Con la reforma hacendaria y el Paquete Económico para 2014 propuestos por el presidente Enrique Peña Nieto, volvemos a vivir experiencias y errores que en el pasado nos condujeron a una abierta crisis.
El estímulo contracíclico de la economía a través de la expansión del gasto y el endeudamiento públicos, sumada a un catálogo de beneficios sociales como el seguro de desempleo y la pensión universal, junto con el impulso forzado del crédito privado que pretende la reforma financiera, nos hacen pensar que no hemos aprendido nada de los errores propios y ajenos del pasado.
Como siempre, se ha decidido cargar más a los contribuyentes, pues al menos ellos no saldrán a las calles a manifestarse ni a cerrar carreteras. Lo malo para el gobierno es que olvidó que sí serán ellos los que escribirán la historia de su administración en los libros de historia.
Si a las nuevas medidas, sumamos el interés de Hacienda en devaluar al peso mexicano a través de la forma más oculta que existe, elevando el precio del oro añadiendo la tasa del IVA a operaciones al mayoreo, como en veces que de un día para otro ocurrían alzas en el tipo de cambio con el dólar.
La memoria de los políticos parece ser muy corta, pues no les importan las lecciones que la economía nos dio en el pasado. Esta serie de medidas nos hacen prever que estamos sentando las bases para la próxima gran crisis mexicana. De poco servirán dar pasos en el sentido correcto con otras reformas como la educativa, o la energética.
Si nuestra dirección como país en desarrollo es hacia un Estado de bienestar, el presidente y el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, deberían saber que son las medidas de justicia social las que tienen en quiebra a las naciones occidentales vistas tradicionalmente como las más ricas, pero que son las más endeudadas. No nos podemos convertir en un país desarrollado por decreto. Ya hubo un sexenio en el que se quiso aparentar riqueza, y las consecuencias de esa grave falta se comenzaron a pagar con el conocido “error de diciembre”.
Si los países ricos están en una mala situación económica actualmeste, es fácil deducir que una nación pobre como México se verá en peor situación económica por querer parecerse a ellos. De este modo, argumentos esgrimidos como que necesitamos un seguro de desempleo porque somos el único país de la OCDE que no lo tiene, es risible.
Que México se mueva hacia un “Estado de bienestar” significa también ir más rápido hacia la misma tumba del Estado socialista. Pocos se atreven a aceptar esta realidad, pero los días en que ese Estado benefactor se hace cargo de su pueblo como si de un padre amoroso se tratara, están contados. Quienes se empeñen en continuar por esa vía sólo encontrarán que las condiciones de vida de la gente se deterioran más y más, y lograrán el propósito de más igualdad, pero en la pobreza.
La semana pasada ocurrió lo que se esperaba como el anuncio oficial del fin de esa era que debería ser vista como de socialismo ligero, con el discurso del rey Guillermo-Alejandro de Holanda, que abrió el camino para la transformación del Estado del bienestar hacia una “sociedad participativa”.
Los ciudadanos asumirán más responsabilidad sobre sus propias vidas, con reformas en los sistemas de salud, pensiones y mercado inmobiliario de su país para garantizar su sostenibilidad. “Papá” Estado, está muerto.
En otras palabras, los gobiernos incumplirán sus impagables promesas a los ciudadanos (como la de retirarse con pensiones, servicios de salud y otros privilegios sin costo) y lo tendrán que pagar con más y más impuestos. Por eso, la dura enseñanza será contundente: la riqueza no se puede crear de la nada ni vivir para siempre de prestado. Las personas deben asumir control de sus propias vidas, y no sacrificar sus libertades con la falsa ilusión de que el gobierno resolverá mejor sus problemas. El coste no vale la pena.
México no necesita más deudas públicas y privadas, más impuestos, gasto y consumo excesivos, sino ahorros y formación de capital que permitan un crecimiento y un desarrollo económico sustentables y reales. Por supuesto que habrá antes una depresión ineludible, pero no se acabará el mundo. Fingir que podemos seguir posponiendo las consecuencias, empeorará las cosas. México no se debe de equivocar en la dirección a seguir, aún estamos a tiempo de corregir el rumbo.