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Riesgos Financieros y Oportunidades del Cambio Climático

La importancia de su reconocimiento y divulgación

Durante los últimos 15 meses nos hemos enfrentado a las adversidades de un fenómeno súbito, de impacto global, y vagamente predecible; la pandemia. Las dificultades que ha traído consigo han trascendido del ámbito social, afectando como nunca antes el desarrollo económico y empresarial. Las medidas que hemos adoptado para sobrellevarla han incluido confinamiento, distanciamiento social, y un estricto protocolo de protección, además del paro de diversas actividades y el cierre de diversos espacios. Las perspectivas que ante esta nueva normalidad -y crisis- han surgido, nos revelan que también nuevas oportunidades han emergido. Es entonces cuando La Tierra nos recuerda los riesgos a los que estamos constantemente expuestos ante otros cisnes negros como el cambio climático de una manera más previsible.

Recordemos que un cisne negro es una metáfora que describe un suceso sorpresivo, de gran impacto socioeconómico, y que una vez pasado da la impresión de que se esperaba que ocurriera. Si bien el nuevo coronavirus ha resultado controversial calificarlo con tal etiqueta, el cambio climático es reconocido por la gran comunidad estudiosa como un cisne verde. Un cisne verde es un evento medioambiental con potencial disruptivo extremo a nivel financiero, que podría llevarnos a la próxima crisis financiera sistémica, según la definición acuñada por el Banco Internacional de Pagos (BIS por sus siglas en inglés) en su libro The green swan: central banking and financial stability in the age of climate change publicado en enero de 2020.

Como puntualiza el BIS, los cisnes verdes son diferentes a los cisnes negros en tres aspectos. En primer lugar, aunque los impactos del cambio climático son muy inciertos en momento y naturaleza, existe un alto grado de certeza de que la combinación de sus riesgos se materializará en el futuro. En segundo lugar, las catástrofes climáticas son aún más graves que la mayoría de las crisis financieras sistémicas, pues podrían representar una amenaza existencial para la humanidad. Y en tercer lugar, la complejidad relacionada con el cambio climático es de un orden superior, pues las complejas reacciones en cadena y los efectos en cascada asociados con sus riesgos podrían generar dinámicas impredecibles a nivel ambiental, geopolítico, social, y por supuesto económico.

Entrando en materia de gestión de riesgos, los riesgos relacionados con el cambio climático se dividen en dos grandes: físico y de transición. El riesgo físico se refiere al daño catastrófico y altamente costoso que puede ocasionar mediante sus eventos. Ejemplos de eventos climáticos son tormentas, huracanes, ciclones, tifones, sequías, y olas de calor. El riesgo de transición trata de los efectos que puede traer para varias naciones e industrias transitar a una economía baja en carbono o con cero emisiones. Ejemplos de dichos efectos incluyen la obsolescencia de sus negocios y el reajuste en el valor de sus activos.

No hay ninguna economía del mundo que esté exenta de estos riesgos. HSBC ha calificado y clasificado a países de los cinco continentes según su vulnerabilidad. De acuerdo a su reporte anual Fragile Planet en sus versiones 2018, 2019, y 2020, Nigeria y Bangladesh son las más vulnerables dentro del ranking dadas sus situaciones socioeconómica y geopolítica. México ha figurado dentro de las primeras 10 y Argentina dentro de las primeras 20, ambas por sus debilitados Estados de derecho y sus limitadas capacidades de respuesta. Estados Unidos y China han sido dos de las más sensibles durante la última década por sus números de eventos climáticos. Y Arabia Saudí y Australia han sido cuestionadas al ser grandes productoras y exportadoras de combustibles fósiles. Economías emergentes y desarrolladas son todas frágiles.

Claramente existe la necesidad de crear economías más resilientes al clima. En el mismo informe del banco se aprecian los esfuerzos de naciones en su mayoría europeas que han avanzado disciplinadamente en el proceso. Francia ha marcado pauta en la transición energética al ser líder internacional en la diplomacia climática desde el Acuerdo de París. República Checa es una de las economías emergentes que más compromiso tiene para reducir emisiones. Y las más resilientes son los países nórdicos y Alemania por su poca contaminación, sus políticas públicas y corporativas, sus fuertes Estados de derecho, y su alta innovación en tecnología limpia. Mientras más resiliente al clima es una economía, mayor oportunidad tiene de beneficiarse financiera y económicamente de la descarbonización.

Recordemos que 197 países unieron esfuerzos en noviembre 2015 a través del Acuerdo de París. Reconociendo los riesgos del cambio climático, se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para limitar el aumento en las temperaturas globales a menos de 2°C por encima de los niveles de la Revolución Industrial. Simultáneamente el Grupo de los 20 (G20) y otros organismos internacionales como el Banco Mundial y el BIS discutían las acciones climáticas que facilitarían el propósito del Acuerdo desde el Consejo de Estabilidad Financiera. Es así que surgió el Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras relacionadas con el Clima (TCFD - Task Force on Climate-related Financial Disclosures), un esfuerzo creado por el Consejo para mejorar el reporteo de información financiera, y apoyar la colocación eficiente de capital rumbo a la transición a una economía baja en carbono. 

Fundado por Mark Carney y liderado por Michael Bloomberg, el TCFD ha creado recomendaciones sobre información relacionada con el clima que las emisoras de Bolsa deberían divulgar en sus reportes financieros. Los mercados necesitan información clara, completa, y de alta calidad sobre los impactos del cambio climático. Esta incluye los riesgos y las oportunidades presentadas por el aumento en las temperaturas, las políticas púbicas, y las tecnologías emergentes en nuestro mundo cambiante. Las recomendaciones son aún voluntarias, y permiten a las emisoras mejorar su gobierno corporativo, su estrategia, su administración de riesgos, y sus métricas y objetivos.

Acciones concretas que las naciones, sus sistemas financieros, industrias y sectores han definido para atender mejor los riesgos financieros y las oportunidades del cambio climático han incluido seguir las recomendaciones del TCFD. Al día de hoy más de 1900 entidades de 78 países apoyan al Grupo de Trabajo. Entre ellas figuran gobiernos nacionales y estatales, bancas centrales, reguladores, bolsas de valores, administradoras de pensiones, aseguradoras, bancas de desarrollo, bancas comerciales, multinacionales de consumo, y conglomerados de infraestructura y energía. Para el resto de economías, mercados de valores, y sus partes interesadas debe ser de crucial importancia promoverlos para facilitar la toma de decisiones de financiamiento e inversión en este mundo globalizado.

En Latinoamérica más países se han ido sumando. En México, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores ha precisado prioridad implementar las recomendaciones alrededor de su sistema financiero durante el año 2021. En el Perú, la Superintendencia del Mercado de Valores ha sido más exigente y hecho obligatoria la revelación de estos riesgos a las emisoras de Bolsa. Y en Chile, los esfuerzos por promover las recomendaciones han llevado a sus sectores privado, público, y diplomático a hacer sinergia para traducir el contenido del TCFD al español.

Más líderes globales como el Papa Francisco, António Guterres, y Bill Gates han enfatizado en las calamidades que el cambio climático podría traer al mundo. Éste último ha simbolizado una particular fuente de precisión, pues fue en el año 2015 cuando en una conferencia de TED Talks advirtió sobre el posible desencadenamiento de un virus muy infeccioso que potencialmente acabaría con más de 10 millones de vidas a nivel mundial. Es él mismo quien ha sostenido que los efectos del cambio climático serán mucho peores que los del COVID-19 si no reducimos a cero las emisiones de gases de efecto invernadero para 2050. Riesgos no calculados ni transparentados en los mercados financieros podrían desatar no un próximo cisne negro, sino el próximo cisne verde en la economía global.

“El mensaje general es claro: si vemos un cisne verde, tengamos cuidado. Está ocurriendo un gran evento de cambio climático, y se avecinan disturbios”. − Climate News Network 
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