Entre más leo sobre economía, más tengo la certeza de que casi todas nuestras acciones tienen un nombre. Hoy les hablaré sobre un concepto cuya definición la he visto en práctica es varias ocasiones, sin embargo desconocía el término correcto para referirme a ella.
Estoy hablando de “costos hundidos”. Estos costos son aquella cantidad de dinero que no se recuperará porque ya fue gastada, es decir, compras unas galletas y el dinero que pagaste por ellas ya no regresará a ti, se hundió. Ya no está.
Al investigar un poco más sobre el tema encontré que existe algo llamado “falacia del costo hundido” que explicaré con un ejemplo real sobre mí.
Antes de que comenzara la contingencia sanitaria derivada del COVID-19, asistía a un gimnasio que está cerca de mi universidad. Cada mes pagaba una mensualidad y en período vacacional (que es cuando regresaba a casa de mis padres) tenía la oportunidad de suspender mi membresía. La membresía tiene un precio de $800, la mensualidad $400 y la suspensión por mes es de $80. Por lo que si faltaba dos meses, prefería pagar $160 a pagar una mensualidad completa o, peor aún, cancelar la membresía y pagarla de nuevo cuando regresara de vacaciones.
Desde que compré la membresía esa era la dinámica que realizaba, durante las clases pagaba la mensualidad y en vacaciones pagaba la suspensión.
Sin embargo, dada la coyuntura actual he estado viviendo con mis padres desde marzo por lo que no he asistido a ese gimnasio. Por lo tanto, he pagado la suspensión por nueve meses, lo que equivale casi al precio de la membresía.
Ahora me pregunto, ¿vale la pena seguir pagando la suspensión a pesar de la incertidumbre con la que vivimos actualmente respecto a la pandemia?, ¿debería cancelar la membresía y volverla a comprar en un panorama más certero?
Para muchos la decisión puede parecer sencilla, pero cuando eres víctima de la falacia del costo hundido tienes pensamientos como:
- “Mejor sigo pagando la suspensión, ya lo he hecho por varios meses y no quiero perder ese dinero”. Pero la verdad es que ya lo perdí.
- “Me va a doler más pagar $800 de contado que pagar $80 mensualmente”. Terminaré pagando más de lo que cuesta la membresía.
La mejor opción hubiera sido haber cancelado la membresía desde marzo pero muchos creíamos que el confinamiento no duraría tanto.
Este es sólo un ejemplo de cómo podemos caer en esta falacia, pero la verdad es que es más común de lo que podemos imaginar. El dinero que gastamos no lo podemos recuperar (a menos que usemos una máquina del tiempo).
Si leo lo anterior me parece lógico pero cuando nos vemos envueltos en situaciones como la que les conté, es posible que nuestro juicio se nuble. Como quien no quiere abandonar cierta carrera universitaria porque ya le ha dedicado mucho esfuerzo, tiempo y dinero, aunque no le apasione; o como quienes compran un abrigo muy costoso y lo usan demasiadas veces pensando que así compensarán lo gastado en él.
En este caso, una parte de mi mente cree que pagando $80 mensuales es mejor a comprar la membresía de nuevo, a pesar de que gastaré más dinero con el paso del tiempo. Es por ello por lo que en estos casos es necesario entender que el dinero gastado ya no volverá a nosotros y que lo que sea que hagamos por sentir que no perdemos tanto hace que perdamos más de lo que deberíamos.
¿Por qué tomamos estas actitudes? No lo contaré en este post porque les estoy preparando uno sobre finanzas conductuales y contabilidad mental, pero por ahora les puedo sugerir cómo evitar caer en esta falacia que encontré en un blog:
- Intenta ser consciente de cómo te afectan los costos hundidos cuando tomas una decisión. No podrás cambiar cómo te sientes, pero sí puedes detectar cuándo estás siendo irracional.
- Busca siempre el lado positivo. Aunque hayas invertido muchos recursos y ya no puedas recuperarlos, seguro que has aprendido algo valioso por el camino.
- Pídele su opinión a alguien de confianza que no esté emocionalmente involucrado en la decisión, ya que podrá pensar de una manera más racional. (Alegre, 2014)