Andrés Manuel López Obrador tampoco era la mejor apuesta para México, pero era “el menos peor” de todos, ganó gracias al gran fracaso del PAN y el PRI, ambos dinamitaron los cimientos de muchas cosas en las cuales descansa el equilibrio social y la prosperidad económica; hoy sólo echamos la culpa al actual presidente pero se nos olvida que él está ahí gracias a lo que hicieron y dejaron de hacer los que ahora son una oposición débil, desdibujada, sin fuerza ni plan de acción claro. Ya no era sostenible, ni creíble y era impensable una continuación con el PRI y el PAN, las preferencias electorales desde meses antes de las elecciones ya no estaban con ellos, incluso dos meses antes de las votaciones de julio de 2018 Peña Nieto dijo “esto ya está totalmente perdido: Meade va en tercer lugar y lo que se viene (con Morena) es un tsunami”.
Pero la sociedad mexicana también tenemos responsabilidad en lo que nos dejaron el PRI y el PAN, porque somos desorganizados y permitimos que esos dos partidos nos condujeran a este desastre. Los países con importantes cambios sociales y económicos tienen algo en común: son sociedades más organizadas y lo hacen por medio de sus org’s, ong’s, etcétera. En comparación y por número de habitantes, en México tenemos menos de esas organizaciones, por ello es grave que el presidente haya recortado dinero para la formación de más sociedad civil organizada.
Desde el punto de vista del marketing político, a los ojos de la gente Morena no estaba asociada como partido a fracasos en seguridad, economía o corrupción por tratarse de un partido naciente, en ese sentido, el hecho de que Obrador haya formado un partido “nuevo” (con personajes de otras asociaciones políticas) le ayudó mucho en el imaginario social y el pensamiento colectivo, pues representaba “otra opción” y una “esperanza para México”.
AMLO enoja porque representa poca continuación y mucha ruptura con lo que se venía haciendo en políticas públicas y planes económicos; tiene una forma diferente de trabajo en comparación a lo que se venía haciendo en las últimas décadas y no hay que perder de vista que el ser humano en general tiene resistencia a los cambios, le causa incertidumbre y miedo lo que no conoce, lo desconcierta aquello que le mueve el piso y lo que amenaza su pedacito de seguridad al cual se aferra porque es algo que conoce muy bien. La incertidumbre ante el futuro siempre asusta.
Obvio que 5 meses de gobierno son nada comparados con problemas que eran urgentes resolver en muchos casos desde hace tres sexenios. AMLO en muchos casos todavía trae la inercia del gobierno anterior y hasta no tener sus propios números (producto de planes de trabajo propios) es como podremos comparar y medir en qué va bien o en qué va fracasando, eso ocurrirá (en muchos rubros) hasta que pase un año de su administración, cuando pase ese tiempo podremos comparar contra mismos periodos anteriores y en periodos inmediatos, pues las tendencias y las comparaciones así se miden en economía.
México no está dividido como se piensa pero a la vez sí, es decir hay un matiz muy importante que ofrece una mejor explicación: estamos viviendo algo que se vivió y se estudió hace décadas en Estados Unidos y que se llama "polarización partidista" o "polarización de las élites" que sucede cuando unos pocos están en contra de un régimen político, pero esos pocos pertenecen a grupos de élite al ser líderes de opinión, estar en grupos empresariales y financieros importantes, son de grupos políticos, son intelectuales, etcétera, es decir son personas con una presencia pública importante, por tanto son voces con una mayor resonancia. La prueba de lo anterior está en que en cualquiera de las últimas mediciones (considerando ya sus respectivos márgenes de error), el presidente tiene una aprobación promedio de 8 de cada 10 mexicanos, apenas 2 de cada 10 no lo aprueban, o sea que existe una clara minoría y en ella están los grupos de élite privilegiados por años de un sistema económico y social que muchos no formaron pero que por sus relaciones sí gozaron, esos son los que ahora se enojan y exigen la renuncia del presidente.
Estadísticamente y con esa cantidad de gente en contra de la actual administración no existe una polarización desde el punto de vista matemático, pues para que sea considerada así deben existir grupos contrapuestos en la misma cantidad pero con una relación de 8 contra 2 no puede haber polarización. Pero lo que sí tenemos es otro tipo de polarización, una generada por los grupos de élite y a esos son a los que el presidente llama "fifís" o sea son los conservadores, los que quieren que las cosas (valga la redundancia) se “conserven” como habían estado por décadas , por ejemplo en la forma de hacer negocios, en la manera de hacer gasto público, en la manera de administrar el presupuesto, etcétera.
Si algo queda claro con este nuevo gobierno es que son otros tiempos, no digo que mejores, simplemente hay que adaptarse a ellos para saber hacia dónde debemos movernos, saber qué rumbo debemos tomar en las decisiones económicas, a la hora de hacer negocios e inversiones, pues nos quedan más de cinco años y hay adaptarse y trabajar con quien tendrá las riendas del país en el próximo lustro, pues quienes se equivocan son las personas, no la realidad.