Es bien sabido gracias a los institutos de estadística y medios de comunicación, el bache económico por el cual están atravesando gran parte de los países a nivel mundial (incluido México), debido principalmente al efecto de la pandemia por COVID-19. Este suceso provocó el detenimiento de las cadenas productivas y de suministro, trayendo consecuencias directas en el empleo y la inversión, reflejadas en la contracción de ingresos en las empresas y las familias.
El pasado 30 de octubre el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), dio a conocer la primera estimación oportuna del Producto Interno Bruto (PIB), al tercer trimestre de 2020. Los resultados de dicho indicador mostraron un crecimiento de 12 por ciento en su comparación trimestral, mientras que en su comparación anual (es decir, respecto al mismo trimestre del año anterior), se presentó una contracción de 8.6 por ciento. Cabe señalar que, para el segundo trimestre de 2020, las contracciones fueron de 17.1 por ciento comparado con el primer trimestre y 18.7 por ciento comparado con el segundo trimestre del año 2019.
Lo que sugieren las cifras es que la caída en el tercer trimestre fue más moderada en términos anuales, mientras que se notó una expansión fuerte en los últimos tres meses del año, producto de la llamada “Nueva Normalidad”, que impulsó la reapertura de sectores como la construcción, la manufactura y algunos servicios (estos últimos de manera gradual). Sin embargo, hay un aspecto fundamental que no se puede dejar del lado: El PIB presenta una contracción persistente y sostenida a partir del tercer trimestre del año 2018, con tasas negativas desde el segundo trimestre de 2019, lo que reafirma el hecho de estar inmersos en la recesión más severa desde aquella gran depresión de los años 30 del siglo pasado.
Si revisamos las cifras de manera mensual por medio del Indicador Global de Actividad Económica (IGAE, que también publica INEGI y que es un proxy del PIB), el panorama parece ser más incierto en torno a la recuperación debido a que las tasas de crecimiento mes a mes, son más pequeñas conforme avanza el tiempo, lo que denota un enfriamiento en la recuperación económica. De suerte que el último dato publicado al mes de agosto arroja un crecimiento de apenas 1.1 por ciento respecto al mes de julio, y una tasa de -8.5 por ciento en términos interanuales. Siendo las actividades secundarias (industria), y las terciarias (servicios) las más castigadas.
Una explicación socorrida por muchos analistas sostiene que la causa principal de la crisis económica es la falta de inversión, provocada por la desconfianza en la actual administración gubernamental, quien ha ahuyentado al capital privado nacional y extranjero con decisiones como la cancelación del aeropuerto en Texcoco o la dirección de la política energética. Dicho argumento es parcialmente válido, empero, estas decisiones no reflejan per se un cambio radical en el modelo económico imperante y mucho menos en el modo de producción, debido a que la política económica se centra en incentivar a ciertos actores del capitalismo monopolista y financiero, y en apoyar la apertura económica de la mano del T-MEC.
Si revisamos la especialización productiva de México a lo largo de los últimos 100 años, nos daremos cuenta de que existe un común denominador: La producción de bienes de bajo valor agregado, en específico, materias primas y manufactura de ensamblaje. A pesar de que en lo últimos años se ha incrementado el protagonismo en ciertos sectores como el aeroespacial, la todavía baja inversión en investigación y desarrollo impide que el producto potencial del país se incremente. Por lo tanto, el bajo desarrollo tecnológico va de la mano con el rezago en el desarrollo social. Para apalear dichas deficiencias estructurales, el gobierno en turno debe dejar atrás la visión sexenal de los planes y programas y cambiarlos por una planificación de largo plazo, similar al que tienen diversos países asiáticos, con el fin de fortalecer los fundamentales macroeconómicos y generar condiciones de crecimiento y redistribución del ingreso.
Alan González Vargas