El BCE recortó ayer su tasa de referencia al mínimo histórico de 0.25%, procurando así que se produzca un impulso al crecimiento económico de sus países miembres, con una pequeña depreciación a su moneda que les ayude a ganar en “competitividad”.
El presidente del BCE, Mario Draghi, dejó claro que una de sus preocupaciones era la baja inflación reportada en la Eurozona.
Un reporte publicado el 31 de octubre, mostró que la inflación anual en la región cayó de modo inesperado a 0.7 por ciento el mes pasado, la menor tasa desde noviembre de 2009. Ese fue el detonante.
Al descartar que su decisión que en su decisión influyera el tipo de cambio, podemos ver que sí que tiene algo que ver, debido al fortalecimiento del 5.3% del euro, algo contrario a los intereses de la UE, confirmando así una posible “guerra de divisas” en el mundo.
Como sabe, por primera vez en la historia, la mayoría de los bancos centrales del planeta, incluida la Reserva Federal de Estados Unidos y nuestro Banco de México (Banxico), están en una carrera por ver quién devalúa más su moneda, con la creencia de que de esta manera benefician a sus propias economías, abaratando sus exportaciones y encareciendo los productos importados.
No por nada en menos de un año, aquí Banxico pasó de decir que consideraba aumentar su tasa de interés, a bajarla ya en tres ocasiones en 2013, imitando los movimientos de sus homólogos mayores.
En el “primer mundo”, liderado por Europa, hay un miedo que pueda ocurrir una baja inflación debido a sus cargas de endeudamiento público y privado, por lo que la existencia de la inflación en la zona euro se convierte así en una necesidad y no en una meta.
El extremo, el peor de sus miedos, es que se materialice una deflación que volvería aún más pesadas sus impagables cuentas. Como quiera, lo cierto es que esa crisis deflacionaria, como le he explicado en este blog, es justo adonde nos dirigimos de forma inevitable.
Ante la desesperación de que ocurra este hecho, los bancos centrales están imprimiendo moneda y bajando los tipos de interés, lo cual puede suponer un fracaso garantizado.
Si mayores bajas acumuladas en el pasado no sirvieron, es de esperar muy poco de un recorte adicional de 0.25 por ciento, o de medidas más desesperadas como el cobro de un porcentaje a los depósitos que podría darse más adelante.
Si lo que produjo la crisis en 2008 es un exceso de deudas, no saldremos del agujero hasta que no estimulemos lo contrario: más ahorro que genere capital.
Solo éste hace posible la creación de riqueza y empleo, que no se pueden crear por decreto. Así de claro.
Una vez que aunque bajen todo lo que quieran en las tasas, no podrán obligar a la gente y a las empresas, muchas de ellas endeudadas y en quiebra, a que salgan a tomar más préstamos a fin de elevar la demanda que buscan.
Deberían de bastarles todos estos años en que han probado la misma receta sin éxito, pero la verdad es que no saben qué más hacer.
Como hemos explicado en este blog, manipular a la baja por más tiempo las tasas de interés solo agravará el problema, pues incluso si se llegara a castigar a los depositantes, estos optarán por guardar su efectivo en casa o “debajo del colchón”, pero no saldrán a gastarlo. Aumentará cuando más su propensión a acumular, pero fuera del sistema.
Los que sí gasten se dividirán en dos grupos: aquellos que se protejan comprando activos tangibles que seguirán existiendo a pesar de un colapso financiero (tierra, metales preciosos, obras de arte, etc.), y por tanto conservando algo de valor; y los que preferirán adquirir falsos “activos” financieros en burbuja, que por el mismo derrumbe, absorberán terribles pérdidas.
Solo esperamos que los lectores de este blog sean de los primeros.