello porque no existen impuestos verdes federales, solamente tres a nivel estatal. Ante la baja recaudación petrolera se vuelve crucial que ingresos públicos indirectos de esta índole sean la nueva base de tributación [3].
Sin embargo, la revolución verde sí ha llegado a los mercados de capitales, en 2011 la Bolsa Mexicana de Valores crea el IPC Sustentable [4], en el cual hay entrada máxima para 30 empresas que ya coticen en bolsa y cuyas políticas estén estrechamente vinculadas a la responsabilidad social y a la sustentabilidad, mejorando así su reputación, su cadena de producción y comercialización. Su éxito es tan rotundo que, desde su creación, ha sido más rentable que el IPC principal, volviéndose así en un mercado bursátil sumamente atractivo para inversionistas. Una visión verde a la que le apuesta el perfil corporativo con el lema de la triple P: People, Planet & Profits.
Y en el mercado de renta fija se instauran los bonos verdes, los cuales financian proyectos de energía renovable o eólica, transporte limpio, infraestructura sustentable, etc. El primero fue por parte de Nafinsa para la primera planta solar a gran escala en México, ubicada en Baja California Sur; el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México también ha sido pionero en la implementación de este instrumento [5] .
El mundo corporativo y bursátil ha aceptado este compromiso por el planeta, yace ahora la prioridad de acompañarle con políticas públicas que alienten la construcción y consolidación de esta nueva economía verde.
David Abraham Ruiz Ruiz
Universidad de Sonora
Socio de IMEF Universitario
Twitter: @Ruiz4D
Bibliografía:
[1] Rivera Planter, M. (2014). Estudio de Economía Verde para México. 2014, de Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales Sitio web:
http://www.inecc.gob.mx/descargas/eventos/2014_folleto_foro_ministros_eco_verde.pdf
[2] Sarukhán, J., et al. 2009. Capital natural de México. Síntesis: conocimiento actual, evaluación y perspectivas de sustentabilidad. Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, México
[3] Córdova, Y. (2017). Impuestos ambientales en México, asignatura pendiente. Mayo 3, 2017, de EL ECONOMISTA Sitio web:
https://www.eleconomista.com.mx/economia/Impuestos-ambientales- en-Mexico-asignatura-pendiente- 20170503-0130.html
[4] Rodríguez, S. (2016). IPC Sustentable, más rentable que el índice principal. Mayo 31, 2016, de EL ECONOMISTA Sitio web: https://www.eleconomista.com.mx/mercados/IPC-Sustentable-mas- rentable-que- el-indice- principal-20160531- 0105.html
[5] Zepeda, C. (2017). Seis obras pagadas con bonos verdes en México. Junio 7, 2017, de EL FINANCIERO Sitio web: http://www.elfinanciero.com.mx/mercados/dinero/seis-obras-pagadas-con- bonos-verdes- en-mexico.html