El Gobierno Federal de México sorprendió a todos al anunciar la emisión de un bono a 100 años en libras esterlinas. El monto colocado asciende a 1,000 millones de libras (cerca de 1,660 millones de USD), contando con un cupón de 5.625 por ciento y una tasa de rentabilidad al vencimiento de 5.75 por ciento. Este hecho sorprende al ser este tipo de emisiones tan a largo plazo más propias de economías potentes a nivel mundial, ya que vienen acompañadas de una mayor seguridad y confianza. Obviamente, el anuncio vino acompañado como un signo más de la "fortaleza y confianza" que transmite nuestro país a los intermediarios extranjeros del sector macroeconómico.
Nada más alejado de la realidad.
Aunque las tres agencias de calificación más importantes del mundo Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch (las tres estadounidenses) subieron la nota de riesgo crediticio de México, la triste realidas es que esta mejora de las expectativas sólo se basó en promesas y poco más. En las "expectativas favorables" de las actuales reformas del gobierno de Enrique Peña Nieto.
Lo cierto es que si finalmente estas reformas funcionan y consiguen aumentar la inversión, el crecimiento y el empleo, esto no se conseguirá hasta un futuro demasiado lejano. Por ahora seguimos atados a lo que ocurre en la economía de nuestro vecino Estados Unidos: si su economía se expande, la nuestra también en mayor o menor proporción, pero si cae, la nuestra se desploma hasta el fondo. La misma historia de siempre.
En este mismo espacio pudimos comentar a principios de la semana como las economías emergentes del mundo, entre ellas la nuestra, comienzan poco a poco a vislumbrar el inici de sus preocupaciones. Los recortes de la FED en materia de estímulos monetarios es la estrella brillante que nos indica que la "avalancha" de dinero barato que inundó a la mayoría de estados y naciones no durará eternamente. Menos aún las tasas de interés manipuladas a niveles históricos tan bajos.
Vale la pena recordar este punto porque a pesar de la soberbia de nuestros gobierno, la verdad es que lo único que ha permitido la colocación de bonos a estas tasas tan accesibles y a plazos tan largos es, sin duda, el contexto internacional que nos toca vivir. Si el mercado financiero de los bonos no fuese utilizado para "estimular" la economía (cosa que han hecho y harán sin exito los monetaristas de los principales bancos centrales), es una realidad que lo tipos de interés que podemos apreciar deberían ser mucho más elevados. En este caso, sería imposible que México disfrutase de las comodidades que se permite hoy en día.
Como dice la teoría capitalista base, más pronto o más tarde la fuerza del mercado se impondrá, las tasas de interés estallarán.
Enfrentarse al núcleo del problema
Ahora hablando claro, cualquiera sabe que lo más deseable es tener un crédito a largo plazo y con una tasa preferencial. Si bien, el problema no se encuentra ahí, sino en el comportamiento financiero del endeudado.
Pongamos el siguiente ejemplo:
Una persona que posee sus tarjetas de crédito hasta arriba decide solicitar un préstamo hipotecario sobre su vivienda, con el objetivo de liquidar sus tarjetas y pagar menos. Obviamente conseguiría tasa mucho más baja y un plazo extendido. Pero si su patrón de consumo no cambia, es decir, si continua gastando más de lo que ingresa, volverá a saturar sus tarjetas de crédito y al final, en vez de solucionar un problema se despertará con dos problemas enormes.
Esto sería una explicación de lo que nos está pasando a escala macroeconómica. Nuestros gobernantes se comprometieron a "potenciar" el crecimiento en 2014 (y en todo su mandato) a partir de la clásica receta keynesiana: aumentar el déficit público. Esto asegura que el endeudamiento se dispare hacia arriba. En pocas palabras, el gobierno es esa persona que no ha cambiado su patrón de consumo y sigue manteniendo su forma de gastar.
A Luis Videgaray, secretario de Hacienda, le agrada comparar la deuda del Sector Público nacional con respecto al Producto Interior Bruto (36.3 por ciento), que el año pasado fue menor a la de países como Estados Unidos (104.1 por ciento), Francia (113 por ciento) Italia (145.7 por ciento) o España (99.6 por ciento). Lo único es que omite decir que esa hambre por endeudarse es una de las principales causas de estancamiento económico y depresión que sufren tales países. Nos equivocamos al querer imitar sus acciones, pues deberíamos hacer todo lo contrario para paliar los efectos de una nueva Depresión mundial.
La prosperidad económica nunca se alcanzará con el crédito, la deuda y el consumo excesivo sino con su álter ego: la austeridad, el ahorro y la creación de capital. El problema es que este camino no gusta a los políticos, al contar con un lento avance, muy gradual, y ellos tienen urgencia por quedar bien hoy, ahora, mejorar su imagen y, si todo "sale bien", ganar las próximas elecciones.
Mientras nuestro gobierno, y cualquier gobierno, estado o nación del mundo no instaure esta fórmula como objetivo de crecimiento, seguiremos orgullosos de los bonos a 100, a mil o a 500 mil años en moneda extranjera. Eso sí, clavándonos en nuestra propia cruz ante la que es sin duda la nueva y más grande burbuja de todo los tiempos: la burbuja de los bonos soberanos.