Como sabe, la producción de petróleo en México está cayendo casi a la vez que los precios. No obstante, y aunque en apariencia estos se han estabilizado en semanas atrás, lo cierto es que la tendencia y presiones bajistas continuarán bastante tiempo. Aunque no se acepte, la economía global se aproxima cada día a una nueva recesión. Mientras, las políticas monetarias expansionistas de los bancos centrales, la empujan hacia el agujero negro de la depresión deflacionaria.
Con este panorama mundial, el gobierno de la Republica –cuando menos, reconoció que la realidad mexicana para por menores ingresos tributarios. Ante el compromiso de no volver a aumentar los impuestos en este sexenio, la única salida posible es la de recortar, y mucho, el gasto público.
No obstante, y aunque el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, se ha pronunciado en este sentido y anunció un nuevo que vendrá en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2016, la realidad es que no será suficiente para conseguir el equilibrio. Ese primer paso es imprescindible y urgente, y tendría que ser el núcleo de la propuesta presupuestal. Sin embargo, se ha dicho que la construcción del PEF del año próximo será bajo el principio de “base cero”. Algo es algo.
Para explicarlo de forma simple, la herramienta consiste en que anualmente se hace un “borrón y cuenta nueva” en la planeación de los gastos. Así, se deja de tomar como base lo ejercido el año anterior. Si se hace de esta forma, el presupuesto termina siendo casi el mismo. Esa inercia hace que las erogaciones se conviertan en una costumbre cada vez mayor, ya que, no olvidemos que el incentivo para los burócratas es siempre agotar los recursos y pedir más. De lo contrario, en el ejercicio siguiente les son reducidos.
Así, el presupuesto “base cero” es positivo en tanto permite y a la vez obliga a evaluar anualmente el resultado de los programas públicos: si son eficientes y cumplen sus objetivos, permanecen; si no, desaparecen.
Además, también existe una obligación para que se justifique por parte de los funcionarios cada rubro de gasto que solicitan y planean ejercer. Se cambia de una visión desde el pasado, a una proyección de futuro. Esta labor reduce el gasto inercial, que es justo lo que se pretende cuando la escasez de recursos se hace tan presente.
El presupuesto “base cero” ha sido exitoso en muchas empresas y algunos gobiernos. El primer caso fue el de James Carter, gobernador de Georgia y posteriormente presidente de los Estados Unidos, que fue quien lo implementó. A decir verdad, en aquella como en otras ocasiones, ha habido un gran ímpetu inicial que luego se agotaría más adelante. La administración Carter abandonó rápido el presupuesto. Parece que la intención en realidad era eliminar gastos innecesarios de entrada, pero la laboriosidad típica de un presupuesto “base cero” agravada por la burocracia, hizo que durara poco.
Aquí en México, el senador Luis Armando Melgar, presentó dos iniciativas la semana pasada. Una de reforma constitucional y otra correlacionada que propone cambios y adiciones a la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria en materia de “base cero”. Así, la voluntad expresada por el gobierno actual quedaría plasmada en la ley, y se tendría que aplicar en toda la Administración Pública Federal, independientemente del futuro partido que gobernase más adelante.
Una medida legal como esta sería muy positiva, pero con los malos hábitos derrochadores que tienen nuestros políticos, se antoja complicado que se materialice. Ojalá nos equivoquemos. Disciplina presupuestal y promoción del ahorro, sí son imprescindibles para impulsar el crecimiento económico. Ya basta de crisis.