La semana pasada atestiguamos nuevamente otro anuncio por parte del Banco de México, ahora bajo el mando de Alejandro Díaz de León, afirmando una nueva alza en la tasa objetivo, pasando de 7.50 a 7.75%. Si hacemos uso de comparación, el 2014 cerraba con una tasa referencial del 3%, hoy estamos más cerca del triple de eso que del doble.
Durante estos dieciocho años de siglo hemos tenido un nivel inflacionario bajo, sin ninguna cercanía con lo que sufríamos antes que hubiese uno de los cambios institucionales más importantes del México moderno, la autonomía de Banxico más la implementación de una política de objetivos inflacionarios. Esto es sustancial en un país con un porcentaje grande de pobres como lo es México, debido a que la alza generalizada de precios es la variable económica más tóxica y regresiva que existe, dañando principalmente al 10% más pobre.
Pero al procurar esa variable macroeconómica se olvidan de otras, esto es porque no significa una prioridad para Banxico las demás. Una de las claves importantes de macroeconomía es cómo, a través de un decreto o movimiento, el resto de componentes tienes reacciones diferentes. Esto sucede con la tasa impositiva que tiene efecto directo sobre el consumo, asumiendo que parte del consumo privado o doméstico depende de la propensión marginal a consumir sobre el ingreso disponible. O visto de otra manera, tasas impositivas altas puedes representar una reducción del crecimiento económico, pero desde otro ángulo se utiliza para incentivar el gasto e inversión pública, teniendo un efecto multiplicador. Depende de qué perspectiva o escuela macroeconómica se tenga, y qué tipo de variables se desean modificar.
La tasa de interés no es ajena al resto de variables, y aunque sí le golpea al consumo, se le vincula principalmente a la inversión desde dos formas completamente diferentes. Desde la decisión de implementar un proyecto de inversión en el país, así como el costo futuro que éste representará.
Al subir la tasa de interés objetivo se suben todas las demás del mercado, como lo es la TIIE, o la tasa de los CETES. Aumentar el interés, y por consecuencia el rendimiento, de activos brindados por el estado es atraer capitales extranjeros, esto es porque se les considera activos libres de riesgo debido a que para que no te sean pagados se necesita que el Estado quiebre, y ello para una economía como la mexicana suena ilógico en un corto o mediano plazo. Al haber algo mucho más seguro en un Certificado de tesorería (actualmente se encuentra su tasa de descuento por encima de 8%) acabas inhibiendo la inversión por otra clase de instrumentos o empresas que bien pudiesen generar empleos, productividad y competitividad para la economía.
Pero se inhibe la inversión de otra manera, y es porque la tasa de interés reproduce dinero tanto a favor como en contra, esto es a través de financiamientos. Al subir la tasa objetivo, el resto de tasas de interés se mueven por una sola decisión de política monetaria. Y quien pone su inversión queda expuesto a la necesidad de más capital, y esta decisión vuelve el costo financiero uno más grande del que el inversionista se puede sentir apto para pagar, desalentando el querer correr riesgos por la economía mexicana. Este costo no se aprecia en otros países, en Estados Unidos, aun con la alza que anunció la FED, el Treasury Bill se encuentra apenas en 1.76%, y en Europa el Euribor en terreno negativo. Mientras en esos países las tasas permiten acelerar el crecimiento, en México se reducen.
Son dos partes de la misma ecuación, al ser tan vulnerables de efectos externos, México protege su nivel de precios con esta alza, aunque a la larga continúe siendo uno de los causantes del mediocre crecimiento de nuestra economía.
David Abraham Ruiz Ruiz
Licenciado en Finanzas por la Universidad de Sonora
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