Se conocen más datos sobre Edward Snowden, el ex contratista o ex espía de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense que comentó al diario brasileño “O Globo” que desde EEUU se espía no solo a Brasil, que parece que ser la nación latinoamericana más vigilada, sino también a México, Colombia, Venezuela, Argentina y Ecuador, entre otras.
Esta vigilancia y chequeo son realizadas por sofisticados programas cibernéticos como FinFisher, el llamado “PRISM” y equipos de intervención de telecomunicaciones, según documentos de la misma Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, la “NSA” (por sus siglas en inglés). En nuestro caso, se supone que la información que han rastreado se refiere sobre todo a temas militares, de narcotráfico, secretos comerciales y de energía. En pocas palabras, espiaron a nuestras Fuerzas Armadas, a empresarios y altos funcionarios. El programa “PRISM” realiza monitoreo y análisis de información de los millones de datos que circulan a diario, en todo momento, por servidores localizados en los Estados Unidos, y que incluyen a empresas como Google, Microsoft, Yahoo, Facebook, Youtube, Aol, Skype, Apple, etc.
La NSA se aprovecha de que gran parte de la infraestructura de internet está ubicada en la Unión Americana, y que la comunicación electrónica busca por lo general la mejor ruta, o sea la suya, y no siempre la que se encuentre más cerca geográficamente. Es decir, no tienen que salir de sus cuarteles para espiar lo que aquí nos decimos entre nosotros o en otras latitudes.
Sin embargo, la NSA posee otras herramientas como la llamada “Boundless Informant”, que le permite monitorear dando un simple click en cualquier país de su mapa, el volumen de metadatos disponibles y detalles de los datos recopilados en ese país. Los metadatos incluyen, aquí sí, detalles de llamadas telefónicas entre celulares, sus números, duración y la fecha. En los correos electrónicos la información de quién los envió y recibió. En ambos casos pude incluirse hasta la ubicación. Una vez más, la realidad supera a la ficción.
Y más porque también es increíble que México, durante la pasada administración de Felipe Calderón, se haya permitido la abierta intromisión estadounidense en territorio nacional, para sus escuchas a mexicanos.
Esta semana también se dio a conocer en el diario Excélsior que desde 2007, se permitió al Departamento de Estado norteamericano que instalara en el país un sistema de intercepción de comunicaciones telefónicas de cualquier compañía y por internet.
En pocas palabras, se les abrió la puerta bajo el pretexto del combate al crimen organizado. Prevaleció la idea foxista de que la soberanía “no sirve para nada”.
Tanto que el año pasado aumentaron el número de estaciones de intervención de 30 a 107. El presidente Enrique Peña Nieto ya ha pedido aquí al secretario de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade, que por la vía diplomática se pida una explicación a estos hechos publicados por “O Globo”, que también fueron condenados por la Comisión Permanente del Congreso de la Unión. El presidente ha dicho que si estos hechos ocurrieron, serían “inaceptables”.
La incomodidad del Ejecutivo puede leerse entre líneas, pues con todo y la obligada cortesía diplomática, dijo en su actual gira por Sun Valley, Idaho, que Estados Unidos debe ver a México como socio para invertir y no como una “amenaza”. Por otro lado, es notable una cierta resistencia oficial de parte de otros altos funcionarios a manifestarse en público en contra de estos actos, sobre todo los que tienen a cargo temas de seguridad.
Así se manifiesta en las declaraciones del comisionado de Seguridad, Manuel Mondragón y Kalb, quien ha dicho que “no tiene elementos” para suponer espionaje de parte de los estadounidenses. Está claro que los dichos de Mondragón son una negación artera de la realidad y/o una exhibición de ingenuidad.
Periodistas y expertos han dado cuenta una y otra vez tanto de acciones de inteligencia (análisis profundo, legal) como de abierto espionaje que realizan en México no solo las agencias estadounidenses, sino las británicas (MI5, MI6), el Mossad y Shin Bet israelíes... Por supuesto, nada de esto es una novedad. No obstante, eso no implica que nos quedemos cruzados de brazos, pues se trata de un tema de actos ilegales de la mayor importancia.
Nuestra Ley de Seguridad Nacional, establece como amenazas en los incisos I y II de su artículo 5;
Los actos tendentes a consumar espionaje, sabotaje, terrorismo, rebelión, traición a la patria o genocidio en contra de los Estados Unidos Mexicanos dentro del territorio nacional.
Los actos de interferencia extranjera en los asuntos nacionales que puedan implicar una afectación al Estado Mexicano.
De ahí que el Código Penal Federal tipifique como delito de manera específica al Espionaje. A juzgar por lo que ha trascendido, tanto el CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional) como la Inteligencia militar mexicana, tienen muchas tareas que no han hecho del todo bien; y también esperemos que las investigaciones de la PGR al respecto, no se queden en meras declaraciones sino en el castigo a responsables.
El espionaje es algo que México tiene la obligación de combatir en territorio nacional y sus misiones diplomáticas, pues aquí ya tenemos suficientes problemas internos como para preocuparnos también por más injerencias externas de las que siempre hay.